miércoles, 22 enero 2014
Ibagué I
«Caminante, son tus huellas/ el camino, y nada más;/ caminante, no hay camino,/ se hace camino al andar», dijo el poeta Machado y con qué elegancia plasmó esta verdad que muchos ignoran. Por eso hay que disfrutar de los viajes desde antes de la partida y al regreso es bueno analizar y guardar los recuerdos para preparar las siguientes andanzas. Ahora, por ejemplo, repaso la presentación de mis libros el pasado 17 de enero en Ibagué, la ciudad en donde nació mi madre, donde viví de los 3 a los 17 años y que me dio las bases de lo que soy.
Planeé esta presentación desde hace varios meses. Sería la cuarta en la serie después de Ginebra, Ferney-Voltaire y Bogotá. En Madrid, cuando se lanzó el libro de relatos Las seis y una noches, mi editor organizó una serie de entrevistas con la prensa y la radio. Todos esos encuentros tan diferentes por presentadores, entrevistadores y público, fueron interesantes, emotivos y enriquecedores para alguien más bien introvertido como yo.
Después de ver en la Internet que la biblioteca Darío Echandía había sido el teatro de lanzamiento de varios libros, contacté con su director quien muy amablemente me ayudó a contactar con Jairo Orlando Polanco Bolaños, un escritor miembro de la Academia de la Lengua del Tolima y director de la revista Imágenes II de arte y literatura, a quien solo conocí en persona el 16 de enero ya que aceptó leer los libros y animar la velada.
Resultó ser un contemporáneo pues somos del mismo año de nacimiento y apenas un mes separa nuestros cumpleaños. La vida nos llevó por caminos que hasta ahora no se habían cruzado, no obstante compartimos muchos puntos de vista que descubrí en la amena charla preparatoria en la que conversamos sobre libros, literatura en general, edición, tecnología, sociedad, política e historia, entre otros temas. Él escribe más poesía que relato, al contrario de mí. Ya más tranquilos por haber roto el hielo, nos dimos cita para la presentación del día siguiente.
El 17 de junio estuve paseando por las calles calurosas, bulliciosas, multicolores y abarrotadas de la Ciudad Musical comprando los componentes del coctel que ofrecí al final de la tertulia. ¡Qué lejos están los años en que las recorría mimetizado, trasparente y tranquilo! A las 6 de la tarde empezamos a preparar las mesas para exponer los libros y para servir el vino de honor. Pronto llegó el público y tocó empezar.
Calculo que hubo unas treinta personas en la sala. Fue una buena sorpresa dada la poca publicidad que se le dio al evento y que los estudiantes y profesores estaban todavía de vacaciones. Una tercera parte eran amigos y conocidos; los demás, curiosos o amantes de la literatura. A la mesa de los oradores se añadió el señor José A. Vergel, presidente de la Academia de la Lengua del Tolima, quien también había leído mis libros. En seguida se instaló un ambiente de confianza y abrimos un debate interesante.
Además de las preguntas más frecuentes de por qué y para qué se escribe, si me gustaría dedicarme tiempo completo a la escritura o si mezclaba realidad y ficción en mis escritos, me llamó la atención la pregunta de si escribía pensando en cómo hacer que los jóvenes me leyeran o en todo caso si los tenía presentes, ya que se dice que los jóvenes no leen casi nada. No lo había pensado antes. Creo que no hago ningún esfuerzo particular de escritura hacia los jóvenes. A lo sumo pienso en mis hijos como lectores de vez en cuando. Los jóvenes leen más de lo que uno cree pero en sus teléfonos celulares, en un lenguaje nada ortodoxo y un contenido superficial por lo general, pero de ellos saldrán los buenos escritores del siglo XXI.
Me gustó el comentario de José A. Vergel sobre la juventud que él veía en la curiosidad de la gente independientemente de la edad. Es decir, mientras nuestro espíritu esté joven el cuerpo se conserva mejor y la vida es mejor. Lástima que no tuve tiempo de hablar con él ni antes ni después de la tertulia. Será en otro viaje.
