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sábado, 27 agosto 2011

Todo lo bueno tiene un fin

NV-IMP770.JPGLas dos semanas de vacaciones se acaban. No estuvo mal, aunque parece que hubieran pasado muy rápido. Se me había olvidado que las playas de Niza son de piedra, en realidad guijarros de canto rodado. Tienen la ventaja sobre la arena de darle más claridad al agua y dejar el cuerpo sin huellas de silicio que se pegan en los poros, pero le duelen a uno las plantas de los pies al entrar al agua. Los conocedores llegan con zapatillas plásticas muy prácticas.

La playa que más me gustó fue la de Eze (gracias por el consejo, Georges) pues es tranquila y menos concurrida. La de Menton parecía muy bien de noche, pero al ir de día, ya no nos gustó. Claro que mis hijos se bañan en todas partes. Eso sí, prefirieron Coco Beach, unos acantilados cercanos al puerto marítimo donde podían tirarse al mar desde lo alto. Ni fui a verlos pues me ponen nervioso. Como solo estuvieron una semana con nosotros, estos últimos días han sido más tranquilos.

El jueves en la playa de Eze nos atendió un joven mexicano que se pasa la vida viajando y trabajando en diferentes países. Había mucho ambiente pues dos grupos de rock estaban tocando alternativamente. Eran clientes asiduos. Nos contó que el líder de uno de los dos era un expiloto de fórmula uno. Olvidé su nombre. Parecían hormigas en el bar sirviendo a unos y a otros. También me mostró al cantante Tom Jones que estaba sentado con amigos en un rincón. Después pasó a mi lado ya con sus años avanzados, caminando inseguro, pero creo que era más por los whiskies que se había tomado que por la edad. Mejor no ser famoso ni rico. ¡Ja, ja!

Me aburro en las playas. Eso de estar tirado al sol no me interesa, pero me toca acompañar a mi familia, me meto en el agua de cuando en vez y me quedo leyendo en una silla debajo de un parasol. Esta vez fue el libro de árabe que me acompañó. Además de revisar el libro de clase, empecé a leer Taxi de Khaled Al Khamissi, escrito hace pocos años y que fue traducido en varios idiomas. Tengo la versión original y la traducción al español. Leo primero un párrafo en árabe, entiendo la idea general y luego leo la traducción para completar la comprensión. Es un buen ejercicio que ya he practicado en inglés y ruso. Me tomará mucho tiempo llegar al final, a menos que lo haga sistemáticamente y termine aprendiendo muchas palabras.

08:00 Anotado en Ocio, Recuerdos, Viajes | Permalink | Comentarios (2) | Tags: niza, playa

jueves, 25 agosto 2011

Chagall o Matisse

NV-IMP769.JPG«Aquí tienen tiempo de visitar el museo Chagall o el museo Matisse pero no los dos», dijo el guía. En esa época no sabía mucho sobre esos artistas. Había oído sus nombres y sabía que eran pintores, pero nada más. «Cuál es el mejor de los dos?», preguntó uno de nosotros en un francés muy rudimentario. «¡Ah!, no puedo decirlo. Depende de los gustos de cada persona. Los dos son buenos», contestó. En realidad lo que queríamos preguntar era cuál era el más completo o el más original, pero no hubo tiempo para más preguntas. Ya no me acuerdo si visité uno de los dos o fui a otro lado.

Claro, hace treinta y tres años me expresaba muy mal en francés pues apenas estaba perfeccionándolo. Llegando a Francia no entendía a la gente en la calle. A los políticos en la televisión o a los periodistas en la radio, sí. Como las noticias las repetían (y siguen repitiendo) cada media hora en la mañana, al cabo de un rato entendía más o menos todo. Ver televisión era otro lío, pues no entendía bien las películas al comienzo. Parece todo tan lejano.

Esta vez estuve en los dos museos. Los dos artistas son muy diferentes y si tuviera que escoger, me quedaría con Chagall por sus colores y su mundo. Matisse tiene obras que me gustan a pesar de ser más abstractas, pero creo que lo han copiado mucho y es menos impresionante. De todas formas vale la pena ver obras de estos dos artistas tan conocidos mundialmente y que vivieron y crearon en esta región.

domingo, 21 agosto 2011

GPS o ganas de perderse sistemáticamente

NV-IMP768.JPGMi hijo tiene un amigo que trabaja con él en París y es de Menton. Habían quedado en verse por aquí el viernes por la noche. Nos dijo que iría en tren o en bus. Miré en la Internet qué tal se veía la ciudad. El GPS me indicó que el recorrido tomaba media hora. Como la parte vieja se veía bonita, se me ocurrió que podríamos pasar la tarde allá, dejarlo con sus amigos y regresar por la noche, pero con los jóvenes no se puede planificar.

Mis hijos se fueron a pasear a Niza desde la mañana, se bañaron en el mar, pasearon por la ciudad vieja, nos encontramos para almorzar en una calleja de la Rue du Marché y los dejamos allá mientras volvíamos al apartamento a prepararnos. Estuvimos en la piscina y después ya listos, nada que llegaban.

Como a las ocho aparecieron. Habían vuelto a bañarse al mar pero el celular ya no tenía batería para avisarnos. Pensamos que el viaje a Menton ya no se haría. ¡Qué cuento! Estaban muy animados para ir. Mi hija dudaba en quedarse con él también, pero ir de paseo le llamaba mucho la atención.

