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sábado, 17 octubre 2009

Juegos y juguetes

NV-IMP528.jpgUn cuarto de niño lleno de juguetes por todas partes es algo más bien común. Claro está, hablando de niños que pueden tener juguetes y cuarto, ya que los hay que desde pequeños tienen que trabajar y no pueden aprovechar de esos años felices de la infancia, sin preocupaciones. Algo que no que no me gustaba de pequeño era llegar y encontrar el cuarto ordenado por mi mamá cansada de ver tanto desorden. ¡Para mí no era desorden! Eran mundos fantásticos que no quería que desaparecieran de repente.

Con mis hijos, lo que intentamos fue enseñarlos a dejar el cuarto ordenado todas las noches antes de ir a dormir. A fuerza de insistir logramos que acomodaran todo sin dejar regueros. Mi hija sí que tenía problemas de orden con su escritorio. Al comenzar el año escolar me sentaba con ella para poner todo en un puesto y tirar a la basura lo que no servía, pero al cabo de unos meses todo estaba patas arriba.

Lo que pasa es que el orden es muy relativo. Donde una persona ve una pila de cosas clasificadas según criterios propios, otra ve solamente papeles amontonados en desorden. El problema se ha movido al mundo electrónico. Ahora el desorden está dentro del PC y mucha gente no encuentra los documentos ni las fotos que guardó sin fijarse mucho donde caían. La ventaja es que se pueden lanzar búsquedas en el disco duro que en general son suficientes para localizar la información. Lástima que no exista (todavía) la misma facilidad con los objetos tridimensionales que uno tiene en casa pero ya no se acuerda ni de que existen ni mucho menos de dónde están.

10:00 Anotado en Recuerdos | Permalink | Comentarios (1) | Tags: infancia, orden, desorden

viernes, 16 octubre 2009

Glotón

NV-IMP527.jpgCon los años el gusto por el dulce se me ha ido acabando. De niño –como a todos los niños- me encantaban las golosinas. (Quizás ya lo mencioné en el blog antes.) Una vez me regalaron un paquete de dulces en una bolsa plástica en forma de bota de unos veinte centímetros de larga y unos diez de ancha. Me advirtieron de que no me los fuera a comer todos de una sola. Calculo que tenía como seis o siete años. Quizás también le regalaron un paquete igual a mis hermanos. Lo cierto es que me comí uno tras otro todos los bombones sin darme cuenta. Estaba jugando y comiendo. Lo que estaba previsto sucedió. Me enfermé del estómago y tuve que salir corriendo a trasbocar todo al inodoro. Evidentemente me regañaron y me dijeron: te lo advertimos pero como no haces caso…

Desde ese momento empecé a alejarme del dulce poco a poco. Ahora ya no le pongo azúcar al café ni al té. Casi no como nada de dulce entre las comidas. Prefiero el chocolate negro, las mermeladas naturales sin azúcar y muchas veces acabo la comida con el queso sin pasar al postre. Cómo cambian los gustos con el tiempo.

domingo, 06 septiembre 2009

Vuelta a la escuela fantástica

NV-IMP495.jpgEduardito estaba súper contento de volver a la escuela; sus padres, menos que él. Estuvieron comprando la liste de útiles, la mochila, la ropa para el primer día, los libros y cuadernos y todo lo necesario. Pasaron una tarde entera marcando y forrando cada cosa. La víspera la casa estaba como electrizada con los nervios de todos. Eduardito llamó a sus amigos del año anterior para ver si estarían también temprano en la mañana con sus padres a la entrada de clase. Por fin todos lograron dormirse y la noche fue calma.
Despertarse a las siete de la mañana y no a las diez como en las vacaciones fue más difícil, pero tocaba volver a tomar el ritmo. La escuela quedaba a doscientos metros de la casa. Papá, mamá y Eduardito salieron cogidos de la mano hasta la escuela. Allá estaban todos: maestros, padres y niños. Los adultos se saludaron fría y tímidamente, los niños se abrazaron muy contentos de volver a verse. La campana sonó. Unos jóvenes recién salidos de la adolescencia abrieron las puertas. El menor de los jóvenes tenía un megáfono y empezó a leer el decreto que había sido aprobado por el ministerio para ese año escolar y los siguientes.
El señor ministro haciendo uso de todas sus atribuciones y facultades legales, considerando la situación económica mundial, las crisis bélicas que desangran las naciones hermanas, las luchas por el poder, el desempleo, el egoísmo crónico que mina nuestras sociedades, resuelve: que todos los adultos padres de los alumnos que estaban en las escuelas públicas del país deberán recibir una instrucción intensiva y especial para que vuelvan a recuperar la inocencia, la fantasía, la imaginación, el optimismo, la camaradería, el gusto por el juego y el buen humor. Mientras tanto los niños estarán exentos de clase durante este año y podrán quedarse en la escuela disfrutando de las instalaciones deportivas y lúdicas del establecimiento para que pasen el tiempo como si estuvieran de vacaciones. El estado garantizará a los padres que sus hijos serán bien tratados, cuidados y protegidos durante estos doce meses durante los cuales todos quedarán internos en los establecimientos y solo aquellos que hayan recuperado razonablemente su actitud positiva y pacífica podrán volver a sus trabajos dentro de un año. Los demás seguirán en clase hasta que se curen o terminarán encerrados para siempre.
Todos los niños gritaron de felicidad. Los padres lloraron inconsolables. La campana volvió a sonar y cada grupo entró en fila a sus respectivos patios. La escuela estaba vigilada por adolescentes en traje de policía armados con pistolas eléctricas para que nadie se fuera a escapar.