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domingo, 19 septiembre 2010

Monólogo egocéntrico

NV-IMP681.JPGTerminé de leer el libro, lo cerré y me quedé pensando. ¿Cómo había podido cambiar tanto la percepción del universo desde el alba de la humanidad? La Tierra ya no era el centro del universo. Ya los astros no giraban en torno de nuestro planeta. Los planetas sí giraban alrededor del sol que fue el centro del universo durante varios siglos, pero después se descubrió que el sol no estaba en el centro de la galaxia sino que quedaba en una orilla. Como cualquier habitante de una gran ciudad que vive en las afueras y no en el centro histórico. Los avances de la ciencia mostraron que la galaxia, nuestra Vía Láctea, tampoco era el centro del universo. Había cúmulos de galaxias de las cuales la nuestra era solo una más. Vivíamos en una galaxia media, ni demasiado joven, ni demasiado vieja. Igual pasaba con el sol, una estrella media en tamaño y temperatura como millones de millones más en millones de galaxias. La Tierra era un planeta medio: ni el más pequeño ni el más grande, aunque quizás el único con vida humana, al menos en nuestro sistema solar.

La Tierra ya no era plana, Europa ya no era el centro del mundo, vivía en una ciudad mediana, ni rica ni pobre, era de clase media, era medio inteligente sin ser bruto ni genio. Trabajaba en una empresa media. No era desconocido ni reconocido. Ya mis padres no eran el centro del mundo, mis dioses, ni yo su centro de atención. Estaba en medio de la envidia, la admiración, el desprecio y la indiferencia de mis contemporáneos. Tenía los años medios de una vida adulta con una esperanza de vida tan larga como los años que ya había cumplido. Estaba en la edad media. Los demás siempre serían o más jóvenes o más viejos y cada cual seguiría siendo el centro del universo. El universo ya no tenía centro, cada uno de nosotros era el centro, el egocentro del mundo. Así me tranquilicé en mi edad media y mi mediocridad de escritor, de pintor, de músico, de jugador de ajedrez, de bailarín de tango, de amante fiel, de informático de pacotilla, pero el centro inmutable del universo que aunque no quisiera seguiría girando alrededor de cada uno de los millones de egocéntricos que poblamos el mundo. Ese libro me lo había aclarado todo... medio aclarado.