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domingo, 29 noviembre 2020

De epidemias y pandemias

NV-IMP1025.jpegEsta loca pandemia me ha hecho pensar en la actitud de la humanidad ante la ciencia, la lógica y la racionalidad. Demócrito, hace veinticuatro siglos, describió el mundo como una composición de átomos y vacío. Eratóstenes, hace unos veintidós siglos, calculó la circunferencia de la Tierra con gran precisión. Durante demasiado tiempo se ignoraron esos descubrimientos que hoy los científicos reconocen. Sin embargo, todavía hay gente ignorante que cree que la Tierra es plana.

Durante las grandes pestes la gente reutilizaba la ropa de los muertos y así se infectaban. Cuando los médicos empezaron a sospechar del peligro de esa práctica, empezaron a quemar la ropa de los muertos. La gente no estaba contenta y los acusaba de brujería. Creían que el problema era el lugar, de ahí el nombre de epidemia. Huían de los focos de infección sin saber que transportaban con ellos la enfermedad a otros lados. Conocí a personas en los años 80 que se negaban a usar condones para prevenir la propagación del sida. ¿Habrán sobrevivido?

Uno de los problemas con la epidemia de ébola en África era que la gente tenía la costumbre de tocar a los muertos, con lo que se contaminaban de inmediato. No había manera de convencerlos de dejar esa costumbre. Mucha gente, empezando por el presidente Trump, no cree en el cambio climático a pesar de las pruebas científicas y la realidad que nos alcanza.

Por todo eso, no es de extrañar que haya gente que no crea en el coronavirus, ni en las vacunas, y no participen en el esfuerzo colectivo que deberíamos hacer para contenerlo y eliminarlo. El común de los mortales no entiende cómo funciona la ciencia, ni que un virus nada tiene que ver con la política ni la libertad individual.

No es cuestión de creer en la ciencia a ciegas. Al contrario, el método científico parte de la duda, de la experiencia y de la verificación de hipótesis. Por eso la ciencia evoluciona y lo que estableció en un momento puede ser reemplazado por nuevas verdades, que a su vez podrán cambiar si es necesario.

¿A qué viene todo esto? Resulta que es la primera vez que vuelvo a tener ganas y fuerzas para escribir en este mes de confinamiento francés y de segunda ola de contaminación. La razón principal es que nos dio la COVID-19 a pesar de todos los cuidados que hemos tenido. No sabemos cómo, aunque tenemos sospechas. El lunes 2 de noviembre nos pusimos la vacuna contra la gripe invernal, como ya es costumbre desde hace años. A partir del 3 empecé a tener fiebre, dolores, escalofríos, falta de apetito y debilidad. Nunca perdí el gusto, ni el olfato. Fueron altos y bajos.

Dejé pasar la primera semana pensando que fuera una reacción muy fuerte a la vacuna. La segunda semana empecé a tener tos y un poco de falta de aire. Recordé los síntomas que tuve hace como treinta años con un resfriado mal cuidado que se me convirtió en pulmonía. En la farmacia me dieron un jarabe para la tos y me aconsejaron ir al médico. Por suerte conseguí una cita con el médico de urgencias el sábado. Me auscultó y encontró que el pulmón derecho estaba afectado. Me recetó antibióticos, un antipirético y un antitusivo. Me ordenó tomarme la prueba PCR del coronavirus.

El lunes mismo supe que había salido positivo. Mi esposa fue el martes y también resultó positiva. Una radiografía pulmonar mostró que mis dos pulmones estaban afectados. Nos quedamos en cuarentena. Nuestro médico generalista, que por fin pudo recibirnos, completó el tratamiento. Poco a poco nos fuimos mejorando con la suerte de no haber tenido que ser internados en el hospital o necesitar oxígeno. Fue un gran susto. La ventaja que tenemos ahora es que normalmente vamos a estar inmunizados entre tres a seis meses. Ojalá salga una vacuna eficaz y segura para parar esta pandemia.

Por suerte resistimos bien a la enfermedad gracias al buen estado de salud de nuestros organismos. De todas formas, nos toca seguir cuidándonos. Esta pandemia nos ha recordado que somos mortales.

Total, somos simples seres humanos con todas sus imperfecciones. No somos ángeles, ni superhéroes. Nos parecemos más a un banco de peces o a un grupo de suricatas que aparentemente se protegen viviendo en comunidad, pero que en realidad son seres egoístas que piensan cada uno solo en salvar su propio pellejo. Seguimos como en los tiempos del Imperio Romano: pan y circo. Con las teorías del complot, las falsas noticias, las manipulaciones de los medios sociales y la credulidad a todo lo que nos llega y reenviamos sin verificar, vamos muy mal.

17:54 Anotado en Elucubraciones | Permalink | Comentarios (0) | Tags: salud, ciencia