Duelo de celulares
jueves, 13 agosto 2009
No sé muy bien por qué me gusta esta foto que tomé en un parque de Lausana el fin de semana pasado. Las dos personas que caminan parecen tener un teléfono celular en el oído. Parece que se estuvieran llamando mutuamente y hablando sin verse. Podría ser la madre y el hijo. Las tres personas sentadas en el banco son testigos de ese encuentro y desencuentro. No se ve que ellas estén hablando entre sí, sino más bien pensativas con sus mentes en otros mundos. Cinco personas físicamente en el mismo espacio y sin embargo como si no estuvieran ahí.
Recuerdo imágenes de películas de vaqueros en las que dos pistoleros se encuentran en una calle polvorienta y solitaria en pleno sol mientras los testigos se esconden detrás de las cortinas de las casas y cantinas. El sheriff contra el bandido o dos bandidos entre sí.
Aquí el duelo es con teléfonos. Se acercan desde lejos cargando las ondas electromagnéticas de la incomunicación. Dentro de unos instantes se detendrán, se darán cuenta de que están frente a frente, se reconocerán y apuntarán certeramente sus teléfonos en dirección del otro, apoyarán en el gatillo del botón off para hacer desaparecer a su adversario como se cambia de canal de televisión con el control remoto. Serán tan certeros que los dos irán a desaparecer dejando atónitos a los tres testigos del banco. Los espectros se materializarán a kilómetros de distancia en casas ajenas, transformados por la teletransportación sin recordar muy bien lo sucedido. Las tres señoras se mirarán sorprendidas y se levantarán rápidamente para tratar de olvidar esa visión extraña de ciencia ficción sacada de la cabeza del fotógrafo que desde lo alto de una colina guardará como un tesoro la prueba del duelo de los celulares.
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