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domingo, 06 diciembre 2009

Lengua de hacha

NV-IMP559.JPGLa pareja caminaba lentamente por la calle del Amor Hermoso. Ella hablaba sin parar. Él escuchaba silencioso sus reproches llevando una bicicleta por el manubrio mientras caminaba a su lado. Al llegar a la esquina de la calle de Marcelo Usera, giraron a la derecha siempre con la misma parsimonia durante dos cuadras hasta doblar por la calle del Olvido. Fue ahí que él utilizó el arma más afilada que tenía a su alcance, su lengua serpentina, con la que le clavó una docena de puñaladas.

Le dijo a voz en cuello: primero, ya no te quiero; segundo, tengo otro amor; tercero, eres demasiado egoísta y celosa; cuarto, ya no eres la de antes; quinto, no quiero volver a verte; sexto, déjame tranquilo; séptimo, devuélveme todas mis cosas; octavo, tu hijo no es mío; noveno, olvídate de mí; décimo, me has engañado; undécimo, esto se acabó y duodécimo, ten mucho cuidado porque cuando tengo furia puedo ser muy violento y no me controlo.

Porque entre la décima y la undécima puñalada no pudo evitar pronunciar su nombre despacito, con mucho amor. Ya que la primera puñalada fue la más certera tomó forma de silencio y de gritos acallados.

La mujer se puso histérica y llorando empezó a gritar. El hombre se subió a la bicicleta y trató de irse. Ella se aferró a la parrilla de atrás impidiéndole tomar impulso. En el forcejeo, ella se calló al suelo y el hombre siguió tirando con fuerza para desprenderse de ella. Varios peatones contemplaban la escena sin intervenir.

Un empleado de la inspección de antenas telefónicas, un joven estudiante y un librero que se dirigía a su trabajo evitaron una tragedia enfrentándose al hombre. El librero se bajó de su carro blandiendo un diccionario y ataco al agresor golpeándole la cabeza. El empleado lo atacó con un teléfono celular que le envió de un golpe certero en la nariz, mientras el joven estudiante lo distraía con su maletín lleno de libros.

«Ni a un cerdo se le habla de esa manera», declaró el estudiante. El empleado de inspección arrastró a la víctima hasta su auto. Ella misma llamó una ambulancia que la llevó a un hospital psiquiátrico de urgencia.

Mientras llegaba la policía un grupo de personas acorraló al violento junto al portal de una editorial de novelas policíacas donde se mantuvo tranquilo y en estado de choque mordiéndose la lengua.