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No he asistido muchas veces en mi vida a conciertos de orquestas tan numerosas como el del viernes pasado en Ginebra. Además el último movimiento de la sinfonía incluye el famoso coro Oda a la alegría y fue impresionante oírlos con esa fuerza impresionante. Los solistas cantando tan fuerte en medio de esa orquesta me sorprendieron. Claro que la sala de conciertos tiene una acústica excelente que se presta perfectamente al espectáculo. Pensar que el conservatorio cumple ciento setenta y cinco años es decir no muchos años después de la muerte de Beethoven me dejó pensativo. Por último...

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