Ok

By continuing your visit to this site, you accept the use of cookies. These ensure the smooth running of our services. Learn more.

domingo, 28 febrero 2010

Terror extraterrestre

NV-IMP613.JPGTenía diecisiete años y una afición exagerada por la astronomía. Esa noche subió a la terraza con su telescopio para observar los cráteres de la Luna, los anillos de Saturno y los satélites de Júpiter. Tenía dudas existenciales. «Si Dios existe, que me envíe de una vez una señal», se dijo y siguió observando las estrellas. Su imaginación lo hacía flotar hacia el infinito negro más allá de la Vía Láctea. Silencio, soledad, frío y oscuridad reinaban a su alrededor debajo del firmamento mudo. Ningún búho cantaba como otras noches. Ni el vuelo de murciélagos cazando turbaba el aire. De repente una visión extraña cubrió parte de la constelación de Hércules. Era como un velo blanco semitransparente que bajaba flotando y se dirigía hacia él cual pescador celeste queriéndolo atrapar con su atarraya. Una fuerza irracional se apoderó de él. El sudor del miedo corría por su frente y axilas petrificándolo ante el peligro irracional inminente. Sin pensar más en dos segundos ya estaba corriendo por las escaleras hacia abajo para esconderse en algún lugar seguro. Fue tanta la prisa que tropezó y cayó rodando por las gradas hasta quedar inmovilizado en el piso de abajo mientras su familia salía corriendo para ver qué había pasado. ¡Lástima! No tuvo tiempo de conservar la sangre fría para darse cuenta de que lo que parecía una señal divina en realidad era un bandada de pájaros migratorios nocturnos y así se hubiera salvado de encontrarse hoy minusválido y en silla de ruedas.