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viernes, 06 marzo 2015

Villa de Leyva

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L’image que j’avais gardée de cette ville touristique était celle d’un joli village colonial plutôt froid, mais sans beaucoup d’offres culturelles ni gastronomiques. Eh bien ! ça a beaucoup changé depuis ma dernière visite dans les années 90.

C’est toujours joli, mais elle a beaucoup grandi, heureusement, en respectant le style. Les rues principales du centre-ville sont en pierre, les maisons blanches et les toits en tuile de terre cuite sont caractéristiques ainsi que les bougainvilliers fleuris qui débordent sur les murs des maisons. Il y a des magasins d’artisanat de toute sorte. Les restaurants sont nombreux et variés avec parfois des chefs étrangers. Nous avons mangé par exemple au restaurant Chez Remy, qui est d’un chef français de Bourgogne (Auxerre), des bons plats avec au menu des adaptations à la cuisine locale, comme une crêpe farcie de «longaniza», une sorte de saucisse typique de Colombie et en particulier d’un village près de Villa de Leyva, ainsi que d’autres spécialités. Nous avons aussi déjeuné très bien au restaurant Zarina qui a un menu varié avec des spécialités orientales ; j’ai goûté un mélange des mezzés libanais excellent.

NV-IMP899.jpgNous étions invités par nos vieux amis Rodrigo et Luisa qui ont une maison tout près du centre-ville. C’est une ancienne étable qui avait été très bien rénovée dans les années 50 ou 60 par un parent de Rodrigo. Nos amis ont acheté la maison et l’ont encore modifiée avec beaucoup de goût et des bonnes idées. De plus ils ont l’intention de vivre là quand ils seront tous les deux à la retraite. Pour l’instant, ils essayent d’aller tous les week-ends, du vendredi soir au dimanche après-midi. Il est vrai qu’il ne faut que trois heures de route pour y aller quand il n’y a pas d’embouteillages.

À Villa de Leyva, il y a un marché hebdomadaire en plein air très bien fourni. Des fruits et légumes, de la viande, des chaussures, des vêtements et même des plats cuisinés à consommer sur place ou à l’emporter. 

NV-IMP900.jpgNous étions partis vendredi matin dans la voiture de nos vieux amis, Julio et Olga Lucía, qui nous ont gentiment conduits à bon port. Cela nous a permis de nous arrêter à plusieurs endroits très pittoresques et intéressants. La route était un peu plus longue : Bogotá, Chía, Zipaquirá, Cogua, Tausa, Sutatausa, Ubaté, lagune de Fúquene, Susa et Chiquinquirá. Jolis noms d’origine précolombienne.

La vieille église de Sutatausa est un bijou d’architecture coloniale avec des peintures murales réalisées par les indiens sous la supervision des jésuites. L’église d’Ubaté est plus moderne et d’une architecture surprenante aussi bien à l’intérieur qu’à l’extérieur. Les paysages tout au long de la route du haut plateau sont parsemés de petites fermes laitières ou bien des cultures de pommes de terre ; très agréables à contempler. L’artisanat de tagua ou ivoire végétal est à admirer.

À Villa de Leyva, nous nous sommes promenés par les ruelles en pierre (pas de chaussures à talon pour les femmes sous peine de se tordre la cheville), nous sommes monté jusqu’à l’hôtel El Duruelo pour admirer la vue du village et des environs, visité l’hôtel Mesopotamia où il y avait jadis un moulin à blé et il y a encore une piscine traversée par un ruisseau d’eaux cristallines comme une source, les ruelles qui passent par des anciens monastères où il y a encore des novices hommes et femmes dans des bâtiments séparés mais que l’on soupçonne d’être reliés par des tunnels souterrains. Rodrigo qui connaît très bien l’histoire de la ville car il venait depuis l’enfance nous a expliqué plein de secrets curieux. C’est vraiment très charmant.

NV-IMP901.jpgNous avons aussi rencontré un autre couple de vieux amis, Rodrigo et Costanza, qui ont une maison au village et où l’on a passé un après-midi à bavarder et à jouer au billard. Leur jardin exotique est bien garni y compris par la merveilleuse « flor de un día » ou lis martagon qui ouvre ses fleurs en quelques minutes et ne durent qu’un jour, d’où le nom en espagnol.

