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domingo, 23 agosto 2009

Dados contra cerveza

NV-IMP487.jpgCasi nadie había visto el letrero que decía que la cerveza del barril valía cuatro francos, pero que si uno tiraba los dados, pagaría lo que indicara el dado, es decir entre uno y seis francos. José calculó que el precio promedio sería tres francos con cincuenta y por lo tanto con un poco de suerte pagaría menos de cuatro. Contó las monedas que le quedaban en el bolsillo, eran ocho francos. El dilema era tomarse solo dos cervezas al precio normal o arriesgarse a tomarse más o menos de dos jugando con los dados.
La joven rubia vestida de bávara lo miró unos segundos con una sonrisa amplia y le preguntó qué le servía. «Oye, Sisí, te propongo un trato con lo de los dados», dijo José. «¡Ja, ja! Muy gracioso. No me llamó Sisí. Me llamo Pascualina. ¿Qué te sirvo?», contestó con la misma sonrisa. «Mira, Pascualina. Voy a jugar con el dado para pagar la primera cerveza. Si me sale más de cuatro, no podré tomarme más de una pues me quedarán dos francos en el bolsillo. En ese caso, si tiro de nuevo el dado y sacó más de dos, en vez de cerveza me contento con un beso», continuó dándoselas de listo. «Claro y si te salen solo unos me arruino yo y me pierdo del beso. Tienes suerte de que soy jugadora. Vale. Acepto tu apuesta», respondió Pascualina aprovechando que no había muchos clientes y que su colega estaba ocupado con los pocos que llegaban del otro lado de la caseta.
José tiró el dado y le salió un tres. «¡Qué bien! Me gané una cerveza, pero lo del beso lo negociamos ahora después, guapa», dijo el joven y se fue a tomar su cerveza en una mesa a la sombra. El grupo que tocaba música en el quiosco de al lado tenía éxito; muchos jóvenes de pie los seguían balanceándose en sus puestos. El calor hizo que la cerveza de José se acabara más rápido de lo previsto o quizás él se la tomó de prisa para ir a seguir con su labor de conquistador. Era alto y apuesto y apostaba que iba a ganarse el beso de Pascualina. ¡Ojalá tuviera mala suerte en los dados!, era lo que deseaba ahora.
«Me quedan cinco francos, Pascualina. Voy a jugar con los dados de nuevo. Si me sale más de cuatro, me gano la cerveza y un beso. ¿Vale?», propuso el joven. Pascualina que se había olvidado de su galán se rió de nuevo y aceptó el trato. Tiró el dado y le salió un tres. «Vaya suerte. Hubiera preferido el beso aunque me saliera más caro. ¿No estarán cargados estos dados?», dijo José llevándose su cerveza.
Esta vez la joven Pascualina no se olvidó del galán y estuvo pendiente de él mientras atendía a los compradores que al terminar el primer concierto del quiosco habían vuelto numerosos. Empezaba a ocultarse el sol en esa tarde veraniega. Otro grupo musical se instalaba y el joven José bebía su segunda cerveza observando a su esperada conquista. Le quedaban dos francos en el bolsillo. La probabilidad de sacar más de dos en los dados era grande. El grupo nuevo se puso a tocar y la caseta de la cerveza se vació otra vez pues los jóvenes estaban entusiasmados con la música electrónica.
José se distrajo un rato y al terminar su cerveza se dirigió a la caseta pero esta vez la joven no estaba. Quedaba solo su amigo vendiendo la cerveza con otro que no estaba antes. «¿Pascualina ya se fue?», preguntó José. «La joven que estaba atendiendo aquí», insistió José al ver que no le entendían. «¡Ah! Se llama Janet y ya terminó su turno. ¿Qué le sirvo?», respondió el ventero que tenía cara de malas pulgas. «Tiro el dado pues solo tengo dos francos», contestó José. Salió un seis y no pudo tomar cerveza.
Triste se fue a caminar por el parque en dirección de la parada de bus. Sacó su teléfono celular para ver si tenía llamadas perdidas o algún SMS. De pronto se podría encontrar con amigos que lo invitaran a otra cerveza. Estaba sentado en la parada del autobús tan absorto manipulando el artilugio electrónico que no se dio cuenta de la llegada de un bus ni de la joven que se acercaba a él. De repente sintió que le dieron un beso en la boca y sorprendido tuvo apenas el tiempo de ver a Sisí, es decir Pascualina o Janet, sonreír y correr a tomar el bus diciéndole adiós con la mano. El autobús cerró la puerta y arrancó de inmediato. José se quedó sentado viendo a su conquista caminar buscando una silla entre la gente. Con un poco de suerte se encontrarían en otra oportunidad, pensó con optimismo.

08:30 Anotado en Cuentos | Permalink | Comentarios (1) | Tags: ficción, suerte, apuestas, verano, sed