Desvanecimiento
sábado, 16 enero 2016
Se despertó tirado de espaldas en el suelo de la cocina. Miró a su alrededor en la penumbra nocturna sin darse cuenta de lo que había pasado. Un vaso roto yacía cerca de su cabeza. Se sentó despacio para recoger los trozos de vidrio poniéndolos en un montón menos peligroso. Se levantó lentamente con ellos para tirarlos en la bolsa de los reciclables en el balcón. Notó un silencio de invierno. Todo estaba blanco por la nieve fresca que recubría el campo.
Todavía estaba mareado pero los escalofríos le habían pasado. Se vio sentado a la salida del baño donde también se había caído después de unos retorcijones que le revolvían los intestinos. Recordó que había bajado las escaleras tambaleándose para buscar algo en la cocina. ¿Qué era?
La sangre le volvía al cerebro y con ella las ideas. Recordó que la tempestad de nieve no lo había dejado salir de su casa, que los teléfonos no funcionaban, que su esposa estaba por dar a luz y que no tenían más remedio que parir en casa.
Recordó que estaba en el cuarto de arriba cuando a fuerza de subir y bajar las escaleras por agua caliente, toallas, sábanas, lonas de plástico, hules, platones, abanicos, linternas, compresas, tijeras, desinfectantes, bebidas y alimentos energéticos, un calentador eléctrico y toda la parafernalia, pero él sin comer ni beber nada se estaba mareando.
Entonces como un relámpago subió corriendo para ver qué había pasado. Fue entonces que descubrió que ya eran padres y todo había salido bien, de la forma más natural. Un verdadero regalo de Navidad.
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