Como a las nueve de la noche tomamos camino de Italia. No recordaba bien el orden de las ciudades y pueblos entre Niza y la frontera, pero Menton quedaba cerca. Encendí el GPS y tomé dirección a Mónaco. A mi derecha el mar, a mi izquierda los farallones trepando por las colinas y delante de mí la carretera de cornisas serpenteando entre túneles y puentes.

El aparatejo insistía en hacerme dar media vuelta pero al cabo de unos kilómetros me siguió la corriente y empezó a indicar el camino hacia delante. Claro que el GPS ya no indicaba media hora sino más tiempo pues no íbamos por la autopista como él había propuesto al inicio. Resultó que Menton era la última ciudad antes de la frontera después de pasar por Eze, Mónaco y otros cuantos pueblos más.

Eran más de las diez de la noche cuando nos sentamos a comer en una terraza frente a la playa de piedras cerca de una tarima donde un grupo de jazz animaba la velada. Mi hijo tuvo tiempo de avisar a su amigo que llegaría más tarde. Mientras tanto ya había buscado el camino con su iPhone pues según él no estábamos lejos.

La caja del estacionamiento nos retardó ya que no quería aceptar la tarjeta de crédito. La dirección era Chemin de Sainte Agnès número 940, pero como no aceptó el número exacto, dejé solo el nombre de la calle. Por fin salimos, regresamos por la avenida que bordea el mar siguiendo las instrucciones de los dos aparatos que en ese momento estaban de acuerdo.

El mío a veces toma tiempo en recibir la señal del satélite y a otras se descuadra por algunos metros señalando que está en una calle cuando en realidad estamos en otra. Estoy acostumbrado y por eso verifico a menudo que la calle indicada es la correcta. Por culpa del tráfico no doblé a tiempo según sus instrucciones, pero según mi hijo, su GPS le indicaba otro camino más adelante.

Giré a la derecha y vi en efecto una flecha que indicaba Sainte Agnès, pero no el nombre de la calle. Empezamos a subir las calles que pronto se alejaron del mar y entraron por barrios exteriores. Los números de las casas se acercaban al buscado, pero al llegar a los novecientos no apareció el 940. Media vuelta para ver si habíamos olvidado alguna casa pero nada.

Mi hijo llamó de nuevo a su amigo. Le habló de un estadio que no vimos y del número que no era 940 sino 9400. Le nombramos las calles donde estábamos pero no las reconoció. Volví a mirar mi GPS y me di cuenta de que no indicaba el famoso Chemin de Sainte Agnès sino otro nombre. Decidí volver a obedecer a mi artilugio y la carretera empezó a subir en zigzag cada vez más lejos de Menton. Todos dudaban menos yo que tercamente continué subiendo en busca del destino. Las flechas que mostraban Sainte Agnès me daban razón pero me parecía raro que estuviéramos tan lejos de Menton. Además parecía un pueblo diferente y no un barrio por más de que la comuna fuera grande.

En el mapa electrónico se veían unas líneas derechas muy grandes que tomé por el ferrocarril. Las cruzamos por debajo zigzagueando por la carretera de montaña. En realidad era el viaducto de la autopista. El mar se veía cada vez más lejos y nada que llegábamos. Por fin todos me convencieron de que no podía ser por ahí pues la carretera se volvía más angosta y temíamos que fuéramos a caernos al precipicio en la oscuridad. En una vuelta muy cerrada aproveché que no venía nadie a esas altas horas de la noche para dar media vuelta.

Continué bajando hacia Menton como me lo indicaba el GPS en la oscuridad de la carretera con una vista de la ciudad iluminada allá abajo a lo lejos. Era ya más de media noche. Mi hijo se desesperó y terminó por llamar a su amigo para avisarle que no sabíamos dónde estábamos y que ya no lo esperara más. Además se le acabó la batería a su iPhone.

Ya en Menton mi GPS seguía indicándome cómo llegar al Chemin de Sainte Agnès. No estábamos lejos. Le obedecí y por fin encontramos al comienzo del mismo. El carro no podía pasar por ese lado. Mis hijos se bajaron a mirar y era una calle empedrada y angosta por donde no podríamos pasar además de que el primer número era el 1 y el 9400 estaría muy lejos.

Volvimos a casa mucho más rápido por la autopista. Al día siguiente la curiosidad nos hizo buscar qué era el famoso Sainte Agnès. Resultó ser el pueblo litoral más alto de Europa a 750 metros de altitud, a 3 km de la costa a vuelo de pájaro pero a 10 km por la carretera de cornisa. ¡Con razón daba tantas vueltas! Fue tanta la sorpresa que decidimos volver de día. El espectáculo fue maravilloso e impresionante. Por momentos la carretera deja pasar un solo carro de manera que uno va rogando que no se encuentre con nadie de frente. ¡Qué idea de fundar un pueblo a esas alturas! Tiene unas fortificaciones militares que forman parte de la Línea Maginot. Como se puede ver en la foto, mirar el mar desde lo alto puede dar vértigo. Finalmente, salió muy bueno el paseo de día y espeluznante pensar que estuvimos por ahí de noche tan campantes. No olvidaremos la lección de uso del GPS.

http://www.sainteagnes.fr/