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domingo, 04 octubre 2009

Cuerpo insensible

« Objets inanimés, avez-vous donc une âme
Qui s'attache à notre âme et la force d'aimer ? »,
dans Milly ou la terre natale d’Alphonse de Lamartine (1790-1869),
http://fr.wikisource.org/wiki/Milly_ou_la_terre_natale

NV-IMP518.jpgDesde que la conocí me apegué mucho a ella: la consentía, la cuidaba, la trataba bien, la lavaba todos los fines de semana, no quería que nadie la tocara y me molestaba mucho cuando alguien se acercaba demasiado o la miraba admirativo. Cuando la oí hablar por primera vez quedé subyugado. Una voz femenina que me indicaba el Norte, una brújula que me orientaba en la jungla urbana. Como yo era inmigrante recién legalizado y no hablaba tan bien el idioma de estos gringos, imitándola mejoré mi pronunciación del inglés. Mis compañeros de trabajo, casi todos latinoamericanos, la mayoría mexicanos, no eran como yo. Ellos no les daban la misma atención a las suyas y por eso terminaban tan mal, no solo ellas sino ellos también pues perdían sus empleos frecuentemente. ¿Cómo se atrevían a sacarlas estando ellos borrachos? ¡Los accidentes abundaban!
No sé cuándo me di cuenta de que yo estaba loco enamorado de la mía. Por eso cuando mi jefe me dijo que me la iban a cambiar, me enloquecí, les dije que eran unos desgraciados, que yo podía ser un extranjero ignorante, un chofer de más en la empresa, pero que no me podían engañar, que yo era el único que la podía manejar y tratar correctamente. Ni modo. Mi jefe me dijo que mi camioneta ya estaba demasiado usada que lo único que me podían prometer era instalarme el mismo GPS para que siguiera oyendo la misma voz que me indicaba el camino con su estribillo: recalculating, recalculating, recalculating. Resignado al fin acepté la camioneta nueva. A pesar de que la voz era la misma, yo ya no sentía lo mismo que con la primera que tuve para llevar las encomiendas de un extremo al otro de esta gran urbe llamada Los Ángeles.