sábado, 03 abril 2010
El mundo real
Anoche llegaba mi hijo de París casi a medianoche. Fuimos a buscarlo a la estación de tren Cornavin. Eran las once y media. No es habitual pasearse por ahí a esas horas. Todos los almacenes están cerrados y solo quedan grupitos de jóvenes o de vagabundos que a uno le parecen traficantes de droga o pandilleros. Algunos policías patrullan esporádicamente. A medida que nos acercábamos a la puerta de salida del andén del tren de alta velocidad francés, encontramos cada vez más gente: unos mirando los anuncios de llegadas y salidas de la estación, otros hablando por teléfono, charlando...