domingo, 28 octubre 2012
Desde el final
Hacía tanto tiempo que no se veían que no se reconocerían. Por eso se sentó con una flor en la solapa en la mesa convenida de la cafetería del centro comercial. Ella debería llegar con un sombrero de cinta roja, gafas negras y un vestido blanco y rojo. Se sentó entusiasmado a esperarla. El mesero trajo la bebida que había ordenado. Mientras la saboreaba lentamente, pensaba en tantos lustros alejado de la ciudad. Treinta años de demoliciones y construcciones caóticas habían dejado reconocible solo la ciudad vieja. Si se hubiera quedado, todo le hubiera parecido natural y tal vez ya...