domingo, 02 agosto 2009
Noril Oefrom
Incluso en aquellos angustiosos momentos, el señor Zaisberger creía tenerlo todo bajo control. Había rezado mucho para que su hijo no fuera a heredar esa enfermedad terrible de la familia que es estar perdiendo o refundiéndolo todo, mas el milagro no se produjo. Esa noche el pequeño había perdido el sueño. Su padre lo regañó y se puso a buscar con él por todas partes para ver si lo encontraban. Debajo de la cama, dentro de las consolas de juego, entre los lápices de colores, en el fondo de las cobijas. Nada de nada; no aparecía. «Ten más cuidado, Federico. Uno nace con ciertos amigos...