Ok

By continuing your visit to this site, you accept the use of cookies. These ensure the smooth running of our services. Learn more.

viernes, 06 marzo 2015

Villa de Leyva

NV-IMP898.jpg

L’image que j’avais gardée de cette ville touristique était celle d’un joli village colonial plutôt froid, mais sans beaucoup d’offres culturelles ni gastronomiques. Eh bien ! ça a beaucoup changé depuis ma dernière visite dans les années 90.

C’est toujours joli, mais elle a beaucoup grandi, heureusement, en respectant le style. Les rues principales du centre-ville sont en pierre, les maisons blanches et les toits en tuile de terre cuite sont caractéristiques ainsi que les bougainvilliers fleuris qui débordent sur les murs des maisons. Il y a des magasins d’artisanat de toute sorte. Les restaurants sont nombreux et variés avec parfois des chefs étrangers. Nous avons mangé par exemple au restaurant Chez Remy, qui est d’un chef français de Bourgogne (Auxerre), des bons plats avec au menu des adaptations à la cuisine locale, comme une crêpe farcie de «longaniza», une sorte de saucisse typique de Colombie et en particulier d’un village près de Villa de Leyva, ainsi que d’autres spécialités. Nous avons aussi déjeuné très bien au restaurant Zarina qui a un menu varié avec des spécialités orientales ; j’ai goûté un mélange des mezzés libanais excellent.

NV-IMP899.jpgNous étions invités par nos vieux amis Rodrigo et Luisa qui ont une maison tout près du centre-ville. C’est une ancienne étable qui avait été très bien rénovée dans les années 50 ou 60 par un parent de Rodrigo. Nos amis ont acheté la maison et l’ont encore modifiée avec beaucoup de goût et des bonnes idées. De plus ils ont l’intention de vivre là quand ils seront tous les deux à la retraite. Pour l’instant, ils essayent d’aller tous les week-ends, du vendredi soir au dimanche après-midi. Il est vrai qu’il ne faut que trois heures de route pour y aller quand il n’y a pas d’embouteillages.

À Villa de Leyva, il y a un marché hebdomadaire en plein air très bien fourni. Des fruits et légumes, de la viande, des chaussures, des vêtements et même des plats cuisinés à consommer sur place ou à l’emporter. 

NV-IMP900.jpgNous étions partis vendredi matin dans la voiture de nos vieux amis, Julio et Olga Lucía, qui nous ont gentiment conduits à bon port. Cela nous a permis de nous arrêter à plusieurs endroits très pittoresques et intéressants. La route était un peu plus longue : Bogotá, Chía, Zipaquirá, Cogua, Tausa, Sutatausa, Ubaté, lagune de Fúquene, Susa et Chiquinquirá. Jolis noms d’origine précolombienne.

La vieille église de Sutatausa est un bijou d’architecture coloniale avec des peintures murales réalisées par les indiens sous la supervision des jésuites. L’église d’Ubaté est plus moderne et d’une architecture surprenante aussi bien à l’intérieur qu’à l’extérieur. Les paysages tout au long de la route du haut plateau sont parsemés de petites fermes laitières ou bien des cultures de pommes de terre ; très agréables à contempler. L’artisanat de tagua ou ivoire végétal est à admirer.

À Villa de Leyva, nous nous sommes promenés par les ruelles en pierre (pas de chaussures à talon pour les femmes sous peine de se tordre la cheville), nous sommes monté jusqu’à l’hôtel El Duruelo pour admirer la vue du village et des environs, visité l’hôtel Mesopotamia où il y avait jadis un moulin à blé et il y a encore une piscine traversée par un ruisseau d’eaux cristallines comme une source, les ruelles qui passent par des anciens monastères où il y a encore des novices hommes et femmes dans des bâtiments séparés mais que l’on soupçonne d’être reliés par des tunnels souterrains. Rodrigo qui connaît très bien l’histoire de la ville car il venait depuis l’enfance nous a expliqué plein de secrets curieux. C’est vraiment très charmant.

NV-IMP901.jpgNous avons aussi rencontré un autre couple de vieux amis, Rodrigo et Costanza, qui ont une maison au village et où l’on a passé un après-midi à bavarder et à jouer au billard. Leur jardin exotique est bien garni y compris par la merveilleuse « flor de un día » ou lis martagon qui ouvre ses fleurs en quelques minutes et ne durent qu’un jour, d’où le nom en espagnol.

De plus le climat était bon. L’altitude est de 2000 mètres, ce qui est encore en terre froide, mais avec le soleil la température monte vite ; il faut se protéger la peau avec de la crème solaire. Le soir il peut faire froid. La pluie n’a pas manqué, même un fort orage tropical avec de la grêle. Il fallait prendre le parapluie, mais on l’a oublié une fois et nous avons dû courir nous abriter. Coni s’est enrhumée à ce moment-là.

NV-IMP902.jpgCe sont des bonnes retrouvailles pour parler et parler et parler de nos vies et de nos anecdotes. Une amitié de plus de quarante ans n’est pas courante. Ça fait plaisir. C’était donc dépaysant et très sympa.

Plus d’infos ici :

domingo, 14 agosto 2011

Costa Azul

NV-IMP766.JPGMe gusta cambiar de destino veraniego, pero es bueno volver a lugares que me han gustado. He estado en Niza y su región varias veces. La primera vez en el 78, volví en el 83 y 84 y luego pasé muchos años sin venir hasta el 2004 aunque rápidamente. Este año vuelvo para estar dos semanas.

Ayer el viaje estuvo pesado por el tráfico tan denso que nos retardó cantidades. Al final después de parar como cuatro o cinco veces pudimos ver el mar antes del ocaso. Menos mal mi hija me ayudó a conducir pues ya estaba que me dormía.

