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sábado, 14 enero 2012

El hilo de la vida

NV-IMP792.JPGAnoche vi un documental sobre Boris Vian, ese famoso francés polivalente que fue músico, poeta, escritor, cantautor, pintor, ingeniero, periodista, traductor, anarquista y un poco loco, que me permitió conocer un panorama completo de su vida. Lo conocía muy superficialmente por sus libros y canciones que curiosamente tuvieron más éxito después de muerto pues en vida fue muy criticado e incomprendido. Los jóvenes de los años 60 y 70 lo sacaron del olvido. Ahora entiendo mejor su novela famosa L’écume des jours (La espuma de los días). Me dejó pensando en lo efímero de la existencia y lo ilusorio del éxito.

Desde joven sufrió una enfermedad del corazón que no se operaba en esa época y que le fue fatal. Murió en un cine viendo una película basada en uno de sus libros escrito bajo seudónimo y que había sido escandaloso. Él no estaba de acuerdo con el director pero no pudo evitar que lo realizara. Se puede uno imaginar la emoción con la que vio esa película y que le produjo la muerte a treinta y nueve años por culpa de su débil corazón.

Nació en una familia adinerada pero que tras la crisis de los años treinta perdió todo el dinero y tuvo que luchar para subsistir. Me impresionó ver cómo quería reconocimiento pero no lo logró en vida a pesar de frecuentar el círculo de intelectuales y artistas más famosos de su época.

En este comienzo de año han sucedido muertes y enfermedades en mi círculo cercano familiar y amistoso que suenan como una alarma de incendio o como un reloj que indica que el tiempo pasa, que estamos en fila esperando nuestro turno y que nos distraemos para no pensar en ello. Me da vértigo pensar en las generaciones que se siguen unas a otras, recordar que ayer estaba ocupándome de mis hijos pequeños rodeado de amigos y familiares en la misma tarea, hoy mis hijos están empezando a construir sus nidos y mi generación se ocupa de sus padres enfermos, mañana entraré al mundo de los abuelos dónde nos tocará depender mucho más de los demás y no poder ayudar tanto a los más jóvenes. Veo gente más joven con niños que crecen como champiñones, pero también he conocido últimamente gente muy mayor que aprovecha de la vida gracias a la buena salud y longevidad. Da gusto observar la humanidad que hierbe como una sopa en un caldero.

El ciclo de regeneración humano continúa como el agua cae de las nubes, corre por los ríos y regresa al mar para evaporarse y empezar de nuevo otro viaje. Lo malo es que casi siempre ando tan ocupado en el trabajo y fuera de él que no me doy cuenta del tiempo que pasa cada vez más rápido. Seguramente me repito escribiendo esto, que también debe de formar parte de este ciclo vital terco y absurdo, de este hilo que se puede romper de un momento a otro, de esta cuerda floja por las que vamos caminando y de la que nos podemos caer ya mismo.

domingo, 08 enero 2012

Randulfo, con erre de raro

NV-IMP791.JPGEl siquiatra y el abogado se encontraron en el pasillo de la cárcel. Uno acababa de ver al acusado y el otro iba a visitarlo. Tenían que ponerse de acuerdo en la línea de defensa para el juicio. Randulfo era un cliente difícil de entender, pero no por eso iban a dejarlo sin ayuda.

Desde niño había vivido en un monasterio colgado de la montaña cerca de un pueblito olvidado en la selva. Bajaba al pueblo a vender la producción de frutas y verduras del vergel y huerto monásticos. Las malas lenguas decían que era hijo de los monjes. Era el único intermediario entre los ascetas ermitaños y los comerciantes terrenales pero casi nunca salía de allí donde no llegaba ni radio, ni televisión, ni prensa, ni electricidad. Randulfo no había aprendido a leer y si lo hizo alguna vez, ya se le había olvidado. Vivían como en un paraíso primitivo, en paz consigo mismos, en armonía con el medio ambiente.

Todo cambió desde que un vendedor ambulante perdido en la selva tropical llegó al monasterio por equivocación. Simpatizaron pues le contó maravillas del mundo civilizado. Después de vender a Randulfo la mercancía que llevaba, incluyendo un revólver con sus municiones, se fue, así como llegó, dejándole la mente cargada de sueños. Ahora quería ver si lo que le había contado era cierto, en especial lo de un tal cinematógrafo.

