Cartas de otro tiempo
viernes, 18 febrero 2011
Me parece ver a mi abuelo leyendo en voz alta una carta recibida de mi tío que vivía en Nueva York. Era como un cuento fantástico. Uno se imaginaba esa gran ciudad a partir de fotos, postales o películas que había visto o con las anécdotas que familiares que habían estado allá nos contaban. Era la magia de la lectura, pero de primera mano. Cuando las llamadas telefónicas de larga distancia bajaron de precio, reemplazaron parcialmente las cartas y se perdió un poco de la magia. Las cartas en papel tenían la ventaja de que se podían releer y guardar fácilmente.
Llegando a Francia esa fue la manera de comunicarme con mi casa durante años. Una carta tomaba una semana para viajar entre Francia y Bogotá. Me cuentan que en mi casa se reían de mis errores ortográficos, lexicales y hasta gramaticales que fueron apareciendo a medida que pasaba el tiempo y el idioma francés me influenciaba más y más. Me encantaba recibir correo de mi familia o amigos. Todavía guardo muchas en casa. Hasta me he topado con una vieja postal o un telegrama escondidos en algún libro.
Con las nuevas tecnologías y su avalancha permanente de correo electrónico ya no quedan muchas copias de la correspondencia fáciles de manipular. Cuanta más información nos llega, menos informados estamos por la sobresaturación y la imposibilidad de leerlo todo. Si además la función de búsqueda electrónica en el buzón de correo funciona mal, estamos perdidos. Eso es lo que me está pasando con la búsqueda del mío.
1 comment
Sí, Nelson. Dices algo que creo que dijo Umberto Eco: el exceso de información es falta de información. Si lees 5 periódicos al día te enteras menos de que si lees 1. El ejemplo se ve más claro si escuchas 5 emisoras de radio a la vez y en el fondo es casi lo mismo.
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