A flor de piel la piel de Flor
lunes, 30 mayo 2011
Me senté en la cafetería a esperarlo. Me emocionaba poder darle la noticia de que íbamos a tener un hijo, que estaba segura, que no necesitaba pruebas de laboratorio, que algo indescriptible me había llenado de sensaciones mi cuerpo entero. Lo vi entrar y dirigirse a mí. Sonreí y por poco me levanto y corro hacia él.
Estaba como si acabara de salir del salón de belleza con peinado nuevo, como si estuviera de cumpleaños y esperara felicitaciones, como si hubiera llegado a una fiesta de gala con vestido deportivo o a una fiesta informal con corbata, como si anduviera por la calle con disfraz de carnaval, como si me hubiera puesto una media de un color y otra de otro, como si entrara al vestuario de hombres y los encontrara desnudos y yo muy vestida sin saber qué camino coger, como si fuera la mujer barbuda en el circo o peor como si recién me hubiera afeitado una larga barba y me hubiera dejado crecer las canas.
Esperaba comentario de cualquiera, miradas insistentes e inquisidoras por doquier, el primer mensaje electrónico que me llegara lo interpretaría al revés, el timbre de cualquier teléfono parecería que saliera del mío, hasta los periódicos contenían títulos en letra gorda relacionados conmigo. Tenía un ego enorme que no me cabía en el cuerpo, me sentía la mujer más importante del planeta.
Me educaron al viejo estilo que hace que las mujeres coquetean pero esperan que el hombre dé el primer paso, que sean cortejadas. Por eso me pinto con exageración, me hecho casi un frasco completo del mismo perfume todos los días, me pongo ropa ceñida y de colores impactantes a pesar de mis gorditos y kilos de exceso. Me gustan los verdaderos machos feministas. Me encantaría poder tener uno en casa para mimarlo, darle todo el gusto que quiera, cocinarle mis mejores recetas y plancharle sus camisas, en vez de estar sola.
Me miró un poco extrañado como si yo fuera transparente, de vidrio o tal vez de plástico traslúcido. Sentí que sus ojos me atravesaban por encima de mis hombros. Cuando pasó casi rozándome y siguió su camino, mi cara y mi cuerpo siguieron su movimiento. Ahí estaba ella esperándolo como siempre y para mí solo disimulos e indiferencias. Mi embarazo sicológico se iba a convertir en aborto sicopático, mi amor platónico estaba por cambiar de blanco, mis sueños eróticos no se realizarían jamás con él, mi desprecio iba a ser terrible.
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