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domingo, 18 septiembre 2016

Conciertos extremos

NV-IMP964.jpgCuando uno ve la evolución de la pintura a través de los siglos no hace necesariamente el paralelo con la música. Pienso que la música clásica con respecto a la contemporánea está más de moda que la pintura clásica con respecto a la actual. Por supuesto que la música fue compuesta para repetirla, mientras que un cuadro no se va a pintar o copiar un sinnúmero de veces. Un concierto de música barroca de hoy es casi igual a uno de la época en que fue compuesta, pues los instrumentos han cambiado poco al igual que las iglesias que los acogen. Sin embargo los compositores han evolucionado y han experimentado con la música como los pintores y otros artistas. Mis oídos están lejos de acostumbrarse.

Estas reflexiones son el resultado de dos conciertos recientes. El primero fue en la iglesia de Saint-Germain de Ginebra a comienzos de mes por una academia de jóvenes intérpretes. Las obras fueron de Debussy, sonata para violonchelo y piano de 1915, y de Schoenberg, Pierrot lunaire de 1912. La primera no me sorprendió tanto como la segunda. Esta última fue cantada por una joven soprano colombiana, Ana María Villamizar, que se ha especializado en el canto contemporáneo. Para aumentar la dificultad, como la obra es en alemán, no entendí muy bien el texto. Las flautas, clarinete, piano, violín y violonchelo con sus sonidos estridentes se mezclaban en ese ambiente extraño. Fue como probar un plato exótico o como, supongo, la sorpresa de los primeros que vieron un cuadro impresionista o cubista.

Anoche tuve la segunda experiencia contrastada. Fue un concierto de El Cabildo, un grupo de música del Pacífico colombiano, con muchos currulaos más o menos conocidos de Buenaventura y El Chocó. Tambores, marimba, maracas, bajo eléctrico, clarinete y voz nos animaron con su música popular en un salón minúsculo donde apenas cabíamos de pie. Solo teníamos espacio para bailar en el mismo puesto o acercarse al escenario para tener un poquito más de campo. Es una música menos conocida que la del Caribe colombiano que puede parecer monótona a primera vista pero que es muy bailable. Seguramente los conocedores le encontrarán más matices que mis oídos. Aunque me sorprendió menos que el Pierrot lunaire, el contraste me hizo recordar el otro concierto contemporáneo. Es increíble la variedad de música que puede inventar el ser humano.

 

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