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sábado, 18 junio 2016

El otoño del patriarca

gabriel garcía márquez,literatura,cursosLeí este libro hace tanto tiempo (como treinta años) que ya había olvidado su estilo hecho de frases muy largas sin diálogos y con cambios de perspectiva del narrador que hay que seguir con atención para no perderse. Es como leer esos textos donde las letras están trastocadas o una imagen de un texto en un espejo o una página vista al revés o un texto sin espacios. Está claro que el lenguaje es un personaje más en esta novela, quizás el principal.

Me sorprende la coherencia de esta obra creada en épocas en que el computador personal no existía y no podía ayudarle a volver a encontrar fragmentos ya escritos en esas larguísimas frases. Hasta a uno le cuesta trabajo encontrar algo ya leído un par de páginas antes o una palabra que no tuvo tiempo de buscar en el diccionario. Supongo que los tantos nombres de embajadores gringos no se repiten y que Nicanor ni Zacarías sean los nombres del patriarca sin nombre. Me imagino lo difícil que ha debido de ser la traducción de este libro con ese vocabulario tan particular, por ejemplo la mezcla de español antiguo y moderno en la llegada de Colón y esos genitivos que se encadenan peligrosamente y han de verse reflejados como en ruso o árabe.

Preparar una novela que muestre la soledad del poder, que todo tiene su fin hasta un dictador tan sanguinario, poderoso y longevo y que fuera original e impactante ha sido un enorme reto. Esa permanencia solitaria y casi eterna está expresada en las primeras páginas de la novela cuando dice: «ningún mortal lo había visto desde los tiempos del vómito negro, y sin embargo sabíamos que estaba ahí, lo sabíamos porque el mundo seguía, la vida seguía, el correo llegaba, la banda municipal tocaba la retreta de valses bobos de los sábados bajo las palmeras polvorientas y los faroles mustios de la Plaza de Armas, y otros músicos viejos reemplazaban en la banda a los músicos muertos».

En El otoño del patriarca el espacio es todo un país en vez de un pueblo como en los relatos de La cándida Eréndira. La geografía juega un papel en la historia como cuando se llevan el mar o se recorre el país por toda sus regiones desde los altos páramos hasta la costa y selva. Fenómenos naturales asolan el país. Los gobiernos extranjeros negocian con el general ya sea con sus embajadores o representantes del papa. La deuda externa y la corrupción dejan al país tan pobre como siempre ya sea en tiempos de guerra o de paz, con ministros civiles o militares. En otras palabras el extranjero cambia o influye en el país a través del general que es en últimas quien acepta y ordena.

La novela trata el tema del poder y de las dictaduras en una época en que muchos países latinoamericanos sufrían bajo el yugo de militares. Me recordó La divina comedia que también critica el poder de la iglesia, de los ricos y de los políticos de su época. En el canto XXX que trata de los condenados por traición en el infierno, cuando Ugolino muere con sus hijos de inanición encerrado en una torre, Dante escribe «¡Ah, Genoveses! hombres mixturados, de usos diversos, llenos de magaña, ¿por qué no sois del mundo desterrados?». Por su lado el Patriarca critica a los gringos cuando se llevan el mar diciendo «eran ellos los que pensaban las órdenes que me hacían firmar, […] le hacían creer a la gente que la vida era fácil, […] que todo se consigue con plata, […] que la patria es un negocio y que el espíritu del honor era una vaina inventada». En otra novela de dictadores, el Tirano Banderas, me llamó la atención que la moneda tiene varios nombres como para despistar al lector y no dejarlo situar la acción en un país en particular.

