domingo, 22 junio 2014
Microrrelatos
- Nunca se imaginó lo que escondía su novia debajo de la falda: la libertad.
- Acababa de entrar sin que sus ojos tuvieran tiempo de acostumbrarse a la oscuridad cuando oyó unas llaves girar a su espalda. Estaba encerrado.
- La vio venir por la misma acera como todos los días. Esta vez sí le iba a decir algo. Se miraron a los ojos con una sonrisa leve. Fueron unos segundos eternos mientras se cruzaban. Se dijo que mañana sí se atrevería por fin a decirle algo.
- Abrió los ojos. Vio sobre la mesa de noche la caja de preservativos sin abrir. ¡Ay! No recordaba lo que había hecho después de la fiesta de anoche. Algo se movió a su espalda. A su lado dormía una hermosa mujer desnuda. ¿Serían padres dentro de nueve meses?
- Después de recorrer casi todo el castillo sin encontrarse con nadie, llegó a la conclusión de que estaba sola. Notó una luz por debajo de una puerta. No pudo abrirla porque estaba cerrada con llave. Cuando se agachó a mirar a través de la cerradura, tuvo el susto más grande de su vida: se topó con un ojo que la observaba.
- Primero, le dijo sensual y suavemente al oído: te amo con locura. Después, lo mató.
- «Entonces me voy de esta casa», gritó cerrando la puerta de un solo golpe. Me dije, «ya volverá». Un cuarto de hora después estaba golpeando a la puerta. Los adolescentes son así.
- Estaba feliz porque comenzaba la Copa Mundial de Fútbol, porque su marido la dejaría tranquila durante un mes, ya que se iría a ver todos los partidos con sus amigotes y después a festejar las victorias o derrotas, porque ella odiaba ese deporte sin sentido, pero sobre todo porque podría pasar más tiempo con su amante que también odiaba el fútbol.
- Le pidió que la abrazara y la abrasó.
- Lo último que le dijo antes de desaparecer para siempre de su vida fue: la paciencia tiene un límite.
- Cuando terminó su obra de arte quedó orgulloso de sus colores, perspectiva y relieve, pero nunca pensó en su trascendencia. Esos conceptos no significaban nada para él. Lo que buscaba era plasmar la realidad, impresionar a su gente y conseguir un puesto importante en su comunidad. Con un poco de suerte hasta podría ganar los favores de la hija del jefe. El tiempo no significaba nada para él. No podía imaginarse que treinta y un mil años después sería admirado por los arqueólogos del mundo entero.
- - Lo que me gusta de tu país es la alegría de la gente, me dijo. - Lo malo es que es alegría superficial, contesté. - Pero lo malo de aquí es que hay una tristeza profunda, objetó y nos pusimos a reír.
10:26 Anotado en Cuentos | Permalink | Comentarios (0) | Tags: microrrelato, ficción
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