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jueves, 01 septiembre 2011

Contraseñas, claves y secretos

NV-IMP771.JPGHoy tenemos que identificarnos de muchas formas pero últimamente lo que manda son los códigos y contraseñas electrónicas. ¿Cómo será el mundo de los ancianos dentro de unas décadas?

Recuerdo de niño que una vez mi abuelo llegó disgustado a casa porque en el banco un empleado nuevo le había pedido la cédula de ciudadanía para un trámite siendo que de costumbre, como todos lo conocían, no le pedían identificación; con firmar era suficiente. A mi madre, con la edad, le temblaban las manos y ya no podía firmar. A veces le tocaba ir en persona con un documento de identidad para ciertos trámites.

Una vecina mayor que no tiene computadora en casa, ni mucho menos correo electrónico, me pidió el favor de que mirara en el sitio web de su telefónica a qué regalos o rebaja tenía derecho con unos puntos que había acumulado. Entré en el sitio pero me pedía identificación con un correo electrónico. Se me ocurrió crearle uno en Hotmail, pero empezó a pedirme tantos datos personales que desistí. Entré con mi nombre para ver qué ofrecían, pero tampoco encontré nada que pudiera interesarle. La mayoría de los premios eran sistemas electrónicos o informáticos que ella no podría usar. Le aconsejé que fuera a la oficina del operador telefónico para que la ayudaran.

A otro amigo que tampoco tiene computadora le tocó pelear para que le enviaran unas facturas en papel por correo postal, pues le decían que solo existían en la web o por correo electrónico.

A mi esposa le pasó la semana pasada que por un error de manipulación bloqueó su teléfono celular. Para recuperar el código PUK tocó ir al sitio web y entrar a la página de desbloqueo introducir otra contraseña; menos mal la recordaba. Decía que le podían enviar el código por SMS o correo electrónico. Por fortuna el correo electrónico sí funcionó y al fin pudo desbloquearlo.

Me pasa que cuando dejo de visitar algún sitio web durante un tiempo se me olvidan los códigos de acceso. Así he terminado bloqueando tarjetas de crédito o sitios web. Y eso que limito los códigos y tengo buena memoria para ellos.

Dentro de unas décadas cuando por la edad avanzada perdamos la memoria y todo se encuentre encerrado electrónicamente con contraseñas olvidadas, va a ser un lío para mucha gente.

domingo, 21 agosto 2011

GPS o ganas de perderse sistemáticamente

NV-IMP768.JPGMi hijo tiene un amigo que trabaja con él en París y es de Menton. Habían quedado en verse por aquí el viernes por la noche. Nos dijo que iría en tren o en bus. Miré en la Internet qué tal se veía la ciudad. El GPS me indicó que el recorrido tomaba media hora. Como la parte vieja se veía bonita, se me ocurrió que podríamos pasar la tarde allá, dejarlo con sus amigos y regresar por la noche, pero con los jóvenes no se puede planificar.

Mis hijos se fueron a pasear a Niza desde la mañana, se bañaron en el mar, pasearon por la ciudad vieja, nos encontramos para almorzar en una calleja de la Rue du Marché y los dejamos allá mientras volvíamos al apartamento a prepararnos. Estuvimos en la piscina y después ya listos, nada que llegaban.

Como a las ocho aparecieron. Habían vuelto a bañarse al mar pero el celular ya no tenía batería para avisarnos. Pensamos que el viaje a Menton ya no se haría. ¡Qué cuento! Estaban muy animados para ir. Mi hija dudaba en quedarse con él también, pero ir de paseo le llamaba mucho la atención.

Como a las nueve de la noche tomamos camino de Italia. No recordaba bien el orden de las ciudades y pueblos entre Niza y la frontera, pero Menton quedaba cerca. Encendí el GPS y tomé dirección a Mónaco. A mi derecha el mar, a mi izquierda los farallones trepando por las colinas y delante de mí la carretera de cornisas serpenteando entre túneles y puentes.

El aparatejo insistía en hacerme dar media vuelta pero al cabo de unos kilómetros me siguió la corriente y empezó a indicar el camino hacia delante. Claro que el GPS ya no indicaba media hora sino más tiempo pues no íbamos por la autopista como él había propuesto al inicio. Resultó que Menton era la última ciudad antes de la frontera después de pasar por Eze, Mónaco y otros cuantos pueblos más.