Después del poder y la historia, el amor es un tema secundario e interesante, pero no se puede decir que sea una novela de amor. Se me ocurre que el más importante y constante es el amor de Bendición Alvarado por su hijo; ella está presente hasta después de muerta y en los momentos cruciales de la vida del dictador. Él la quiere tanto que busca convertirla en santa. Otro amor que aparece es el carnal y superficial que el Patriarca practica con sus concubinas a quienes ataca por sorpresa en actos animales sin pudor y sin satisfacción real; de ellas tiene muchos hijos, todos sietemesinos. El general tiene otros dos amores en su vida: el platónico por la reina de belleza Manuela Sánchez y el amor por su única esposa la exmonja Leticia Nazareno. El amor le da un toque más humano al general, pues en el ejercicio de su poder desmesurado es implacable y cruel. El último amor que le queda de viejo senil es con las jovencitas alumnas del colegio vecino, pero ya casi impotente no puede más que acariciarlas y tratarlas como si fueran muñecas. De resto nadie lo ama, fuera de unos pocos que lloran sus dos muertes. En general sus ministros, sus militares y el mismo pueblo quieren su muerte.

Al comienzo el dictador aparece muerto en su palacio abandonado y nadie recuerda cómo era en realidad pues había dejado de ser visto desde hacía años. Es un viejo déspota que tiene un harem en su palacio e hijos sietemesinos que ya no sabe de quién son, se comporta como un animal con sus ataques sorpresa a la hora de la siesta con sus mujeres. Se le ve vestido de militar, cuenta la gente que tenía los ojos tristes, taciturnos, los labios pálidos, la mano pensativa o de novia sensitiva que va diciendo adiós, con una voz autoritaria. No encaja dentro de los parámetros de la normalidad pues siendo viejo, como los demás exdictadores que alberga en su país, sigue ejerciendo el poder sin dejarse de nadie. Lo que más me impactó fue su longevidad exagerada y su aislamiento.

La importancia desmesurada del personaje se puede ver en este pasaje: «[...]Patricio Aragonés [su doble perfecto] se convirtió en el doble esencial del poder […] y él dispuso de más tiempo para ocuparse de las fuerzas armadas […] porque eran su enemigo natural más temible». Con su malicia logra dominarlos, en una aplicación perfecta del «divide y conquistarás» que funciona de maravillas. Si no pueden hacer nada contra él, menos el pueblo. La tranquilidad viene de su doble y del fiel general Rodrigo de Aguilar.

Gabriel García Márquez estaba muy inspirado pues parece que anticipara los falso positivos en Colombia, los estudiantes muertos en México o la mujer de Ben Ali en Túnez o el fin de Fidel Castro en Cuba o el fin de los Ceaușescu y tantos dictadores más. Hasta la muerte de Evita Perón y el entierro del presidente Olaya Herrera parecen retratados en esta novela.

En el pasaje sobre la llegada de Colón, García Márquez se divierte jugando con el español antiguo de esa época y el moderno poniendo dellos en vez de de ellos y mostrando la diferencia de vocabulario de la época con el actual poniendo en paralelo las palabras del almirante y las americanas: el mar, el calor, guacamaya, cayuco, arpón, sábalo frente a la mar, la calor, papagayo, almadía, azagaya, peçe. Es decir se imagina lo que los indígenas han podido haber pensado en el momento del encuentro. De alguna manera muestra irónicamente que América ya existía por sí sola antes del «descubrimiento».

Otro caso de intertextualidad es cuando el general escucha el poema La marcha triunfal de Rubén Darío y queda perturbado por la belleza y fuerza del poema. García Márquez juega de nuevo con el vocabulario, el ritmo y tema del texto para darle un giro y resaltar los sentimientos del dictador. Repite los nombres y adjetivos del poeta (claros clarines, arcos triunfales, negros mastines, rudos penachos, jóvenes fieros, rojo verano, gélido invierno) para luego jugar con sus propios pares en el mundo del patriarca (largos delirios, estruendo sísmico, golpes marciales) para terminar en la explosión del atentado que es como el cortejo que anuncia el poema. Muestra dos aspectos contradictorios del mundo militar a lo largo de la historia. Por un lado ese llamado al pueblo a luchar por la patria y por otro la opresión del pueblo por la dictadura militar.

En estos años que separan mi primera lectura de la segunda de hoy, he cambiado y he releído con otros ojos esta excelente novela. Creo que seguirá siendo válida por mucho tiempo ya que los excesos del poder no parecen dejar de existir.

#Flgarciamarquez

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