Al poco tiempo, lleno de emoción y nervios, decidió que era hora de ir a conocer la gran ciudad que quedaba a varios días de camino en mula. El trayecto fue largo y agotador. Al llegar por fin al destino preguntó por la sala de cine. Por primera vez en su vida vería una película. Fue una de la India que lo atrapó de inmediato en cuerpo y alma. Se sintió identificado con el bueno que peleaba contra los bandidos por el amor de una hermosa mujer. Los bailes y cantos lo hipnotizaron. Se sintió viajando por el mundo.

Salió contento porque el malo había muerto y la pareja iba a vivir feliz hasta la muerte. Vio que de inmediato pasarían otra película de las mismas. Compró una boleta y se metió de nuevo a la sala oscura. Lo que no le gustó fue ver otra vez al malo que habían matado en la primera película actuando como si nada y haciendo de las suyas. Se levantó enfurecido, sacó la pistola y empezó a disparar a la pantalla para matar por fin al malvado que había resucitado o se había salvado milagrosamente del primer filme.

Los pocos espectadores que estaban en sus butacas reaccionaron de maneras distintas. Unos se tiraron al suelo, otros ni se mosquearon creyendo que eran los disparos de la película y unos pocos más avispados se lanzaron a desarmar al loco espectador. De los tiroteos resultaron dos heridos y un muerto.

«Con mucho trabajo aprendí en mi casa a no decir mentiras, gracias a las muchas palizas que me dieron mis padres, los muchos coscorrones que me pegaron los maestros y los tirones de oreja que me aplicaron los curas. Así le cortaron las alas a mi imaginación y pude vivir tranquilo mucho tiempo», explicó con parsimonia al abogado y al siquiatra Randulfo que ahora se declaraba enemigo del cine y sus embustes y amenazaba con ir a matar al proyeccionista y al dueño de la sala.

domingo, 01 enero 2012

Faltan cinco para las doce

nochevieja2011a.jpgEl año va a terminar. Es una lástima pues ha pasado muy rápido. Hace trece meses decidí dejar de trabajar e irme a dar la vuelta al mundo, ya que los médicos me anunciaron una enfermedad muy rara que va a dejarme paralítico en pocos años. Parece que tiene que ver con los productos que respiré toda la vida. Vendí todo lo que tenía, puse un anuncio en un periódico para buscar acompañante, ya que no me gusta viajar solo. Me presenté así:

No soy muy estudiado por falta de dinero en mi familia. Empecé a trabajar muy joven en carpintería. Soy muy sensible y supersticioso. Nunca me casé, mis familiares más cercanos están muertos o alejados completamente de mi vida. Es decir tengo libertad total.

Recibí muchas ofertas. Escogí a una joven enfermera muy simpática y entusiasta con quien me entendí muy bien.

La primera parte del periplo, que era mi idea original, fue por Europa y Asia, pero no fue la que más me gustó. Preferí el recorrido aconsejado por mi asistente: México, Guatemala, Belice, Honduras y El Salvador. Me encantó sobre todo conocer Calakmul en México, Copán en Honduras, San Andrés en Salvador, Tikal en Guatemala y Altun Ha en Belice. Todos son sitios arqueológicos importantes en la historia de América. Las regiones de Yucatán, Campeche, Chiapas, Tabasco y Quintana Roo también me cambiaron mi forma de ver el mundo.

Lo que aprendí de los mayas me impactó. Eso de que el mundo se va a acabar en la fecha de hoy, me pone la piel de gallina. Aunque parece los extraterrestres van a salvar a los ciento cuarenta y cuatro mil mejores seres humanos llevándoselos a vivir en otro planeta. No creo que forme parte de ese grupo. Por lo tanto me preparo a lo peor. Por eso estoy en este lujosísimo hotel de siete estrellas en Dubai esperando que lleguen las doce de la noche, hoy 21 de diciembre del 2012. Desde aquí podré admirar el fin del mundo.

Ya me gasté todo el dinero que tenía. Hace un par de semanas le pagué muy generosamente a mi acompañante su trabajo y la envié a Francia. No sé para qué le va a servir en tan poco tiempo que le queda a la humanidad, pero estaba muy contenta. Fue ella la que me contó todo lo que había leído en libros de especialistas del mundo maya como José Argüelles, Erik Thomson o Fernando Malkún. No entendí lo del calendario maya Tzolkin, sin embargo me convenció. Parece que mi signo maya es el alacrán y el de ella, el zorro; por eso somos buenos amigos.

Bueno. Ya quedan pocos segundos para media noche. Alzo esta copa de champán a la salud de los humanos que se salvarán de este cataclismo y podrán iniciar una nueva y mejor vida. Claro que si por casualidad, el mundo no se acaba esta noche como predicen, tengo una pistola en el bolsillo para acabar al menos con mi propio mundo.