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viernes, 09 octubre 2009

Pedro el Grande

NV-IMP523.jpgNo sé por qué pero hoy durante el trayecto al trabajo se me vino a la memoria la imagen del monumento a Pedro el Grande en San Petersbrugo en el invierno del 96 cuando estuve durante dos semanas estudiando ruso en un cursillo intensivo en la universidad. Mi nivel de ruso me permitía comunicar y leer más o menos sin problema. Supongo que sería como el nivel de francés que tuve llegando a Francia. En realidad era ya la primavera, el mes de abril. Había mucha nieve en los parques y las riveras de la Neva estaban congeladas. Tuve días de sol con temperaturas altas y otros de mucho frío con borrascas de nieve. Pasé varias veces por esa plaza y estuve paseando por los alrededores pensando en ese hombre que tanto cambió el destino de Rusia. La ciudad tenía muchas huellas de su fundador y de los zares que lo sucedieron. Recordaba las proezas de ese hombre de estado que aprendió muchos oficios en Holanda para luego ser el zar más instruido de ese imperio. Recordé las clases de historia de Abelardo Forero Benavides en la Universidad de los Andes cuando nos contaba la historia de Rusia en un anfiteatro grandísimo lleno de estudiantes silenciosos y atentos, como hipnotizados, cuando nos contaba el asesinato de Rasputín y otros hechos de su historia. No había mucha gente en la plaza, la nieve todavía cubría la mayor parte del prado y creo que la estatua tenía un poco de nieve. Hoy en una mañana gris de otoño ginebrino me sentí como una hormiga más en este hormiguero tan inmenso en el que vivimos donde hormigas un poco más importantes que otras son recordadas durante siglos mientras que otras no dejan ninguna huella de su paso por aquí.

http://www.liveinternet.ru/showjournal.php?journalid=7699...

09:00 Anotado en Recuerdos | Permalink | Comentarios (1) | Tags: historia, ruso, hormigas

martes, 01 septiembre 2009

Ciudad fantasma

NV-IMP490.jpgHabía visto casas abandonadas o ruinas de ciudades antiguas, pero nunca había estado en un verdadero pueblo abandonado. En Asturias recuerdo un pueblo viejo con algunas casas derruidas y un habitante ya viejo que nos contaba que en una de ellas hubo un bailadero y un casino y que él de joven solía ir a festejar los fines de semana.
En las películas de vaqueros se veían pueblos perdidos en el desierto y sin habitantes con unos vegetales en forma de rueda de chamizos que se pasean empujados por el viento. En documentales había visto pueblos vacíos o casi en España.
La semana pasada estuve en uno de verdad, perdido cerca de Perpignan. Para llegar allí hay que tomar una carretera de montaña estrecha y tortuosa. En verano hay un bar abierto para los turistas y algunos valientes y voluntariosos artesanos se ponen a reparar viejos muros según técnicas antiguas, para reconstruir un pasado que ya no es.
Nos contaron que en 1970 se fue el último habitante del pueblo. Un pueblo que existía en el siglo XIII y desaparece en el XX sin dejar muchos rastros. Parece que fue a raíz de la enfermedad de las viñas en el siglo XIX que los problemas empezaron, después enfermedades infantiles redujeron la población pues hubo años en que todos los niños murieron, las grandes guerras se llevaron muchos hombres, las viudas se fueron a vivir a otro pueblo cercano. Antes de la Segunda Guerra Mundial quedaban 33 habitantes. Los archivos de la iglesia se perdieron durante la Revolución y quedan muy pocos documentos.
Quizás un día renazca como algunos otros pueblos que con la llegada de jóvenes familias que quieren vivir en el campo vuelven a brotar como un árbol cortado que renace de su tronco mocho.
http://www.societe-perillos.com/histoire.html

22:11 Anotado en Viajes | Permalink | Comentarios (1) | Tags: emigración, abandono, historia

sábado, 01 agosto 2009

La semilla

LaSemillaBesada.jpgTerminé la lectura del segundo tomo del libro de Jorge Besada, un cubano, jubilado de mi trabajo y amigo del mundo ginebrino del ajedrez. El primer tomo trata de la historia de la isla desde la independencia de España hasta la toma del poder por Castro. El segundo de la época que va de 1959 a nuestros días.
Me ha gustado leer el punto de vista de este hombre que ha tenido una vida tan particular. Se graduó de abogado, aprendió idiomas y los enseñó, para poder estar tranquilo en Cuba, estudió ingeniería eléctrica especializándose en telecomunicaciones. Le había creído al régimen que a los técnicos no los molestarían pues eran importantes para el país, mientras que con su carrera de abogado hubiera tenido que renunciar a sus ideas pues el sistema comunista no aceptaba oposición. A pesar de todo no pudo soportar la situación que lo estaba enloqueciendo y logró salir del país, vivió en Alemania donde trabajó como traductor y luego en Ginebra en el mismo oficio.
Explica muy bien lo sucedido en su país desde su punto de vista y pone en evidencia las contradicciones del régimen dictatorial. Como fue amigo de los Castro por ser de la misma generación y haber estudiado juntos, incluye anécdotas personales que le dan un toque especial a la narración. Al mismo tiempo cuenta su vida y la de su familia y amigos.
No me sorprende que termine pidiendo que EE. UU. invada a Cuba para liberarla de la dictadura castrista. Es en realidad una injusticia para los cubanos que se hayan sacrificado tanto durante tanto tiempo y no poder mejorar su situación. Hoy se encuentran casi en el mismo punto de partida abriéndoles las puertas a inversionistas extranjeros, a turistas inescrupulosos que aprovechan de la juventud cubana prostituyéndola por un puñado de dólares. Es lamentable.
Viendo las cosas desde lejos, uno puede entender que el comunismo pareciera una solución a los problemas de la sociedad capitalista. Hoy sabemos que el ser humano no es un ángel y esas utopías no tienen cabida en la realidad. Sin embargo, la pobreza extrema, la explotación del mundo por los ricos y poderosos tiene que tener un límite pues si no, vamos a terminar con este planeta en un cataclismo universal. No es justo que la gente no tenga oportunidades, que solo los que pertenecen a ciertas familias y a cierto medio puedan salir adelante. Mi utopía es un mundo sin guerras, sin pobreza, sin hambre, pero con diferencias y variedad ya que no somos iguales. Que unos triunfen y otros no, me parece natural. Que unos se aprovechen de los demás para explotarlos o que en la indiferencia total unos se enriquezcan a expensas del desprecio de los débiles, no me parece justo. Un sistema que evite los extremos sería lo ideal.
Un amigo me contaba (quizás ya lo escribí en el blog) que en una isla del Pacífico hubo un sistema de gobierno que cuando alguien se enriquecía en demasía, la sociedad le quitaba todos los bienes para que comenzara desde cero. Es que los ricos que nunca están satisfechos se parecen a los que siguen comiendo de gula cuando ya no pueden más. Deberían tener como castigo natural una buena indigestión económica.
http://besada.com/