Me preguntó un amigo si yo tocaba en mis escritos el tema de la ecología en un lugar preponderante. Tampoco lo había pensado. Creo que el tema aparece de manera secundaria pues es muy actual y está en algunos de los textos, por ejemplo cuando describo los problemas de los pueblos inundados por represas.
Llamó la atención que siendo ingeniero informático me dedique a escribir. Es que cuando empecé en los años noventa me gustó y me fui metiendo cada vez en este mundo. Tuve que explicar cómo hice para coordinar la escritura de un cadáver exquisito entre catorce escritores. Un ejercicio muy enriquecedor.
Me pareció curioso que los presentadores hubieran encontrado dequeísmos, que consideran galicismos, en mis textos. Sabiendo lo que me costó revisarlos con ayuda de un corrector profesional, no creo que hayan quedado muchos errores, aunque siempre se escapan. Lo que pasa es que si escribiera solo para los colombianos hubiera tenido que tener un corrector colombiano que borrara toda la influencia que he tenido con el contacto de hispanohablantes de un mundo más vasto.
De manera general me parece que los colombianos no somos conscientes de los particularismos de nuestro hablar que hacen que no nos demos cuenta de que nuestra lengua tiene muchas variedades tan válidas las unas como las otras. Algunos piensan que el mejor español se habla aquí y que por lo tanto nuestros particularismos deberían de ser la regla. En eso no estoy de acuerdo.
Si queremos tocar un público que pase las fronteras de una región o país, tenemos que evitar demasiados localismos que despistan a los hispanohablantes de otros contextos.
Tomemos un ejemplo concreto: ¿Se dice «se dio cuenta que» o «se dio cuenta de que»? El sistema Diatopix permite analizar el uso de palabras y expresiones en Google. «Se dio cuenta que» gana contra «se dio cuenta de que» en las páginas en español indizadas por Google con dominio México, Colombia y Chile pero NO en los otros países hispanohablantes. Sin embargo la pregunta correspondiente es «¿De qué se dio cuenta?».
El sistema Ngrams de Google Books permite estudiar la evolución del uso de palabras y expresiones en libros. Los resultados son diferentes pues la expresión «se dio cuenta de que» es mayoritaria y en aumento a partir de los años sesenta. En último lugar, en el sitio web de la Real Academia Española, el Corpus Diacrónico del Español (CORDE) nos da más datos. Para «se dio cuenta de que» hay 200 casos en 82 documentos: 88 en España, 24 en Colombia, 22 en Perú y 17 en México, los más antiguos de 1941. «Se dio cuenta que» está en 43 casos de 22 documentos: 19 de Perú, 5 de Cuba y los demás países aparecen con menos de 5 casos, los más antiguos de 1922. Gana la norma.
La variedad de nuestra lengua y las lenguas en general me encantan. Disfruto oyendo acentos y formas de hablar. Hasta el lenguaje de los niños y jóvenes me llama la atención. Eso no quita que hay diferentes niveles del idioma desde el vulgar al culto. Tampoco se puede decir que un hispanohablante de nacimiento hable mal, es su lengua materna forjada con la experiencia viva y la inmersión en su medio. Cuando millones y millones de personas usan una expresión que en otros países suena raro, no se puede decir que no exista o esté mal. Son regionalismos tan válidos como otros.
Pero ya me estoy saliendo del tema. Hay que dejar material par otras notas empezando por el encuentro con amigos del bachillerato el 18 de enero.
Dejé libros para la venta en la librería de la Universidad del Tolima en la esquina de la Calle 10 con Carrera 5; todos son de Ediciones Irreverentes para que los encuentren más fácil. En Bogotá se pueden comprar en la Librería Lerner del norte.
14:54 Anotado en Lengua, Libros, Recuerdos | Permalink | Comentarios (2) | Tags: colombia, biblioteca, dario echandia, velada, presentación, firma, ibagué