De plus le climat était bon. L’altitude est de 2000 mètres, ce qui est encore en terre froide, mais avec le soleil la température monte vite ; il faut se protéger la peau avec de la crème solaire. Le soir il peut faire froid. La pluie n’a pas manqué, même un fort orage tropical avec de la grêle. Il fallait prendre le parapluie, mais on l’a oublié une fois et nous avons dû courir nous abriter. Coni s’est enrhumée à ce moment-là.

NV-IMP902.jpgCe sont des bonnes retrouvailles pour parler et parler et parler de nos vies et de nos anecdotes. Une amitié de plus de quarante ans n’est pas courante. Ça fait plaisir. C’était donc dépaysant et très sympa.

Plus d’infos ici :

sábado, 22 febrero 2014

Ibagué II

colombia,colegio cisneros,encuentro,ibagué,amistadSiempre he tenido problemas para aprender cosas de memoria. De pequeño me costaban trabajo las tablas de sumar y multiplicar hasta que entendí la lógica del cálculo aritmético y todo me pareció más fácil. Con los nombres propios he tenido el mismo problema. Me es difícil asociar nombres con personas o caras hasta que por fin lo logro, pero si dejo de ver a alguien conocido durante un largo tiempo, me lo puedo encontrar en la calle, caer en la cuenta de que lo conozco, pero no recordar su nombre.

Hace poco me pasó con el nombre del matemático inglés Alan Turing, con el de la modelo y actriz francesa Leticia Casta y con el título de una película de Fernando Solanas, Memoria de un Saqueo. Confundí también a Heráclito con Eratóstenes al adjudicarle al segundo lo que había dicho el primero: «no se puede entrar dos veces en el mismo río». Mientras que Eratóstenes es célebre por la determinación del tamaño de la Tierra.

Google es de gran ayuda en estos casos famosos, pero no sirve (¿todavía?) a reconocer viejos amigos. Ojalá no me pase lo que a ciertos mayores desmemoriados que si les muestran personajes muy conocidos de su tiempo, como el papa Juan Pablo II o Ronald Reagan, no saben quiénes son.

En Ibagué tuve de nuevo esa sensación incomoda cuando me encontré el 18 de enero pasado con amigos del colegio que hacía más de cuarenta años no veía y no reconocí de inmediato. Algunos han cambiado mucho, otros no logro recordar cómo eran en esos viejos tiempos a pesar de que sé que compartimos pupitres en el bachillerato, aunque también hay quienes no han perdido sus rasgos característicos para mi memoria. Por eso propuse que en la próxima reunión cada uno lleve una foto de su juventud, para ver cómo éramos. Para colmo de males, como teníamos esa mala costumbre de ponernos apodos o de llamarnos por el apellido, acordarse de los nombres verdaderos puede ser complicado. Los que siguen mereciendo el apodo son el flaco y el gordo.

Félix fue el anfitrión que nos recibió en su finca y nos distrajo con su canto y sus anécdotas de aviador. Con él me vi hace unos cinco o seis años. No ha cambiado mucho, aunque se ha aplacado con respecto a lo loco que parecía de joven.

Con Gustavo no me veía desde que terminamos bachillerato. Charlando con él caí en la cuenta de que es el amigo más viejo que tengo pues nos conocemos desde el kínder del Liceo Especial por allá cuando teníamos cinco o seis años. Jugábamos en el recreo y los fines de semana también en el barrio Interlaken. Me gustó oírle contar su trayectoria profesional y su dedicación a la ecología.

Humberto es otro que no ha cambiado tanto. Es el segundo amigo más viejo que tengo. Nos conocemos desde tercero de primaria cuando teníamos como 9 años. Sigue jugando basquetbol y nada menos que a 2600 metros de altitud. Admirable. Tiene una bonita familia que nos recibió en Bogotá. En su casa puede verme con Juan, alias Belisario, de vida multifacética que nos alegró con su música. También estaba Carlos, alias Chiquitín, que nos sorprendió contándonos sus negocios en China, donde vive desde hace años. Su conversión en vegetariano me dejó pensativo, ya que es la primera persona que conozco que ha recuperado la salud gracias a ese régimen sanador de sus problemas de colesterol.

