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martes, 29 mayo 2012

Sin título

NV-IMP806.JPGSe despertó sin saber la hora. Un rayo de sol le hizo abrir los ojos. La casa estaba silenciosa. La mañana empezaba a calentarse. Miró las grietas de la pintura en el cielorraso buscando figuras extrañas en las paredes. Un dragón, un avión, una cara riendo, una pareja besándose. Cayó en la cuenta de que estaba de vacaciones. Por eso nadie lo había despertado. Había pasado tantas noches en vela preparando los exámenes de bachillerato que se compadecieron y lo dejaron tranquilo. Decidió levantarse. Sentado al borde de la cama se desperezó. Fue al baño. Se vio en el espejo con esa cara de adolescente tardío, el cabello en desorden y un barro en la punta de la nariz. Abrió la ventana y dejó entrar el ruido de la ciudad. De la casa vecina llegaba una música de moda seguramente de la joven de al lado que tanto gustaba escuchar cantantes franceses: Aznavour o Adamo. Estaba seguro de que obtendría el diploma de bachiller, que pasaría el examen para entrar a la universidad, pero andaba indeciso de los estudios que quería emprender. ¿Ingeniero, médico, filósofo, economista, sicólogo, abogado, músico, pintor, arquitecto? Había discutido mucho sobre el tema con amigos y familiares. Todos le daban consejos pero siempre encontraba peros. Quería una profesión que le diera dinero suficiente para vivir sin problemas, pero no demasiado para tener una motivación de trabajar. Quería una profesión que lo mantuviera ocupado, que le gustara mucho, que ayudara a progresar a la humanidad, que fuera orgulloso de ejercerla. No podía estudiarlas todas. A veces le daban ganas de no estudiar más y ponerse más bien a trabajar. Estaba en una encrucijada. Alguien le sugirió que tomara un año sabático para pensarlo con calma, que se fuera a viajar o a estudiar idiomas al extranjero. Su novia le propuso que se casaran, tuvieran hijos y vivieran de la herencia de sus ricos padres. Tenía dieciocho años de edad y la vida por delante. Decidió volverse a dormir para olvidar un rato más el futuro que se le abalanzaba. Volvió a abrir los ojos. Vio que el cuarto estaba con las paredes más agrietadas que nunca, las telarañas habían invadido todos los rincones. Se levantó pero un dolor de espalda le impidió estirarse como quería. Un bastón en el piso le ayudó a levantarse. Fue al baño. Vio en el espejo una cara arrugada de viejo que lo miraba con espanto, el cabello escaso y blanco en desorden y esos ojos que era lo único que no había cambiado en su cuerpo decrépito. Abrió la ventana. El barrio no era el mismo. En lugar de casas había edificios de apartamentos y ese ruido de música escandalosa de moda que le molestaba tanto. Calculó que estaba por cumplir ochenta años y pensó que la vida había pasado demasiado rápido. No había sido suficientemente larga para decidir qué estudiar. El dinero de sus suegros ricos sí alcanzó para no hacer nada fuera de darle gusto a su esposa que ahora abandonaría. Entonces se dijo que era mejor vivir sin diplomas ni títulos. Sería un hombre libre.

22:52 Anotado en Cuentos | Permalink | Comentarios (0) | Tags: tiempo, indecisión

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