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domingo, 25 julio 2010

Chejov, el culpable

NV-IMP665.JPGLa gendarmería de Ornex protegía muy mal del calor del verano. La oficina estaba como un horno, el escritorio, lleno de expedientes y las paredes, con anuncios de «se busca» como en las películas de vaqueros. La señora Juliette Lagrange no entendía por qué la habían convocado siendo tan respetuosa de las leyes, sin hijos ni esposo y con familia viviendo lejos. El capitán fue al grano.

«Usted y mi esposa están en la misma clase de yoga. Me contó que usted estaba de baja por enfermedad. ¿Una depresión causada por sus alumnos de español y tantos años de soportarlos viendo degradarse el ambiente de sus clases? Busco precisamente una persona que sepa español para leer unos documentos importantes en relación con un caso de suicidio. ¿Supo del hombre que se tiró desde el último piso del edificio Les Écrins en la avenida de Bijou en Ferney-Voltaire?», preguntó.

«No, no leo la prensa local y nadie me contó de suicidios. ¿Cuándo fue?», contestó.

«En la madrugada del domingo la semana pasada. Era un señor que quizás usted conoce. Se llamaba Luis Blanco, profesor de lengua y literatura en el liceo internacional hace como quince años. Era dueño del apartamento. Cuando terminó su contrato, regresó a Galicia, su tierra natal, y lo dejó alquilado. Casi nunca venía. Hace unos meses aprovechando que el inquilino se había ido, regresó pero no hablaba con nadie», explicó.

«Cuando yo llegué al liceo, él ya se había ido, pero oí hablar de él por otros profesores. Ya nadie se acordará. Hace tanto tiempo. ¿Qué quiere que haga?», preguntó.

«Hace como quince años hubo otro caso de suicidio de un brasileño en Gex, el joven alumno de prácticas que investigaba el caso terminó muerto junto con una joven india amiga del brasileño en circunstancias extrañas. Mi jefe es muy supersticioso. Me ha dicho que cierre el caso rápidamente y no investigue nada. Hemos averiguado en España, pero no tiene familia. Como nadie sabe español en la gendarmería y a mí no me gusta el trabajo mal hecho, necesito que al menos lea estos documentos, a ver si hay alguna explicación. Aquí tiene en este maletín todos los cuadernos y papeles sueltos que estaban en el escritorio o tirados por el suelo. Era escritor. Le pido, eso sí, que sea muy discreta», advirtió.

Juliette empezó esa misma noche a leer las notas y a resumir lo que iba descubriendo. Eran en efecto los manuscritos de un escritor. Rápidamente dedujo que Blanco estaba redactando un ensayo sobre técnicas del cuento. Había analizado y comparado las técnicas de Chejov, Poe, Hemingway, Borges, Montpassant, Cortázar, García Márquez, Perrault, Andersen y otros cuentistas famosos. Su tema era la forma de entretejer dos historias en una sola para atrapar desde el inicio al lector, conduciéndolo al final del relato hasta el desenlace donde la clave aparecía límpida. Para cada escritor había descrito una teoría de su técnica de presentar las dos historias dándole importancia a la una o a la otra. Tenía como ejemplo un mismo cuento que trataba según el estilo de cada uno de los escritores estudiados. El cuento estaba basado en un cuaderno de notas de Chejov donde el famoso médico y escritor ruso registró esta anécdota: «Un hombre, en Montecarlo, va al casino, gana un millón, vuelve a casa, se suicida».

El texto que más le impresionó a Juliette fue el de un personaje que entraba a jugar a la ruleta al casino de Divonne, a veces perdía y a veces ganaba hasta que una noche ganó un millón de euros llevándolo al clímax de la emoción. Le pareció tan bien descrito, con tantos detalles, que dedujo que Blanco había ido a ese casino para poder sentir y describir la realidad.

Al día siguiente Juliette pidió prestada en la gendarmería las llaves del apartamento para probar su hipótesis. Encontró todo como si Blanco acabara de irse. El escritorio tenía libros, diccionarios y enciclopedias pero ningún PC ni máquina de escribir. Buscó en cajones y repisas hasta que encontró en efecto unas fichas del casino de Divonne. También estaba el permiso de conducir del español renovado recientemente según indicaba la fecha.

Decidió ir al casino. Los dieciocho kilómetros le parecieron eternos a pesar de haber tomado la autopista Ginebra-Lausana. En la recepción lo reconocieron de inmediato en la foto. «¡Ah! Ese ganó un millón de euros la semana pasada. ¡Qué suerte! No ha vuelto por aquí. Ya debe de estar en su país disfrutándolo», dijo el gerente sin dudarlo. Juliette supo que le habían pagado inmediatamente con un cheque, que él había invitado a champaña para el crupier y los demás jugadores de su mesa. Se había ido de inmediato a pesar de que el tiempo estaba tormentoso con mucho viento. Le habían aconsejado que esperara para que no le fuera a caer una rama de un árbol en el camino, pero él dijo que había dejado la ventana de su apartamento abierta y tenía que irse. El caso le pareció evidente. Juliette pensó que quizás lo habían seguido para robarlo y lo habían empujado por la ventana.

Volvió a Ferney para estudiar de nuevo el apartamento. Recordó que el gendarme le había contado que los papeles estaban tirados por el piso pues una corriente de aire parecía haber desordenado todo por la ventana abierta. Buscó de nuevo sin encontrar rastros del cheque. Se acercó a la ventana y se puso a mirar hacia la calle pensando en las diferentes posibilidades. Entonces descubrió que una canal que bajaba del techo formaba un recodo bajo la ventana donde habían puesto unos alambres puntudos para evitar que las palomas se instalaran ahí. Atrapado en uno de los alambres vio un papel que tenía la forma de un cheque. Juliette se agarró con fuerza del marco de la ventana y trató de alcanzar el papel con la otra mano. Perdió el equilibrio y en pocos segundos se estrelló contra la acera en el mismo lugar donde Blanco había caído una semana antes.

Inspirado en http://www.ciudadseva.com/textos/teoria/tecni/tesis.htm de Ricardo Piglia.

Comentarios

Muy bueno, me encantó el final. buen domingo ;-)

Anotado por: viviana | domingo, 25 julio 2010

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