miércoles, 04 octubre 2017
Cuarenta veranos
Me doy cuenta de que este ha sido el cuadragésimo verano que he pasado en Francia con otras treinta y nueve primaveras que no volverán. Este año ha sido uno de los más calurosos que he soportado. Junio se despedía con un espectáculo de comedia del arte en el teatro de Ferney-Voltaire donde los personajes clásicos sirvieron de excusa para enmascarar y desenmascarar actores aficionados conocidos. Cine al aire libre puntuó una noche de esos días, pero no fue un verano de cine aparte de alguna vídeo en casa. Un concierto con el coro en una residencia de ancianos nos permitió recuperar un poco los ensayos perdidos. Los amigos de ese grupo son como una familia más aquí en el extranjero. Nos escapamos a París para ver al nieto y familia. La vida de abuelo tiene su encanto. Ya se nos había olvidado lo que es tener un nene en el hogar. La llegada de nuestra hija después de dos años de ausencia nos alegró todavía más el verano aunque ya está preparando su regreso.
Creo que pasé mucho tiempo en el Jura franco-suizo y en los Alpes suizos del Valais en familia. La montaña sirve aquí también para refrescar del estío. Estuve en Grenoble y me di cuenta de que la región me es menos familiar que antes cuando era mi punto de referencia. Ahora es una sombra en mis recuerdos con algunos amigos de antes que aun viven allá y veo rara vez. Disfrutamos de la fiesta nacional francesa festejando el nacimiento de nuestro pequeño León en casa de los abuelos maternos rodeados de familiares y amigos en el campo en la montaña del Jura francés. La fiesta nacional suiza del 1 de agosto la pasé en un pueblo que queda justo en la frontera con Francia en un ambiente campestre muy singular. Cómo me gusta caminar por la montaña y ahora en el otoño y sus colores mucho más.
Jugué mucho scrabble en francés y español. En la lengua de Cervantes, me metí a organizar el Campeonato Regional Europeo en Aviñón que jugamos con casi treinta participantes de cinco países. La Ciudad del los Papas sigue gustándome bastante. El Campeonato Mundial de Scrabble Francés tuvo lugar en Martigny, Suiza, brindándome la oportunidad de competir con muy buenos jugadores del mundo francohablante. Martigny también tiene su encanto. El ganador del campeonato español en modalidad clásica fue Serge Emig, un francés, y el del campeonato francés en modalidad duplicada fue Nigel Richards, un neozelandés. Los colombianos estamos muy lejos de llegar a esos puestos.
Ginebra ofrece muchos conciertos al aire libre en el verano. Asistí a uno que no fue una maravilla. Algo dibujé y pinté gracias a los cursos del artista Alain Gegout que es un maestro de acuarela y acrílico. Qué lejos estoy de dominar esas técnicas. Me gusta ese pasatiempo aunque no lo practique regularmente como quisiera. En septiembre también me he metido a un curso de dibujo con tinta china (pincel y pluma), otro reto más.
Poco escribí y me molesta. Pensaba que la jubilación sería propicia para esa actividad literaria. No ha sido el caso. ¿Cuestión de organización y prioridades? Sigo teniendo inconclusos una novela, una pieza de teatro y varios cuentos. La humanidad no va a perderse nada si no logro completarlos, pero mi ego se reciente. Este blog anda muy abandonado. Me pesa dejarlo de lado y no poder ser tan sistemático en su uso como antes.
He jugado ajedrez defendiéndome y atacando mejor pero aun con remordimientos de no vencer en partidas donde he conseguido ventajas materiales o posicionales y las pierdo por errores tontos o mala utilización del tiempo. He participado en torneos interesantes. Seguiré aprendiendo.
De los veranos pasados me quedo con imágenes de vacaciones con mis hijos en diferentes puntos de Europa viéndolos crecen sin ser consciente de ello. Veranos calurosos o lluviosos, cerca del mar o en la montaña, rara vez en grandes ciudades, viajando por carretera, visitando restos del pasado. Antes de ser padre también viajé por este continente que se ha ido transformando sin parar. Es hora de volver a ciertos lugares que me gustaron mucho como Lisboa o San Peterburgo o conocer países que me faltan en la lista de deseos como algunos nórdicos o del este.
Qué lejos está ese primer verano en Francia en la calurosa Grenoble llena de estudiantes extranjeros en cursos de francés descubrieno un mundo nuevo. Ya es un tópico decir que el tiempo parece pasar cada vez más rápido. Tengo impaciencia de saber qué me depara este cuarto otoño de jubilación que acaba de empezar.
