La hojarasca
sábado, 01 agosto 2015
Estoy siguiendo este curso virtual de seis semanas sobre la obra de Gabriel García Márquez: https://www.futurelearn.com/courses/macondo-gabriel-garci...
Me parece bien hecho e interesante. Hemos comenzado con la lectura de su primera novela La hojarasca que leí (así como todos sus libros) hace mucho tiempo. Creo que fue en 1970 cuando terminaba mi bachillerato en Ibagué. La edición que tengo es de 1969.
Me ha gustado releerla después de tantos años. Es sorprendente ver cómo el autor tenía muy claro Macondo mucho antes de escribir Cien años de soledad. Lo principal de esta primera lección del curso es el estudio de la estructura de la novela, el tema del dilema ético y la presentación de Macondo.
Muchas frases y expresiones resonaron en mi mente recordándome à mis propios abuelos, tíos, padres y la mentalidad de su época. La palabra de honor era un valor esencial que hoy parece haber pasado a un segundo plano.
Volviendo a leer su prólogo (que ya habia olvidado) me doy cuenta de que describe lo que pasa en los pueblos que se ven invadidos de forasteros atraídos por alguna nueva oportunidad de ganarse la vida: las bananeras en la Costa, la construcción de una represa en el río Magdalena, la búsqueda de plata en Potosí. Ahí está resumida la atmósfera de Macondo y las expectativas de sus antiguos habitantes.
La descripción de Macondo invadida por la hojarasca me recordó también el cuento de Cortázar, Casa tomada, en el que los dueños de una casa en Buenos Aires terminan abandonándola por culpa de unos invasores. Esa casa es como un Macondo miniatura. Cortázar la describe así:
Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia. Ver: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/cortazar/cas...
Se puede extrapolar a la situación actual en Europa, donde los inmigrantes están cruzando peligrosamente el Mar Mediterráneo o el Canal de la Mancha tratando de encontrar una vida mejor. He oído a gente aquí decir que no reconocen su país, como esas personas en Macondo.
A raíz del dilema ético de enterrar o no al muerto y del final abierto de la novela, se me ha ocurrido un paralelo con lo que sucede hoy en Colombia con respecto al los diálogos de paz con las FARC. Aquí el muerto es el interminable conflicto armado con la guerrilla en el que nadie gana y todos pierden. Los colombianos están divididos: unos quieren enterrar la guerra y pasar à una nueva etapa de la historia, otros no perdonan nada en absoluto y quieren continuar esa lucha fratricida hasta el final de los tiempos dejando ese muerto sin sepultura como escarmiento. No conocemos el final de esta otra tragedia.
La novela habla del respeto de la palabra dada, de la promesa y compromiso que tomó verbalmente el coronel y no puede dejar de cumplir.
Debe haber consenso general para que la vida en sociedad sea posible, pero también es esencial que haya conflictos para que la sociedad evolucione y no muera anquilosada. En cierta forma es lo que le pasó a la China hace siglos cuando creyeron que habían llegado al máximo desarrollo y no podrían cambiar más.
La frase del coronel «Creo a Macondo capaz de todo después de lo que he visto en lo que va corrido de este siglo» refleja la vision del mundo de un militar durante la Guerra de los Mil Días, lo mismo que su contacto con la gente que vino con la hojarasca y transformó a Macondo.
Estar o no de acuerdo con lo que piensa la mayoría y actuar en consecuencia es algo que vivimos a diario a veces sin darnos cuenta. Actuar cuando no estamos de acuerdo es el verdadero problema y dilema. Hasta los mayores criminales encuentran justificación para sus actos. Para tener la conciencia tranquila es mejor seguir precisamente su propia conciencia. El temor a las consecuencias es lo que hace que muchas personas sigan la opinión mayoritaria. Por eso al final de las guerras cuando ya se conoce quienes son los vencedores, aparece mucha gente que aunque no estaba con ellos, ahora se reivindican de sus ideas.
Me he atrevido a escribir un capítulo más donde imagino cómo reaccionará el pueblo a la salida del cortejo fúnebre
Desde sus ventanas, puertas, aceras y plazas, el pueblo, en vez de dormir siesta, nos observa cuando salimos de la casa. Los cuatro indios llevan el féretro como si fuera un santo en procesión de Semana Santa. Los sigo cojeando y apoyado en mi bastón. Siento el sudor que me baja por la espalda. El sol está más fuerte que nunca. Isabel y el niño vienen detrás de mí. El alcalde con el revolver en la mano cierra el paso acompañado por su ayudante. El tiempo parece eterno, detenido. Tengo la impresión de que un tiro va a sonar y uno de nosotros va a caer muerto sin remedio.
Las mujeres curiosas fisgonean desde las ventanas. Parece que las acompañaran todas las ánimas de sus familias a sus espaldas. A medida que avanzamos y pasamos frente a ellas, van cerrando las ventanas. Las puertas también se cierran de golpe a nuestro paso. Los hombres se alejan por las calles polvorientas como si apestáramos. Macondo mismo se aleja por las calles como si la hojarasca hubiera venido hoy a borrar todo rastro de vida en el pueblo. Me imagino con mi vestido de novia dentro de ese féretro camino al cementerio.
Los alacarvanes están cantando...
Más información: https://es.wikipedia.org/wiki/La_hojarasca
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