Ok

By continuing your visit to this site, you accept the use of cookies. These ensure the smooth running of our services. Learn more.

miércoles, 07 julio 2021

Pub

cerveza, generacionesPues resulta que a finales de mayo fuimos a uno de los pub cercanos al apartamento en Bogotá. Antes de entrar nos cruzamos con un argentino vecino del edificio que paseaba a su perro. Nos saludamos. Llovía un poco. Él siguió su camino.
Buscamos una mesa al interior, pues la terraza parecía húmeda. Seríamos unos ocho clientes adentro y unos seis afuera. Miramos la carta por internet gracias al qrcode. La música es siempre fuerte en esos bares. Ya habíamos ordenado nuestro pedido cuando regresó la mesera a proponernos que tomáramos más bien la cerveza más cara del pub, pues un cliente nos quería invitar y pagar toda nuestra cuenta.
Sorpresa. Pensamos que fuera el argentino, pero no estaba ahí. Dudamos en aceptar, pero lo hicimos. Miramos a todos los clientes tratando de adivinar quién nos hacía esa atención.
Cuando nos trajeron el pedido, nos dejaron la factura pagada con una nota manuscrita que decía: ojalá todos los jóvenes pudiésemos ser como ustedes, abrazo y admiración. 
Levantamos de nuevo la mirada y vimos a los jóvenes que nos habían invitado y brindaban con nosotros desde lejos.
Muy amables. Imaginamos que les recordamos a sus padres o abuelos. Calculo que tendrían unos 25 años. No demoraron en irse. Primera vez en la vida que nos pasa esto.

22:35 Anotado en Recuerdos | Permalink | Comentarios (2) | Tags: cerveza, generaciones

domingo, 22 octubre 2017

Creced y multiplicaos

NV-IMP994.jpgQué lejos están esos tiempos en los que buscaba becas para estudiar en el extranjero. Estaba dispuesto a ir a cualquier país aunque prefería Europa. Inicialmente vine a Francia por solo tres años. No pensaba en quedarme o no aquí, pues estaba abierto a lo que se presentara. Por suerte no fui emigrado político o económico, ni estuve en guerra contra mi sociedad natal. Mi familia creyó que era una ausencia temporal a sabiendas de que quizás no volvería. Ya le había pasado en los años cincuenta a un tío que estudió en Francia un posgrado de medicina, de camino de regreso al país paró en Nueva York y se quedó para siempre.

La curiosidad por la vida en el Viejo Mundo era más fuerte para mí que las posibles nostalgias de Colombia. Poco a poco me fui quedando aquí sin cerrar las puertas del regreso durante mucho años. Tanto Francia como Colombia han cambiado, para bien o para mal, y yo tampoco soy el mismo.

Ahora que mi hija se ha ido a vivir a mi país de origen desde hace dos años y que tengo un hijo y un nieto en París, me pongo a pensar en mi familia en Colombia que cada dos años más o menos me veía llegar de vacaciones durante máximo un mes.

Claro que en estos tiempos modernos es más común no pasar toda la vida cerca de sus padres. Sin embargo, me pongo a comparar mis sentimientos con los que pudo haber tenido mi madre cuando se dio cuenta de que yo no volvía y no pudo ver de cerca crecer a mis hijos. Recuerdo que decía que había estado muy triste cuando sus hijos se iban de casa y dejaban sus cuartos vacíos. A mí me ha pasado lo mismo, pero quizás en ese aspecto entiendo mejor a mis hijos por haber vivido lo mismo de joven.

Son ideas recurrentes. Es el ciclo de la vida de las generaciones que se suceden en este planeta. Conocí a parte de mis abuelos pero a ninguno de los bisabuelos. De esos ancestros ya no quedan huellas en este mundo, aunque con seguridad tengamos gestos y formas de ser heredadas de estos antepasados. Dentro de un par de siglos, pase lo que pase, no habrá huellas de mis pasos por aquí y no me preocupa. Al fin y al cabo lo importante es el momento que vivimos y que se nos escapa irremediablemente.