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La pareja caminaba lentamente por la calle del Amor Hermoso. Ella hablaba sin parar. Él escuchaba silencioso sus reproches llevando una bicicleta por el manubrio mientras caminaba a su lado. Al llegar a la esquina de la calle de Marcelo Usera, giraron a la derecha siempre con la misma parsimonia durante dos cuadras hasta doblar por la calle del Olvido. Fue ahí que él utilizó el arma más afilada que tenía a su alcance, su lengua serpentina, con la que le clavó una docena de puñaladas. Le dijo a voz en cuello: primero, ya no te quiero; segundo, tengo otro amor; tercero, eres demasiado...

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