12:25 Anotado en Elucubraciones, Ocio, Vida diaria | Permalink | Comentarios (2) | Tags: verano, tiempo, hacer
martes, 23 agosto 2016
Verano ginebrino
Somos el tiempo que nos rodea. Cuando el sol ilumina en verano un cielo azul sin nubes calentando el ambiente poco a poco desde la mañana, las tardes propicias para una siesta en una hamaca, cuando los árboles empiezan a enrojecer, el viento frío nos hace cubrir el cuerpo, las sombras se alargan en la tierra, cuando los árboles desnudos se cobijan de nieve , los pájaros emigran en pos de comida y calor tropical, los cafés se llenan de gente conversadora, los abrigos pesados cuelgan de los roperos, las salas de cine nos sumergen en historias de todo tipo, los conciertos y espectáculos nos hacen olvidar la lluvia exterior, cuando por fin las plantas vuelven a retoñar, los días empiezan a alargarse, cambia el reloj su hora, estornudamos con la fiebre del heno, volvemos a pasear por parques y bosques de verde claro, queremos abrir ventanas, cambiar el ambiente interior de nuestras casas, terminar las actividades del año para descansar en la playa o en la montaña lejos del mundo y recomenzar el ciclo de las estaciones que dan ritmo a la vida.
En el Trópico sin nieve ni días de longitud variable, solo época de lluvia e inundaciones o de sol ardiente, sequía e incendios. Para cambiar de clima se viaja a la montaña, la costa o el valle. Las regiones más fértiles permiten una vida relativamente tranquila, las inhóspitas son para la gente más trabajadora y dinámica. Los ricos escogen los mejores lugares para vivir, los pobres se quedan con las migas y sufren de las intemperies. Es igual en todo el mundo. Quizás veremos guerras y migraciones climáticas.
Ginebra es un microcosmos multicultural cosmopolita. Aquí uno no se siente extranjero, todos lo somos en cierto grado. Entre lago y montaña, entre dos países, un emparedado suculento de migrantes. El verano se anima de conciertos, fuegos artificiales, cine al aire libre, fiestas populares, y se calma con menos congestiones de tránsito, tiene más turistas, buen ambiente. Ve uno menos gente conocida pues muchos viajan lejos de aquí. Con suerte, uno se puede ir de vacaciones en julio y regresar a disfrutar de un mes de agosto veraniego o lo contrario. Lo peor es volver a una Ginebra fría y lluviosa.
Me gusta veranear por estas tierras, pensar en Rousseau y Voltaire, en Mary Shelley escribiendo a Frankenstein en Cologny hace doscientos años en la misma Villa donde lord Byron pasaba el estío, pienso en la novela De sobremesa del poeta José Asunción Silva que tiene algunos pasajes que transcurren en Ginebra o uno de los Cuentos peregrinos de García Márquez que también sucede aquí.
Ayer por ejemplo estuve paseando por San Cergue en la cadena montañosa del Jura sobre la frontera franco-suiza caminando desde el pueblo hasta una cima con una hermosa vista del lago y los Alpes con el Monte Blanco. Han puesto en el recorrido unos pasajes de La balada de Beatrix de Rilliet, una novela del siglo XIX que relata una historia de caballeros en la época de las guerras de Carlos El temerario, duque de Borgoña, cuando quería conquistar tierras suizas. Otro viaje al pasado con toques novelescos. Pero el verano solo se acaba oficialmente dentro de un mes. Toca aprovecharlo.
18:04 Anotado en Elucubraciones, Recuerdos | Permalink | Comentarios (0) | Tags: verano, ginebra
viernes, 03 julio 2015
Canícula
Es increíble cómo se viaja aquí sin cambiar de sitio. Cuando llegué, la primavera estaba muy bien instalada. Me sentía en Bogotá en un día soleado o en Ibagué cuando llueve y hace fresco. Después la temperatura empezó a subir, primero lentamente y en estos últimos días, como flecha. El viaje a Tierra Caliente comenzó. Sentimos como si estuviéramos bajando de Bogotá hacia Girardot. Nos llegó el clima de Gigante con ese bochorno que invita a dormir. Ya estuvimos en Neiva con ese calor que no deja ni dormir. Pronto llegaremos a Barrancabermeja con ese calor de plomo sin brisa perceptible. A ver si volvemos a subir a Tierra Fría sin movernos de aquí antes de que nos funda el sol veraniego.
19:08 Anotado en Naturaleza | Permalink | Comentarios (0) | Tags: verano