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Este fin de semana tuve una sorpresa en el supermercado que me recordó el viejo cuento del tipo que perdió el avión por andar disfrazándose para comprobar si una báscula lo reconocía o no mientras esperaba su vuelo en el aeropuerto. Fue en la venta de frutas y legumbres. Hace tiempo no iba a ese supermercado. En una época tenían máquinas con una cantidad enorme de teclas, cada una con el nombre y dibujo de los productos disponibles. Los clientes éramos libres de pesar y marcar las bolsas y el almacén se ahorraba tener a alguien ocupado en esa tarea. Últimamente la habían reemplazado...

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