Eran más de las diez de la noche cuando nos sentamos a comer en una terraza frente a la playa de piedras cerca de una tarima donde un grupo de jazz animaba la velada. Mi hijo tuvo tiempo de avisar a su amigo que llegaría más tarde. Mientras tanto ya había buscado el camino con su iPhone pues según él no estábamos lejos.

La caja del estacionamiento nos retardó ya que no quería aceptar la tarjeta de crédito. La dirección era Chemin de Sainte Agnès número 940, pero como no aceptó el número exacto, dejé solo el nombre de la calle. Por fin salimos, regresamos por la avenida que bordea el mar siguiendo las instrucciones de los dos aparatos que en ese momento estaban de acuerdo.

El mío a veces toma tiempo en recibir la señal del satélite y a otras se descuadra por algunos metros señalando que está en una calle cuando en realidad estamos en otra. Estoy acostumbrado y por eso verifico a menudo que la calle indicada es la correcta. Por culpa del tráfico no doblé a tiempo según sus instrucciones, pero según mi hijo, su GPS le indicaba otro camino más adelante.

Giré a la derecha y vi en efecto una flecha que indicaba Sainte Agnès, pero no el nombre de la calle. Empezamos a subir las calles que pronto se alejaron del mar y entraron por barrios exteriores. Los números de las casas se acercaban al buscado, pero al llegar a los novecientos no apareció el 940. Media vuelta para ver si habíamos olvidado alguna casa pero nada.

Mi hijo llamó de nuevo a su amigo. Le habló de un estadio que no vimos y del número que no era 940 sino 9400. Le nombramos las calles donde estábamos pero no las reconoció. Volví a mirar mi GPS y me di cuenta de que no indicaba el famoso Chemin de Sainte Agnès sino otro nombre. Decidí volver a obedecer a mi artilugio y la carretera empezó a subir en zigzag cada vez más lejos de Menton. Todos dudaban menos yo que tercamente continué subiendo en busca del destino. Las flechas que mostraban Sainte Agnès me daban razón pero me parecía raro que estuviéramos tan lejos de Menton. Además parecía un pueblo diferente y no un barrio por más de que la comuna fuera grande.

En el mapa electrónico se veían unas líneas derechas muy grandes que tomé por el ferrocarril. Las cruzamos por debajo zigzagueando por la carretera de montaña. En realidad era el viaducto de la autopista. El mar se veía cada vez más lejos y nada que llegábamos. Por fin todos me convencieron de que no podía ser por ahí pues la carretera se volvía más angosta y temíamos que fuéramos a caernos al precipicio en la oscuridad. En una vuelta muy cerrada aproveché que no venía nadie a esas altas horas de la noche para dar media vuelta.

Continué bajando hacia Menton como me lo indicaba el GPS en la oscuridad de la carretera con una vista de la ciudad iluminada allá abajo a lo lejos. Era ya más de media noche. Mi hijo se desesperó y terminó por llamar a su amigo para avisarle que no sabíamos dónde estábamos y que ya no lo esperara más. Además se le acabó la batería a su iPhone.

Ya en Menton mi GPS seguía indicándome cómo llegar al Chemin de Sainte Agnès. No estábamos lejos. Le obedecí y por fin encontramos al comienzo del mismo. El carro no podía pasar por ese lado. Mis hijos se bajaron a mirar y era una calle empedrada y angosta por donde no podríamos pasar además de que el primer número era el 1 y el 9400 estaría muy lejos.

Volvimos a casa mucho más rápido por la autopista. Al día siguiente la curiosidad nos hizo buscar qué era el famoso Sainte Agnès. Resultó ser el pueblo litoral más alto de Europa a 750 metros de altitud, a 3 km de la costa a vuelo de pájaro pero a 10 km por la carretera de cornisa. ¡Con razón daba tantas vueltas! Fue tanta la sorpresa que decidimos volver de día. El espectáculo fue maravilloso e impresionante. Por momentos la carretera deja pasar un solo carro de manera que uno va rogando que no se encuentre con nadie de frente. ¡Qué idea de fundar un pueblo a esas alturas! Tiene unas fortificaciones militares que forman parte de la Línea Maginot. Como se puede ver en la foto, mirar el mar desde lo alto puede dar vértigo. Finalmente, salió muy bueno el paseo de día y espeluznante pensar que estuvimos por ahí de noche tan campantes. No olvidaremos la lección de uso del GPS.

