Cuando vi al señor Knie esta mañana en su despacho, parecía más serio que de costumbre. Empezó a hablar del mal tiempo, de la situación económica difícil, de lo duro que era mantener a flote la empresa familiar que su bisabuelo había fundado y visto crecer y triunfar generación tras generación. Una empresa centenaria de las de antes. Ahora todo reposaba sobre sus hombros y tenía una responsabilidad muy grande. Creí que me iba a despedir. Llevo diez años trabajando con ellos y me siento un miembro más de la familia. Le pregunté directamente si quería echarme. Me calmé cuando me aseguró que...

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