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domingo, 08 septiembre 2013

Trastero atiborrado

NV-IMP853.JPGHace un par de años ya lo había planeado pero la visita de un familiar me impidió llevarlo a cabo. El tiempo se encargó de distraerme con cosas más interesantes que ese encontronazo. Me decidí a enfrentármele tras muchas procrastinaciones. Pensé que el mejor momento para tomarlo por sorpresa era durante las vacaciones. Fue una lucha cuerpo a cuerpo entre polvo y recuerdos. Sucedió hace un mes.

Después de una semana de descanso en la montaña regresé con fuerzas para acabar con él de una vez por todas. El lugar de los hechos es más fresco que el resto del edificio a pesar de estar en la planta baja y no en el sótano donde suele quedar. Bajé temprano en la mañana, sin hacer ruido. A esa hora nadie andaba cerca. Cerré detrás de mí la puerta del corredor y me dirigí al primer cuarto cerrado con llave a la derecha junto a otros idénticos.

Abrí con energía después de tomar mucho aire. Encendí la luz y ahí estaba esperándome. Era un gigante disfrazado con una mezcla de materiales inertes: cartón, cuero, metal, plástico y hasta productos químicos. Creí que me iba a caer encima para aplastarme. La humedad y el olor a cosas viejas eran repelentes. El polvo y las telarañas completaban el aspecto sombrío de abandono y soledad. Se escondió detrás de unos estantes. Lo dejé tranquilo haciendo de cuenta que venía en busca de otra cosa. Comencé a sacar cosa tras cosa los paquetes más voluminosos que fui subiendo a la terraza para airearlos y clasificarlos.

Cada día iba al basurero de reciclamiento para tirar en el contenedor apropiado el papel, metal, vidrio, madera, plástico, electrodomésticos. Poco a poco iba tomando forma. Ya me acercaba a su escondite cuando arremetió contra mí haciendo desequilibrar un estante. Casi me caen encima unas pesadas maletas. Tocó cambiar de estrategia. Bajé al piso lo más pesado para evitar que terminara de desplomarse y me fui a comprar un mueble sólido. Volví con una repisa metálica para armar sin tornillos y capaz de soportar pesos de más de cien kilos por entrepaño. El sistema de pestañas metálicas que encajan y ajustan las columnas y los planos verticales resultó más complicado de armar que lo pensado. Era necesario alinear muy bien las partes y darles con un martillo suavemente hasta que fue tomando forma. Tuve que desmontar alguna pieza por haberla puesto al revés pero al cabo de dos días ya lo tenía armado.

Saqué todos los paquetes de un lado de la bodega, los subí a la terraza, instalé el nuevo estante y volví a poner las cosas ya ordenadas en sus nuevos puestos. El aspecto era más agradable a la vista y al olfato. Hasta redescubrí cosas que había olvidado hacía tiempo. Juguetes de los hijos, carritos de colección de mi infancia, cuadernos viejos.

La semana pasó volando, el monstruo estaba medio herido y arrinconado en medio de corotos, peroles, cachivaches, vainas y chingaderas. El estoque final tendría que ser aplazado para otra oportunidad. Me imaginé que detrás de la pared del fondo habría una puerta que daba a un jardín florido donde una bicicleta me esperaba para ir a pasear por mundos nuevos maravillosos.

Algún día llegaré hasta ella y echaré a patadas los desechos de ese monstruo del desorden que vive en esos lugares para guardar trastos viejos que son prácticos hasta que ya no les cabe nada más y toca resolverse a ordenarlos. ¡Qué pesadilla!

miércoles, 14 julio 2010

¡Qué calor!

¡Auxilio! Se me han mezclado estos refranes:

  • Al que no le guste el calor, nunca asusta al labrador.
  • Calores, dolores y amores, calor en el estío.
  • Cuando no hay calor en el nido, eso es lo sano
  • En diciembre, frío y llena bodega y granero.
  • Julio calorero, ni frío hasta Navidad.
  • Frio en invierno y calor en verano, matan a los hombres.
  • Juventud, calor y brío, ni para el frío ni para el calor.
  • Zapatitos de charol, calor adelanta.
  • Chicharra que canta, lo busca afuera el marido.
  • Ni calor hasta San Juan, no son para el tiempo de calores.
  • Por junio el mucho calor, vejez, tembladera y frio.
  • Zamarras y sermones, que no entre a la cocina.

sábado, 17 octubre 2009

Juegos y juguetes

NV-IMP528.jpgUn cuarto de niño lleno de juguetes por todas partes es algo más bien común. Claro está, hablando de niños que pueden tener juguetes y cuarto, ya que los hay que desde pequeños tienen que trabajar y no pueden aprovechar de esos años felices de la infancia, sin preocupaciones. Algo que no que no me gustaba de pequeño era llegar y encontrar el cuarto ordenado por mi mamá cansada de ver tanto desorden. ¡Para mí no era desorden! Eran mundos fantásticos que no quería que desaparecieran de repente.

Con mis hijos, lo que intentamos fue enseñarlos a dejar el cuarto ordenado todas las noches antes de ir a dormir. A fuerza de insistir logramos que acomodaran todo sin dejar regueros. Mi hija sí que tenía problemas de orden con su escritorio. Al comenzar el año escolar me sentaba con ella para poner todo en un puesto y tirar a la basura lo que no servía, pero al cabo de unos meses todo estaba patas arriba.

Lo que pasa es que el orden es muy relativo. Donde una persona ve una pila de cosas clasificadas según criterios propios, otra ve solamente papeles amontonados en desorden. El problema se ha movido al mundo electrónico. Ahora el desorden está dentro del PC y mucha gente no encuentra los documentos ni las fotos que guardó sin fijarse mucho donde caían. La ventaja es que se pueden lanzar búsquedas en el disco duro que en general son suficientes para localizar la información. Lástima que no exista (todavía) la misma facilidad con los objetos tridimensionales que uno tiene en casa pero ya no se acuerda ni de que existen ni mucho menos de dónde están.

10:00 Anotado en Recuerdos | Permalink | Comentarios (1) | Tags: infancia, orden, desorden