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Durante unos diez a veinte años fui muy problemático para comer. Mi madre sufrió mucho conmigo pues no me gustaban las pepitas, es decir alverjas, fríjoles, lentejas, garbanzos, habas, habichuelas y todo lo que se les pareciera. No las podía comer. Era como una fobia increíble que me impedía meterlas a la boca y mucho menos tragármelas. Si me las daban en puré, hacía el deber de comérmelas, pero en general me la pasaba poniéndolas de lado con el tenedor para comer el resto. No podía explicarlo. Ya en mi familia todos estaban acostumbrados y ya no me forzaban. Para mí habría un plato...

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