http://www.sainteagnes.fr/

jueves, 04 agosto 2011

Cómo se toman las decisiones

NV-IMP763.JPGEn un foro Internet, alguien planteó esta semana que la estructura del idioma sujeto-verbo-complemento refuerza el pensamiento lineal, lo que indicaría que idiomas que no tienen esta estructura promueven uno no lineal, más holístico (el holismo es una doctrina que propugna la concepción de cada realidad como un todo distinto de la suma de las partes que lo componen).

Ahora,si esto es cierto ¿qué pasaría con quienes hablan dos o más idiomas? ¿Cuál sería su forma de pensar?

Me parece que los idiomas son suficientemente flexibles para aceptar diferentes formas de pensar y al mismo tiempo resaltar lo que interese más en un momento cambiando el orden de los componentes de una frase.

Me sorprenden más las diferencias en la precisión de expresión entre unos y otros. Eso se ve por ejemplo en la longitud tan variable del mismo texto en varios idiomas. Mientras en unos tenemos que indicar los artículos, los géneros, las concordancias, en otros no existen muchas de esas variaciones; en unos hay una cantidad increíble de verbos para cada situación, en otros usamos el mismo verbo sin que aparentemente haya problemas; en unos tenemos que escribir obligatoriamente todos los pronombres, pero en otros los podemos omitir.

Claro está, cada idioma le da preferencia a un orden en la frase y es posible que esto influya en el pensamiento ya que te acostumbras a ver el mundo de una manera que resalta por ejemplo los sustantivos más que los verbos o lo contrario.

Cuando uno habla varios idiomas a veces se ve en problemas para armar una frase precisamente por las interferencias entre ellos. Ahora que estoy estudiando árabe después de pasar por inglés, francés y ruso, me ha tocado torcer la mente para acostumbrarme a poner el verbo al comienzo y además en singular a pesar de que el sujeto esté en plural más adelante o en caso de que no haya verbo por ejemplo con el verbo ser que no se escribe en presente (pasa igual en ruso) y que tienes que invertir el orden de sujeto y atributo cuando quieres expresar cosas como «hay dos alumnos en la clase», sin hablar de la negación de ese tipo de estructuras.

Hay bilingües que batallan con ciertas construcciones y a veces para salir del problema tienen que traducir mentalmente y paralelamente de un idioma al otro. Supongo que la manera de pensar se ve influenciada por el idioma que uno usa.

Unos interesantes estudios recientes con niños sordos tienden a apoyar la idea de Chomsky de una gramática universal. Varios educadores han inventado lenguaje de signos para sordos que siguen más de cerca la estructura de la lengua local y no las reglas de una gramática universal. Sin embargo, estos niños cometen errores de aprendizaje que en realidad no lo son si se miran con respecto a la gramática universal.

La categorización del pensamiento también difiere entre los idiomas. Los romanos nombraban los colores de una forma que no usamos hoy en día. Los diccionarios árabes siguen una clasificación por familia de palabras y no por un orden estrictamente alfabético. Los diccionarios chinos usan el número de trazos de los ideogramas para clasificarlos y por lo tanto se debe conocer muy bien la escritura para buscar una palabra. 

Aunque no podemos pronunciar más de una palabra a la vez haciendo que el discurso sea lineal con respecto al tiempo, nuestro cerebro puede procesar la información en paralelo de una forma diferente. Cuando varias personas están hablando en grupo hay momentos en que uno habla y los demás escuchan, pero hay otros en que se forman conversaciones en paralelo y es difícil saber cómo se llega a une situación nueva especialmente si se está tomando una decisión. En la misma cabeza de quien decide se plantean muchas cuestiones y según el método usado, desde lo más sistemático a lo más caótico, la escogencia final puede variar mucho de una persona a otra a pesar de hablar el mismo idioma.

Creo que esto se ve en la historia de acontecimientos importantes. Por ejemplo en el caso de las guerras o revoluciones, da la impresión que un proceso superior ha guiado todo de comienzo a fin, pero en realidad es el resultado de un sinnúmero de conflictos internos nada fáciles de analizar.