La ciudad ha cambiado. Ahora tiene tranvía. Parece que sus fachadas están más limpias en la parte vieja. El mercado de las flores, que tiene de todo además de flores, me pareció más luminoso. No sé si lo confundo con otros mercados. Oí mucho ruso en ese mercado y en las callejas, algo nuevo desde la última vez pero que se ha vuelto muy normal en Suiza y Francia. Una señora le decía en ruso a otros dos que quería comprar fuagrás; no me extraña. Me gustó volver a comer otra vez socca, esa especie de arepa o creps de garbanzos.

No está mal para comenzar este descanso y cambio de rutina. Hasta las casas me han inspirado un cuento que estoy trabajando en mi cabeza para ver si lo escribo.

22:10 Anotado en Ocio, Viajes | Permalink | Comentarios (3) | Tags: niza, mediterraneo, turismo

jueves, 21 octubre 2010

Inconcluso de la esfinge

NV-IMP696.JPGLa espera en esa ciudad lo estaba volviendo loco. Tenía que ir a Gaza para vender farmacéuticos pero no lograba conseguir los permisos necesarios para franquear el bloqueo. Había llevado todos los documentos que le exigían tanto egipcios como israelitas, mas siempre había alguna traba y le decían que tenía que volver al otro día. La ciudad ruidosa, el tráfico de automóviles intenso, el calor agobiante, el hotel mediocre y la lentitud del acceso Wifi a la Internet lo deprimían. Menos mal la comida salvaba la situación.

Salió a dar una vuelta por la ciudad para tomar fotos y distraerse. Su cara inconfundible de gringo atraía todos los vendedores o amigos de vendedores por donde pasaba proponiéndole recuerdos cairotas. Al comienzo contestaba que no en inglés, después pasó a rechazar en árabe, después negaba con la cabeza y sonreía, mientras sus depredadores probaban suerte hablándole en francés, alemán o hasta ruso sin conseguir que él dijera algo. Con esa táctica estuvo por fin en paz.

Andaba en el separador central de la calle Qasr el Ainy tomando fotos de las fachadas viejas y mugrientas cuando un ruido más fuerte que de costumbre lo hizo voltear a mirar. La sorpresa fue grande al ver un auto encaramado sobre el separador a pocos metros de distancia. Las bocinas de los carros aumentaron de intensidad. Él y otros peatones se acercaron a ayudar a la joven que había perdido el control de su vehículo, quizás evitando un choque, y había quedado atascada sin poder salir. Entre todos poco a poco lograron bajarlo de nuevo al pavimento con la buena suerte de que no se había roto nada por debajo y ella pudo continuar su camino. Fue el hazmerreír de todo el grupo, menos del gringo que estaba más bien ofuscado de pensar que hubiera podido estar en el hospital por culpa de ella.

Regresó al hotel para escoger las mejores fotos. En una de ellas una joven con un velo rojo en la cabeza le tomaba una foto a él con su teléfono o eso le parecía. Siguió mirando fotos y en varias estaba la joven como si lo estuviera siguiendo. Extraño, pero para tranquilizarse se dijo que no podía ser más que una coincidencia que trató de olvidar. Recordó sin embargo que días antes había tomado fotos de una manifestación de mujeres frente al Ministerio de Sanidad. Las había visto rodeadas por un cordón de policías repitiendo a gritos lo que una líder decía con un megáfono. Le había parecido una manifestación pacífica y ordenada al fin y al cabo. Volvió a mirar las fotos y descubrió que la mujer del megáfono era la misma que había aparecido en sus últimas fotos. Cada vez más raro en realidad.

El teléfono de su habitación sonó de repente. Una voz femenina le dijo en inglés que si quería ir a Gaza más rápido, fuera esa noche al restaurante Estoril en la calle Talaat Harb a las ocho en punto, pero colgó sin dejarle tiempo de responder.

Se quedó acostado en la cama pensando en la situación. El calor y el cansancio fueron más fuertes y lo hicieron dormir durante un par de horas. Lo despertó una pesadilla. Había soñado que estaba en el desierto visitando las pirámides de Giza en camello detrás de muchos turistas. Vio a la joven de la foto sentada en el camello que iba delante del suyo. Lo volteó a mirar. De repente la silla se soltó del animal y la joven junto con su compañero de infortunio cayeron estrepitosamente al suelo, dejando a la joven tirada retorciéndose del dolor por el golpe que se dio en las nalgas desde esa altura al caer sobre una piedra.

Decidió alistarse para ir a la cita misteriosa de esa noche. Se duchó, se arregló y tomó un taxi. El lugar era escondido. Quedaba en un pasaje alejado de la calle. Resultó ser un sitio acogedor, con decoración agradable y sin demasiados clientes. Se sentó en una mesa central pero con la espalda a la pared. Pidió una cerveza Saqara y un plato de puré de garbanzos. No sabía por dónde aparecería la joven. Se dijo que con esos velos se veían todas tan parecidas que seguramente las mujeres de sus fotos eran todas diferentes. Había muchos jóvenes en varias mesas. Entró una joven sin velo y se quedó mirándolo, le sonrió, pero no le puso cuidado; se sentó en una mesa alejada, donde un amigo la esperaba, y se pusieron a conversar; de vez en cuando se cruzaban miradas pero no era ella.

Cayó en la cuenta de que la música suave que se oía eran tangos argentinos. En ese momento, el mesero vino a entregarle un recado. Era una tarjeta blanca con un mensaje en inglés que decía: «lo siento mucho. No puedo ir al restaurante, pero me puede encontrar en el Club Suizo esta noche en una milonga de tango argentino. Queda cerca de la calle Sudan en el límite entre los barrios Mohandessin e Imbaba. Allá lo espero. Me reconocerá por el velo rojo de siempre».