Borrachera
jueves, 08 septiembre 2011
Era el principio del fin. «Le juro por lo que más quiera que no tengo nada que ver en este asunto, señor abogado», dijo con un simple juramento, pero la resaca era tan fuerte que no se daba cuenta de lo que decía. «Veamos. ¿Puedo usar su teléfono?», contestó el jurista mostrándole el aparato. Llamó al contestador telefónico. El mensaje grabado decía simplemente: «¡Socorro!» El abogado escribió el teléfono de la persona que llamaba y confrontándolo con sus notas comprobó que era el mismo número. «Dígame la verdad. Tengo la prueba de que una mujer asesinada lo llamó a usted justo antes de morir. Así pudimos localizarlo a usted», refutó el abogado. «No, llamaría al dueño de ese teléfono que robé anoche en el metro. Salí corriendo con su cartera, compré una botella de ron y me emborraché. No recuerdo nada más. ¡Ayúdeme!», suplicó.
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