Parques y visitantes
jueves, 01 octubre 2009
Estaba sentado en la terraza de la cafetería de mi trabajo que da a un parque público cuando noté una cantidad de cuervos y cornejas que se posaban en los techos y ramas cercanas o volaban muy bajo y cerca de mi lugar. Pensé en la película Los pájaros de Hitchcock hasta que me di cuenta de que era un señor que se paseaba con su perro y una bolsa llena de pan de la que daba de comer a esos pájaros. Por eso lo seguían, ya que aparentemente estaban acostumbrados a verlo. Ya lo he visto más de dos veces.
Otra persona que viene al mismo parque regularmente es una señora mayor que cojea y se pasea con dos perros: uno grande y uno chico, de razas diferentes. Se instala en un rincón donde los árboles y arbustos la protegen y mientras hace correr a sus compañeros enviándoles una pelota o un palo para que se lo traigan, se pone a practicar gimnasia levantando los brazos o ejercitando el cuerpo. La llevo viendo desde hace más tiempo.
Un señor que solía venir también con su perro y una pelota roja para que corriera detrás de ella hasta que quedaba cansado no ha vuelto o puede que solo ha cambiado sus horarios. El perrito no paraba de ir y venir y pedirle a su amo que volviera a comenzar. Una vez casualmente vi a un policía suizo que se acercó a decirle algo y por lo que vi desde lejos deduje que era para decirle que los perros debían estar amarrados.
Así hay mucha gente que tiene sus costumbres y atraen a los animales generalmente para darles de comer, ya sean pájaros o ardillas. Una vez vi en París a un señor que tenía varios gorriones comiendo en sus manos. Se ponía migajas de pan en la palma de las manos, se quedaba inmóvil y las aves se acercaban a comer recelosas y listas a salir volando al mínimo movimiento que percibieran a su alrededor. En Roma vi mucha gente que iba a parques a dar de comer a los numerosos gatos que se pasean por las calles. Una de las cosas que más me impresionaron cuando estuve en Buenos Aires fueron los paseadores de perros que andan con diez o más animales por las calles para llevarlos a pasear a parques por encargo de los dueños, pues es un trabajo pago.
Esos parques y sus visitantes me hacen recordar lo mucho de animalidad que tenemos los seres humanos.
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