viernes, 19 diciembre 2025
La memoria y yo: festival de cine
No es de extrañar que la historia de algún hecho importante que se escribe mucho después sea imprecisa. Por ejemplo, la guerra de Troya o la vida de Alejandro Magno fueron escritas 400 años después del suceso basadas en tradiciones orales. El monje inglés Matthew Paris, un cronista del siglo XIII, en su obra Chronica Majora, escrita alrededor de 1250, describe inundaciones ocurridas en Londres siglos antes y menciona que en el río se hallaron “dragones ahogados”, reflejando la mezcla de historia y elementos legendarios típica de la época.
Solo si una persona que vive el hecho siente que es necesario guardar documentos, quedarán huellas. Aunque, a veces quedan huellas de cosas sin importancia que nunca pasarán a la historia.
Hace como veinte años participé a la creación del festival Cinéma des cinq continents en Ferney-Voltaire. Se me ocurrió la idea unos tres años antes cuando estaba metido en la organización de proyecciones de cine español y latinoamericano asociado con un festival naciente en Ginebra, Suiza, que ahora está muy bien implantado Filmar en América Latina. Estuve varios años en el comité organizador de ambos festivales. Ahora disfruto anualmente de los dos, sin tener que formar parte de sus equipos. El mes pasado en el festival Filmar me encontré con las dos personas que lo crearon y con quienes colaboré, pero ya no formamos parte del comité. Charlamos un poco, pero de la directiva actual, no conozco a nadie personalmente.
La creación del festival de Cine de los cinco continentes no fue fácil. La asociación organizadora, Cultures et cinemas, fue creada en 2001 para apoyar el Cine de Ferney que corría el riesgo de desaparecer debido a la competencia de otras ciudades vecinas y a la dispersión del público entre varias salas. En Archamps, Francia, y en Ginebra, Suiza, se habían creado grandes multiplex de cine para proyección de superproducciones comerciales que amenazaban los pequeños cines independientes que proyectaban otro tipo de películas.
De vez en cuanto, organizábamos proyecciones sobre temas de sociedad seguidas de un debate con invitados especialistas de las temáticas para que el cine de Ferney atrajera espectadores. Ya había existido un festival de cine africano, Malaïka, que duró un poco más de diez años y desapareció por conflictos personales en la dirección. La asociación Encuentro de dos mundos proyectaba películas del mundo hispanohablante con el objetivo de promover la cultura de estos países.
Mi idea era crear un nuevo festival que no fuera dedicado a un continente, a una cultura o a un tema específico, sino que proyectara cine diferente y nada comercial del mundo entero, con una visión alternativa. Al cabo de tres años en el comité logré convencerlos de lanzar ese proyecto.
La primera edición fue de solo cinco películas durante una semana. Poco a poco fuimos aprendiendo, adaptando y extendiendo el concepto. La idea se consolido, el equipo de organización creció, aunque no faltaron quienes entraron buscando beneficios personales. Precisamente por conflictos inevitables, decidí retirarme unos años después, pero estoy contento de que siga funcionando.
Volviendo al tema de la memoria, este año estaban festejando los veinte años de creación. Como los que participamos en su creación ya no formamos parte del comité (algunos ya murieron o se mudaron de aquí), el resumen que apareció en el catálogo estaba incompleto. Mientras hacía cola para comprar algo en el bar, me encontré con uno de los pocos que estuvieron en mi época, aunque no desde el comienzo. Me comentó extrañado que estaba sorprendido de que mi nombre no apareciera en el corto relato histórico del catálogo del festival 2025, como si los organizadores no tuvieran archivos ni memoria. Contesté que eso no era importante para mí, sino el hecho de que el festival continuara.
En la fila había un miembro del equipo actual que oyó nuestra conversación. Lo había visto durante estos últimos años, pero no lo conozco. Unos días después, se acercó a preguntarme si yo tenía información para compartir, pues él estaba tratando de compilar los catálogos de todas las ediciones, artículos de prensa, afiches y todo lo que pudiera servir para esa memoria incompleta.
Prometí buscar en casa, aunque le advertí de que yo había tirado a la basura hacía poco un clasificador sobre el festival para liberar espacio en mis archivos. Recuerdo que estaban los primeros artículos en la prensa local con el nombre de las películas y el programa de cada edición. Yo creía que eso estaba guardado también en el local de la asociación.
Por suerte, detrás de unas cajas se había salvado un clasificador con unos correos electrónicos, actas de reuniones del comité, borradores de presupuestos, algunos carteles y otras cosas de poca importancia. Lo entregué a quien me lo había pedido, le dije que no lo necesitaba y que se podía quedar con él. Ahora sí creo que no me queda nada en papel sobre los inicios de esa aventura. Quizás tenga en el PC o el correo electrónico algo más al respecto. Lo que tengo en mi cabeza se desvanecerá con el tiempo, claro está.
domingo, 14 abril 2024
Estelas en la mar
La memoria es extraordinaria. Almacenamos gracias a ella recuerdos de toda una vida y que de pronto reaparecen sin darnos cuenta cómo. Lugares donde estuve alguna vez, de cualquier época y sitio de mi mundo. Un olor, una imagen, una canción me hacen volver al pasado. En sueños, es todavía más impresionante, ya que podemos interactuar con personas ya muertas o con niños que ahora son adultos. Por ejemplo, buscaba una grabación MP3 en mi PC y me topé con ficheros de hace casi veinte años. Canciones que había olvidado y que una amiga me envió, lecciones en ruso o árabe que estudié. El contexto de esos ficheros informáticos saltó de improvisto a mi camino.
