domingo, 07 febrero 2010
Cavilando en paz
Si la gente nos oyera los pensamientos,
pocos escaparíamos de estar encerrados por locos.
Jacinto Benavente
No me gusta estar sola en esta cafetería de mi trabajo. Hoy mis amigas con quien siempre vengo no están, pero la sed y las ganas de descansar unos minutos fueron más fuertes y me sacaron de mi despacho. Ahí entra la nueva pasante de mi servicio. Claro, como es joven y bonita, mis compañeros se pelean por estar con ella. A mí ya ni me miran esos imbéciles. ¡Bah! A ver si me consigo un filtro de amor con un morabito africano para ponerle en el café al buen mozo del tercer piso que está tan bueno. Cuando se descuiden me vengaré de mis colegas. Les voy a borrar unos ficheros electrónicos en que estén trabajando o les voy a introducir errores. Si me preguntan algo, me haré la tonta. ¡Ojalá el jefe se decida de una vez por todas a tomar su jubilación anticipada para ver si me ascienden! Me lo merezco. Tantos años de sacrificio en esta empresa y ningún reconocimiento. Lástima que el director que me protegía murió de un infarto hace dos años; si no, a estas alturas se hubiera divorciado y seguro que estaríamos viviendo juntos. Desde su muerte, no he logrado conquistar a nadie y es que los años se me han venido encima. A la bruja de su esposa casi la enveneno en una fiesta, ¡ja, ja! Me arrepentí a última hora. Espero no chiflarme. El otro día no me di cuenta y estaba hablando sola en el pasillo de mi piso. Fue la mujer de la limpieza preguntándome si le hablaba a ella quien me sacó de mis cavilaciones. Bueno... ya es hora de volver a mi despacho y dejar de pendejear aquí sola.
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domingo, 13 diciembre 2009
Contando ovejas a medianoche
Somos desdichados por lo que nos falta pero no felices por las cosas que tenemos: dormir, etcétera, no le hace a uno feliz; pero no dormir es insoportable.
(Voltaire, Le Sotissier, Aix-en-Provence, 1992, p.56)
No. No puede. Lleva tres días sin poder pegar un ojo. Quiere escribir la más bella historia de amor jamás contada, inspirándose en su vida, en sus sueños, fantasías y amores platónicos, ya que el papel resiste todo y siente que pronto morirá. Será la obra póstuma de un solterón obstinado, tímido, viejo, aburrido, sin inspiración, impotente ante una página blanca, decidido a ser un escritor, sin haber nunca terminado de leer un solo libro, ni tocado a una mujer, un libro completamente imaginario, quizás infantil, pero lleno de remordimientos e ideas falsas, como por ejemplo que una mujer es tan delicada como una porcelana y hay que tratarla y hablarle con cuidado para no ir a romperle irremediablemente el corazón, uno lleno de espinas con las que uno se puede pinchar, una boca que solo espera el beso apasionado del príncipe azul, apuesto y joven, que él nunca fue, para despertar y ser feliz toda la vida comiendo codornices sin cicatrices, una mujer mezcla de amante, madre, profesora y enfermera. Se chiflará antes de escribir una sola frase, nunca será feliz, nunca llegará la musa soñada de la literatura a posarse sobre sus sienes, a dictarle por encanto frases románticas o asesinas, diálogos cautivadores, adjetivos perfectos, la trama original, una musa hada madrina, amante y fiel, con la que hará el amor en un éxtasis morfosintácticosemántico absoluto antes de medianoche, avec le mot juste. Si hubiera escrito una frase a diario o pronunciado alguna vez te amo, no estaría así. No tiene sueño, inspiración... ¡Infeliz!
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domingo, 04 octubre 2009
Cuerpo insensible
« Objets inanimés, avez-vous donc une âme
Qui s'attache à notre âme et la force d'aimer ? »,
dans Milly ou la terre natale d’Alphonse de Lamartine (1790-1869),
http://fr.wikisource.org/wiki/Milly_ou_la_terre_natale
No sé cuándo me di cuenta de que yo estaba loco enamorado de la mía. Por eso cuando mi jefe me dijo que me la iban a cambiar, me enloquecí, les dije que eran unos desgraciados, que yo podía ser un extranjero ignorante, un chofer de más en la empresa, pero que no me podían engañar, que yo era el único que la podía manejar y tratar correctamente. Ni modo. Mi jefe me dijo que mi camioneta ya estaba demasiado usada que lo único que me podían prometer era instalarme el mismo GPS para que siguiera oyendo la misma voz que me indicaba el camino con su estribillo: recalculating, recalculating, recalculating. Resignado al fin acepté la camioneta nueva. A pesar de que la voz era la misma, yo ya no sentía lo mismo que con la primera que tuve para llevar las encomiendas de un extremo al otro de esta gran urbe llamada Los Ángeles.
08:00 Anotado en Juego de escritura | Permalink | Comentarios (1) | Tags: ficción, cita, objeto inanimado