El cochecito de Rosa
sábado, 08 diciembre 2018
La vi cuando yo salía del café restaurante La Maison Rose con mi hijo encima de mis hombros. Acababa de hablar con Raymond, el propietario del lugar, una vez más, para continuar de documentarme sobre la historia del antiguo edificio para un libro que me encargó la alcaldía de la ciudad.
Ella subía por la Rue de l'Abreuvoir empujando a su hijo en su cochecito. La reconocí de inmediato a pesar de estar todavía absorto ordenando en mi mente la historia de la casa inaugurada por Germaine Pichot en 1905 como cantina de Montmartre frecuentada por varias generaciones de artistas, Picasso, Modigliani, luego Piaf, Barbara, Aznavour, Nougaro, Brel o Camus.
No sé si ella me había visto y había mirado a otro lado esquivándome o si realmente estaba distraída observando el otro lado de la calle. Quizás yo haya cambiado más que ella físicamente. En todo caso el lugar parece igual que antes lleno de turistas o artistas anónimos que puede que algún día sean famosos pero que ahora nos cruzamos sin saberlo.
Pensé en llamarla e invitarla a tomar algo en nuestro antiguo lugar preferido de encuentros amorosos. Eramos solteros, estudiantes de Bellas Artes. Ella se especializó en decoración y yo en fotografía. Aquí solíamos encontrarnos para soñar con nuestro futuro juntos en la Ciudad Luz. El tiempo parecía detenerse y los proyectos eran maravillosos.
Mi hijo me tiró del pelo y me indicó el parque infantil donde siempre lo llevo a jugar con otros niños. La realidad estaba de nuevo frente a mí. Entonces la dejé continuar su camino para no revivir momentos pasados que no volverán. La alegría de mi niño jugando con arena me recordó el nuevo proyecto que me ocupa e interesa hoy.
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