Volviendo al encuentro en Ibagué, Jorge, que ha tenido una vida extraordinaria, me planteó su idea de que escribamos un libro con las anécdotas de nuestros años de secundaria. A ver si lo logramos entre todos.

A Manuel, un magistrado importante en la justicia tolimense, tampoco lo había visto desde la graduación de bachiller. Recuerdo que era un salsero impresionante; él sí recordaba a Heráclito y su filosofía del cambio permanente.

El otro Manuel, el flaco eterno, nos hizo reír con sus ocurrencias y buen humor. Su aventura de aprender a manejar viendo cómo lo hacía su chofer durante un trayecto por Colombia y cómo tomó el volante y terminó el viaje solo es impresionante. La ocurrencia de pedirle a Félix que construya un edificio para que vivamos todos nosotros fue graciosa, pero a Mario le gustó mucho, la tomó en serio y la apoyó con entusiasmo.

De Alfonso tengo recuerdos muy vagos y me gustaría volverlo a ver en una foto de entonces. Charlamos amenamente y me alegró saber que había sobrepasado graves problemas de salud. También me costó reconocer a Francisco Javier después de tanto tiempo sin vernos. Ahora me quedó su imagen cantando en el karaoke.

Jorge, alias el Avispón, apareció en el grupo después de muchos años de ausencia. El drama de Armero le tocó muy de cerca pues en él perdió esposa e hijos. Seguro que le ha dejado una marca indeleble. Me alegré viéndolo cantar con tantas ganas en el karaoke.

Luis Fernando, otro flaco pero menos ahora que entonces, contó sus anécdotas con los hispanohablantes de tantos países que conoció en Estados Unidos. Con Emiliano me he encontrado varias veces en mis últimos viajes. Sus comentarios sobre la experiencia de ayudar a un anciano con Alzheimer fueron graciosos pero a la vez asustadores.

Ver a Orlando camino del altar con sus kilos de más fue sorprendente, ya que después estuvo ayudando al cura a dar la comunión; parece que es diácono. Su hija fotógrafa nos regaló una cantidad increíble de fotos.

Lástima que no pude hablar mucho con cada uno del grupo, por ejemplo con Alirio y Julio Ernesto. Ese día hablé por teléfono con Mauricio y José, aunque la calidad del sonido no nos dejó entendernos bien.

Jairo, lejano pariente, ahora anda muy metido en política. Le va bien y la gente lo quiere pues se ocupa de ellos sin intereses personales. Luis Alberto viajó desde Neiva sin dejar su buen humor. Armando (su hermano Mario sí terminó con nosotros, mientras que él fue de la promoción que nos seguía) estuvo en la reunión como si nunca nos hubiéramos dejado de ver. Así fue con todos.

Esta es la lista de los 19 presentes: Acosta, Barreto, Bobadilla, Bonilla, Forero, Gallo, García, Gutiérrez, Guzmán, Ibáñez, Kairuz, Medina, Meza, Párraga, Peláez, Serrano, Suárez, Velosa y Verástegui. Nuestra promoción fue de 45 alumnos de los cuales dos ya han muerto. Fue una reunión muy agradable y emotiva, con sancocho, cerveza, whisky, karaoke y mucho cotorreo. Ojalá en otra oportunidad veamos a los demás, en especial a Margarita y Ana Beatriz que fueron las únicas mujeres del grupo y las primeras que se graduaron en el colegio.

A pesar de nuestras trayectorias heterogéneas con sus altos y bajos y haber evolucionado hacia diversos destinos, seguimos unidos por esos años que compartimos en secundaria. Somos como los cuatro elementos de la antigüedad, aire, tierra, fuego y agua, discordantes, pero inseparables en este planeta.

Durante varios días después de esa tarde me acompañó en la mente una de las canciones que cantamos pero que no logré identificar completamente. La tarareaba sin recordad el título ni la letra completa. Me puse a buscarla en Youtube a ver si aparecía entre las que cantaban Alci Acosta, Felipe Pirela, Nino Bravo, Daniel Santos y otros famosos, pero, qué pesar, en vez de reconocerla, se esfumó de mi cabeza.