Aniversario
domingo, 11 septiembre 2011
Creo que, excluyendo los menores de diecisiete años, todo el mundo recuerda lo que estaba haciendo hace diez años cuando derribaron las Torres Gemelas en Nueva York.
Yo estaba en mi oficina y la noticia me llegó por correo electrónico en un mensaje enigmático de un amigo, que decía simplemente: ¿Ya viste lo que está pasando en Nueva York? No supe nada más pues el correo electrónico se puso a funcionar mal y no pudo darme más explicaciones. Traté de conectarme a los sitios web de los periódicos pero la comunicación estaba tan congestionada que no logré entrar. Salí al corredor de mi oficina para preguntarle a algún colega, pero solo uno que tenía una radio en su despacho logró obtener la primera información y así fue como paulatinamente nos fuimos dando cuenta del horror.
Claro que en una guerra hay muchos más muertos como los que murieron en Iraq o en Afganistán después. Fueron muchos más que en las torres. Era la primera vez (y espero que la última) que un atentado de esa magnitud sucedía y fue muy impresionante. Era como revivir lo de los kamikazes japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo se puede ser fanático al punto de convertirse en bomba humana por una causa político-religiosa?
De repente los musulmanes se convirtieron para occidente en los malos, como los nazis en la guerra mundial o los comunistas durante la Guerra Fría. La explicación era que si un musulmán moría en una guerra santa contra el occidente iría directamente al paraíso. Últimamente he oído musulmanes decir que no es cierto, que una persona que mata tantos inocentes de esa manera no puede ir al paraíso. De manera que los buenos y los malos se diferencian en la interpretación de mártir y de entrada al paraíso. Como nadie me puede demostrar que el paraíso existe, esos argumentos ni me van ni me vienen. Eso sí, me alegra que entre los mismos musulmanes se cuestione atentados terroristas en nombre de Dios, siendo que el nombre de la religión musulmana en árabe de la mismo familia que la palabra paz.
Todo cambió a partir de entonces empujándonos por fin al siglo XXI. Ojalá el mundo se mejore para bienestar de la humanidad y que la riqueza no quede en manos de tan poca gente dejando a tantos en la miseria y abonando el terreno para el terrorismo. Ojalá que dentro de diez años no tengamos que estar conmemorando otros nuevos atentados de ese tipo. Al menos las revoluciones del mundo árabe me dan esperanza y optimismo.
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