Insólito húngaro
domingo, 27 junio 2010
El profesor István Aranyosi Szilágyi, experto en fenómenos naturales extraordinarios, llegó a Rákóczifalva un lunes temprano por la mañana. Venía de la Universidad de Budapest tras recorrer los cien kilómetros de distancia repasando el caso que le habían encargado. Tenía que ir a una casa a las afueras de la localidad donde una tal Szilvia los había llamado pidiendo ayuda. La casa quedaba a la orilla de un lago. El viento fuerte parecía aumentar a medida que se acercaba al destino. István bajó el material indispensable para las mediciones y para la entrevista de la mujer. La señora de casi ochenta años le abrió la puerta.
«Téngase fuerte pues el viento es muy peligroso aquí», dijo invitándolo a entrar. «Vayamos al grano. Vea usted. Aquí hay algo muy raro. Con los años se ha vuelto casi imposible salir tranquilos a pasear. El viento se concentra con fuerza por ráfagas y se lleva las cosas volando sin piedad. Primero fueron las lluvias de ranas, después los pájaros que no podían aterrizar, los gatos que se quedaban en las cimas de los árboles y los perros que iban a caer a las casas vecinas a veces sobre los techos. Lo peor fue cuando a mi esposo se lo llevó un vendaval regresando de una fiesta con sus amigotes. Venía tan borracho como siempre. Lo vi tambalearse por la calle y agarrarse a los árboles y postes de la calle antes de entrar cuando el viento se lo llevó volando y dos días después apareció ahogado en el lago. Eso pasó hace cuatro años exactamente, pero no me pienso ir a ninguna parte. Moriré aquí pase lo que pase», explicó.
«Deben de ser los cumulonimbos característicos de esta zona que se concentran entre las montañas que nos rodean y se encajonan por el valle en esta dirección. Desde que abrieron los túneles para la autopista se forman remolinos de viento como si fuera agua que se escapa por un sifón. Pueden ser muy fuertes como usted lo ha notado. ¿Puedo salir a medir la fuerza y dirección del viento?», preguntó. «Sí, claro. A eso vino, ¿no? Pero tenga mucho cuidado. Agárrese con fuerza de lo que pueda», contestó la señora acompañándolo a la puerta.
Él se sentó en un banco y se puso unos zapatos de plomo. La mujer llamó al perro y lo agarró de un collar fuertemente. Salieron al jardín donde el experto empezó a instalar sus aparatos. En esas estaba cuando llegó un ventarrón que arrancó aparatos y experto por los aires. La mujer apenas tuvo tiempo de regresar corriendo a su casa a protegerse con su perro. «¡Otro experto que sale volando antes de poder medir y encontrar la solución a esta situación tan extraña! Ya van cinco con este. A ver si el próximo que me envíen sirve para algo», refunfuñó Szilvia mirando por la ventana sin ver rastro de István.
Inpirado en http://actualidad.orange.es/insolito/lluvia_de_ranas_en_u...
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