¿Cómo verá el mundo una persona que pierde la memoria? Todo le parecerá nuevo cada día. ¿Se sorprenderá de ver a alguien que no reconoce sin saber que era quizás su hijo o su esposa? Me pasa con personas que pierdo de vista y cuando me las vuelvo a encontrar no recuerdo sus nombres. Muy incómodo. También me puede pasar con palabras que no uso a menudo y no me llegan fácilmente a la punta de la lengua.
Cuando uno nace, todo es nuevo y todo nos llama la atención. Poco a poco a medida que vamos creciendo las cosas se van repitiendo y nos acostumbramos a lo rutinario. Las novedades son la sal de la vida. Son como el ritmo variable de un tambor que juega con nuestros cuerpos y nos hace bailar. La música monótona no tiene gracia. La vida monótona tampoco.
Se dice que la monotonía termina matando a las viejas parejas. Para alejar ese peligro, debemos tener actividades diferentes para poder comentar lo que nos pasó, lo que aprendimos, como cuando uno ve una buena película o lee un buen libro. Hay que aprovechar la posibilidad de ser todavía autónomos para salir, curiosear, aprender, buscar cosas nuevas y tratar de vivir como un niño para quien todo es nuevo.
Con los familiares, amigos y conocidos que mueren se va acercando nuestro turno. Murió una abuela de más de cien años que ya no reconocía a nadie, pero su cuerpo estaba en forma. Otra abuela fue al contrario muy lúcida hasta el final en un cuerpo que no le funcionaba bien. Por suerte también hay nacimientos en la familia o entorno que nos hacen mirar y pensar en el futuro. El mundo me parece cada vez más joven.
Ahora entiendo mejor el famoso poema de Antonio Machado (1875-1939) que popularizó Serrat con su canción Cantares y que ahora vamos a cantar con nuestro coro. Recuerdo el proverbio que dice “el diablo no es diablo por diablo sino por viejo” y comprendo que el peso de los años está en la memoria más que en los músculos.
11:36 Anotado en Elucubraciones, Recuerdos | Permalink | Comentarios (1) | Tags: memoria, recuerdos, camino
lunes, 04 marzo 2024
El peso de los recuerdos
Esta semana tiré a la basura más de veinte kilos de recuerdos. Eran mapas y folletos turísticos acumulados desde hace años después de algún viaje. Me decidí a ordenarlos, pues ya no cabían en el estante que les tengo reservado en la biblioteca. Me quedé con una ínfima parte que puede ser útil si de pronto regreso a esas ciudades o simplemente para recordarlas. Los demás ya no tenía sentido guardarlos. Ahora uno busca información directamente por la Internet.
Sin embargo, fue divertido recordar tantos lugares, fotos de monumentos, iglesias, obras de arte, paisajes de alguna ciudad y otros etcéteras. Los más antiguos eran de hace casi cincuenta años. Por supuesto que ya no correspondían a la realidad. Se estaban convirtiendo en documentos históricos.
La ventaja es que sirven para revivir la memoria, pues, aunque todavía recuerdo esos viajes, no pienso en ellos a menudo. ¿Cómo funcionará la memoria ahora que todo va quedando en soportes informáticos y mucho menos en papel? Aplicaciones telefónicas, como Google Photo o One Drive, me presentan fotos viejas cada día. En ese sentido, podrían reemplazar esos folletos que tiré, pero no siempre.
Me acordé de una caja metálica que tenía mi madre para guardar fotos. Cuando las sacaba para mirarlas una a una, nos contaba dónde fueron tomadas y quiénes aparecían. A veces ya no recordaba el nombre de alguna vieja amiga. Yo me divertía viendo caras desconocidas o reconociendo personas de la familia mucho más jóvenes entonces. Me imaginaba lo que había pasado al momento de la foto. Me preguntaba qué iba a pasar con ellas años después. Nuestro entorno va a desaparecer con nuestra muerte. Todos esos recuerdos no tendrán más sentido y no habrá más apego.
Ayer visitando el palacete del filósofo Voltaire, pensé en los objetos que quedan de sus veinte últimos años de vida que pasó en él. Si Voltaire volviera, reconocería muchos de sus muebles, decoraciones y cuadros, pero notaría que los habían cambiado de puesto o habitación. La memoria de los personajes famosos justifica mantener sus entornos para la posteridad. Lo nuestro no nos sobrevivirá.
Entre mis cosas tengo algún objeto que perteneció a mis padres o a alguna tía, libros o cubiertos, por ejemplo, pero nada queda de mis abuelos ni de otro familiar. Seguramente la mayoría de lo que dejemos correrá la misma suerte de los folletos que tiré a la basura. Ahora lamento no haberles tomado al menos una foto para el recuerdo. Al hojear los impresos, reviví muchos momentos y épocas. Creo que tengo una caja con más papeles similares que espero encontrar y ordenar para ganar espacio. Será una forma de facilitar el trabajo a mis herederos y de relativizar la importancia de lo material. ¡Je, je!
17:52 Anotado en Elucubraciones, Recuerdos | Permalink | Comentarios (0) | Tags: memoria, fotos, viajes

