Relato de viaje
miércoles, 15 junio 2016
Fue durante el vuelo UA1069 Bogotá-Nueva York que vi a mi vecino frotarse nerviosamente las manos junto a sus oídos para probar la nueva pila de su audífono, pues la presión de la cabina por la altitud del avión lo había dejado temporalmente sordo. Es que viajar solo a casi noventa y ocho años de edad es riesgoso y quizás no pueda volver a pasar el invierno en Colombia como de costumbre. El fin de semana anterior se había lastimado la rodilla derecha al caer al piso tras trastabillar en un adoquín mal puesto camino de la misa en la iglesia. Tantos favores que le ha consentido la providencia son de agradecer regularmente con oraciones, me dijo y que si tuviéramos más tiempo me contaría muchos milagros que obtuvo por su fe en Dios.
Fue a los cincuenta y tres años de edad que tuvo que ir a probar fortuna a Nueva York, sin saber inglés, sin amigos en esas lejanas tierras gringas, como consecuencia de haber quedado en bancarrota por culpa de la baja de precios del café y banano, los productos que comerciaba. Con una familia de ocho hijos que mantener, no tenía más remedio que jugársela toda en ese intento. Comenzó de barrendero en un hospital y terminó de asistente de los instrumentistas en la sala de operaciones. Fue una nueva y larga vida de trabajo duro que le permitió llevar a toda su familia a ese nuevo país que tanto le ayudó.
Como uno de sus hijos trabaja en una compañía aérea, puede viajar gratis aunque le toque ponerse en lista de espera y salir cuando haya puesto, claro que tiene derecho a más kilos de equipaje. Una hija vive en Colombia pero el resto está en Estados Unidos. Lamentaba que su esposa hubiera muerto hace unos años, aunque disfrutaron mucho tiempo juntos después de que se jubiló y aprovecharon para recorrer el mundo. Los apartamentos que tiene en Nueva York le impiden estar lejos mucho tiempo. Hay que estar pendiente de lo que pueda pasar, comentó.
Le ayudé allenar el formulario de inmigración y a bajar la maleta. El susto le había pasado cuando recuperó el oído pues encontrarse sordo hubiera sido muy complicado para comunicarse con la gente del aeropuerto y con alguno de sus hijos. Cuando lo vi alejarse en la silla de ruedas en el aeropuerto de Nueva York, me quedé pensando en personas que conozco con menos años que él y con menos ánimo para vivir o menos suerte con la salud y el estado de ánimo. Admirable.
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