Ok

By continuing your visit to this site, you accept the use of cookies. These ensure the smooth running of our services. Learn more.

sábado, 28 julio 2018

Grandpa and grandchild

NV-IMP1003.jpgOnce upon a time Leon, who is almost two years old, but does not know it, and his grandfather, who has many more years and knows it very well, used to go to the park to play (before lunch or after the nap).

Leon likes sequences and loops. They always collect leaves along the way, go to the slides and swings, pick up stones, sticks or sand in a bucket with a shovel and rake.

He no longer takes out his plush rabbit, since one day he lost it and Dad had to go and look for him so the child could sleep. Luckily he found it! Now the plush rabbit awaits him at home very quiet.

Leon likes big trees with fat roots that stand out. He stops on them, hits the trunk with a pebble as if it were a door, jumps from the roots to the lawn and gives a couple of turns to the tree while speaking in his baby language. He repeats it several times until something different catches his attention.

In the park there is a corner with chickens, ducks and goats. Leon knows the noise that those animals make as well as others like the cows, horses, donkeys, cats and dogs.

For him to accept going home, his grandfather has to be very clever to convince him because Leon would like to stay there all day. For instance, on the way home, Grandpa gives him one or two cookies so he can forget the park while sitting in his stroller.

The routine changes a little each day with a different park or tree or children, but Leon always enjoys those walks.

And if the story does not seem to you too long, we will tell it again and again. Once upon a time...

viernes, 13 julio 2018

Gota a gota

ficción, prestamistasEl joven llegó en motocicleta, llamó a la puerta y preguntó por James. Llevaba el casco sobre la cabeza como si fuera un sombrero. Vi perfectamente su rostro serio, con ojos negros y tal vez un bigote o una barba de unos pocos días. «¿Quién será este tipo que nunca antes había visto», con seguridad lo habrá pensado. Su ropa oscura con algunos toques de verde fluorescente estaba polvorienta y seguramente olía a sudor. No era de extrañar pues las calles de Santa Rosa no están pavimentadas. En ese momento, la ruidosa música latina salía de muchas tiendas. Él estaba hablando con otra persona por un teléfono celular al mismo tiempo. «Si hubiera menos ruido, entendería mejor a toda esta gente de mierda», imaginé que se quejaba. Cuando le dije que James no estaba allí, vi en su cara morena que estaba muy enojado. «Es la segunda vez que James me toma del pelo; dígale que no le perdonaré una tercera», podría haberme gritado. Me explicó sin modales que venía a cobrar cada ocho días y que no era correcto que James no cumpliera el trato. Otro joven con un casco similar, pero vestido de rojo, lo acompañaba. Este tenía un cuaderno y un bolígrafo en la mano. Eran como tantos otros pobres diablos que por mala suerte habían nacido aquí, en una familia pobre con padres irresponsables que los empujaron a ganarse la vida como fuera con tal de volver con unos pesos cada día; ahora lograban recoger muchísimos miles de pesos. Estaban atrapados en el engranaje del negocio sucio y no había manera de escapar con vida de él. Se miraron mutuamente como comunicándose por telepatía. "Volveremos", me espetó, y no me habría sorprendido haber visto un arma en su cinturón.

12:46 Anotado en Cuentos | Permalink | Comentarios (0) | Tags: ficción, prestamistas