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martes, 24 agosto 2010

Por fin en la sin salida

NV-IMP673.JPGEl hombre se estrelló contra la pared del callejón sin salida y cayó desmayado mientras la policía llegaba en su busca. Lo venían persiguiendo desde la librería donde lo vieron salir corriendo sin saber qué pasaba pero con los atracos que habían sucedido últimamente no dudaron un segundo en pensar que tenían delante de ellos al ladrón. El hombre había entrado a comprar un libro sobre cómo escribir una novela en noventa días pues quería participar en un concurso literario. Estuvo tan contento y tan apresurado que salió corriendo para empezar de inmediato su obra. Los policías gritaban alto ahí, manos arriba, pero el hombre no se daba por enterado ya que era medio sordo. Le había llegado la noticia del concurso por correo electrónico y la idea de escribir desde el final hacia el comienzo le pareció divertida. Era aficionado a la escritura pero se sentía muy inmaduro para obtener un buen puesto. Sin embargo le gustaba participar y tener la ilusión de que iba a ganar. Ser profesor de literatura desempleado lo tenía frustrado y nervioso. Si ganaba el concurso podría olvidarse del trabajo de profesor y dedicarse a escribir como cualquier Cervantes. El premio era gordo. Cuando por fin se dio cuenta de que lo estaban persiguiendo, vio a los agentes con sus pistolas desenfundadas y oyó un par de tiros al aire, se asustó mucho pero en vez de parar corrió más rápido y se equivocó de calle. Al voltear se encontró frente a la sin salida y no tuvo tiempo de frenar. Cuando se despertó en la ambulancia había perdido completamente la memoria y su historia se había esfumado para siempre.

domingo, 22 agosto 2010

Otro punto de vista

NV-IMP672.JPGMe encanta sentir que soy yo quien lleva la batuta. ¡Cómo no! Hay música que me encanta, otra que odio y otra que me es indiferente. Me gusta sobre todo durante los festivales de verano al aire libre con un clima agradable, ni frío ni calor, viendo llegar la noche suavemente. Delante de una gran orquesta, con una bonita cantante a mi lado, los violines que bailan ante mí, los instrumentos de cuerda que van de maravilla con la voz humana, los instrumentos de percusión que dan ritmo al conjunto. Lo malo es que dependiendo del director puedo pasarla muy mal. Unos enérgicos me marean con tanto movimiento. A veces creo que voy a salir volando por los aires cuando pinchan desde lejos con fuerza a algún músico que debe entrar en un momento preciso de la pieza. Son verdaderas punzadas a distancia. Me asustan mucho. Otros parece que fueran a partirme los huesos con la fuerza con que me agarran las tripas. Los más suaves me dejan bailando en el aire como si estuviera flotando. Tengo la impresión de que soy yo quien dirige la orquesta que sea una pieza clásica, moderna, de jazz o de cualquier estilo. Estoy muy atenta a las instrucciones del director. Los hay impresionantes de energía y otros suaves y sutiles que dirigen como si tuvieran la orquesta en la punta de los dedos. No sé cómo voy a terminar mis días pues una batuta nueva y de calidad es muy apreciada por los directores, que sin ella no son nada, pero yo ya soy una pobre batuta que comienza a envejecer y un día de estos me van a quebrar o a perder.

11:37 Anotado en Cuentos | Permalink | Comentarios (0) | Tags: ficción, narrador, música

viernes, 20 agosto 2010

Ese símbolo del ahorro

NV-IMP671.JPGTiene varios nombre: alcancía, hucha, ladronera, cepo, cepillo, cofre y no sé qué otros más. Lo cierto es que sirve para guardar dinero de a poquito y cuando está llena tiene uno para alguna compra importante. Una de mis hermanas compraba unas alcancías de barro grandes en forma de cerdo y las iba llenando con monedas. El día que decidía romperla le ayudábamos a contar la plata recaudada haciendo pilas de a diez o veinte monedas del mismo valor. Ahí aprendí que no debía poner billetes con monedas pues terminan destrozados. A mí, estando pequeño, me regalaron una de madera muy bonita pero nunca llegué a llenarla por sacar las monedas por la rendija a un ritmo más rápido que para meterlas. En un pub de Ferney tienen un botellón de vidrio para poner monedas con el fin de recoger fondos para una asociación que ayuda a minusválidos. Para contribuir a llenarla hacen una rifa que gana quien adivine el total recolectado o quien se acerque más al valor. En una mudanza recuerdo que los empleados que ayudaron a preparar las cajas nos dieron una alcancía de uno de mis hijos pues no quisieron hacerse responsables de llevar dinero. Supongo que estaba en el contrato aunque la alcancía era pequeña y tenía pocas monedas. En Francia hay una asociación que recolecta las monedas amarillas, es decir de menor valor, para ayudar a una obra caritativa; para eso entregan alcancías de papel que uno llena voluntariamente y a su ritmo. Ahora ya no me acuerdo por qué me puse a escribir sobre este tema. ¿Será que estaba pensando en llenar una alcancía de barro para comprarme algo dentro de unos meses? ¡No sería mala idea!