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La huella estaba muy fresca. Me pregunté de quién podría ser. Con la linterna la observé detenidamente. Por más de qué pensaba no me venía ninguna idea que aclarara la situación. Miré por el ojo de la cerradura antes de abrir la puerta y ahí los vi en plena acción. La suerte estaba de mi lado. Ellos no contaban con mi obstinación. Solo me quedaba llamar por teléfono a los exterminadores de ratas que me habían aconsejado. Para eso estaba la tarjeta con sus datos de contacto. En pocos días la casa estaría limpia de roedores y podría volver a dormir tranquilo. 

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