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martes, 01 septiembre 2015

Trenes de cremallera

Suiza, trenes, montaña, paseosNo dejan de impresionarme esos trenes que suben por cuestas tremendas hasta las cimas de las montañas como si fueran funiculares o ascensores. En los Alpes suizos hay muchos.

Hace años estuve paseando un fin de semana por los lados de Grindelwald. El organizador nos llevó desde Ginebra usando muchos tipos de transporte incluyendo trayectos a pie, tren, teleférico, autobús y barco. Llegábamos a paradas de bus, estaciones de tren, restaurantes o albergues escondidos en la montaña donde puntuales nos estaban esperando.

Suiza, trenes, montaña, paseosPor eso el sábado pasado estuve en la región de Interlaken subiendo al Schynige Platte, que quiere decir «esquisto brillante» pues es la formación geológica más común en esa montaña. El tren sube en una hora de unos 600 metros a casi 2000. Tuvimos suerte de que el clima estuvo magnífico con cielo azul, sol radiante y calor razonable. No paramos de tomar fotos. Al comienzo del ascenso se ven los dos lagos de Thun y Brienz y entre ellos la ciudad. Después aparecen espléndidas las cumbres nevadas de unos cuatro mil metros de altitud entre las cuales las más famosas son el Eiger, Mönch y Jungfrau (es decir, el Ogro, el Monje y la Doncella o Virgen).

En la estación final hay un restaurante panorámico y un jardín botánico con la flora alpina representada en más de seiscientas especies con su hábitat reconstituido. Además el grupo (en mayoría suizos) resultó simpático lo mismo que los guías.

Suiza, trenes, montaña, paseosAhora quedé con ganas de ir al observatorio de la Jungfrau todavía más arriba, eso sí, un día tan bueno como el del fin de semana pasado. Voy así almacenando recuerdos muy bonitos.

jueves, 20 diciembre 2012

Palenque o… parece que me estoy volviendo viejo

NV-IMP828.JPGDesde hacía varias semanas tenía previsto participar a un torneo de ajedrez de partidas rápidas. Por eso no le había puesto cuidado a otras actividades interesantes para el viernes 14 por la noche. Como el torneo se pospuso, de repente tenía el viernes libre. Seguramente hubiera estado tranquilo y desprogramado en casa.

Cuando llegó el mensaje electrónico de Rosalía proponiendo un concierto de Palenque, una banda papayera colombiana con nombre de pueblo, me pareció estupendo. Abrí el enlace para ver la página web del anuncio. Estaba la foto de un músico con sombrero vueltiao, leí el título que decía Atelier d’ethnomusicologie y de inmediato visualicé el lugar detrás de la estación de tren Cornavin.

Coni me dijo que no tenía nada previsto para esa noche. Aceptamos la invitación. Propuse que comiéramos en el restaurante español Aux cheminots, que es bueno y queda a cincuenta metros del lugar. Nos dimos cita a las ocho de la noche. El concierto comenzaba a las nueve y media.

Llegamos con tiempo para buscar estacionamiento en la calle. Conociendo el sector, sabía que era difícil. Después de un par de vueltas a la manzana, terminamos dejándolo en el estacionamiento del correo de Montbrillant.

Nos habían reservado una mesa redonda para cuatro cerca de la ventana. El dueño es un gallego que nos reconoció aunque no vayamos muy a menudo. La mesera tenía acento peruano. Me di cuenta de que había olvidado mi celular en casa. El de Coni no tenía red. Nuestros amigos no llegaban y el tiempo corría. Por fin nos entró una llamada diciendo que estaban en un embotellamiento, que empezáramos a comer.

La merluza y los calamares llegaron cuando Rosalía y Antonio aparecían pues además del embotellamiento se perdieron buscando el restaurante. Por esperar el postre y el café nos pasamos de diez minutos de la hora indicada, pero supusimos que siendo músicos colombianos no tendrían puntualidad suiza.

En una mesa cercana había una pareja hablando francés; al fondo, ocho comensales hablaban español con acentos variados. Antonio sospechó que fueran los músicos, pero aunque había colombianos, no eran de la fanfarria costeña colombiana.

Caminamos bajo la lluvia hasta la puerta del 10 de la Rue Montrbillant. Estaba cerrada y no se oía ningún ruido. Buscamos en Internet con el teléfono para confirmar la dirección, la fecha y hora. No parecía que estuviéramos equivocados. Ya salíamos del lugar pensando que había sido anulado, cuando una pareja llegó buscando el mismo concierto. Dijeron que la dirección era esa, pero que quizás el lugar sería en la Rue des Alpes en el AMR, una asociación para música improvisada.

No quedaba lejos. Nos fuimos a pie. Atravesamos por dentro la estación de tren para no mojarnos. A eso de las diez y cuarto estábamos entrando al concierto. Los decibeles subieron inmediatamente en nuestros tímpanos. Pagamos un precio reducido por haber llegado tarde.

De la oscuridad surgieron caras conocidas. Guillermo nos contó que su hijo ya tenía tres años. Estaba con una nueva novia. Tara, Bianca y Ana María nos saludaron bailando muy animadamente. Había tanta gente que nos preguntamos si el piso del edificio iba a aguantar tanto brinco y peso. Supusimos que sí y seguimos en lo nuestro.

El grupo Palenque tocaba al fondo de la sala con mucho entusiasmo, pero a nivel del piso, sin tarima. Como el público estaba de pie, solo se veían los sombreros vueltiaos de los músicos.

¡Eso no era un concierto normal sino una fiesta tropical animadísima! No había dónde sentarse y menos dónde dejar abrigos ni carteras. Los pusimos en cualquier lado sin quitarles el ojo y empezamos a bailar. El único que porfiaba en cargar sus cosas era Antonio.

De la sombra salió otra cara conocida. Era Elena que nos esperaba adelante pero que decidió venir cerca de la entrada para estar con nosotros. De todas formas, donde estaba no se veía nada.

Por suerte una mesa de las más alejadas del escenario se desocupó. Ahí nos instalamos. Llegó la pausa musical, encendieron las luces y casi todos se fueron al bar a comprar bebidas. Intenté acercarme, pero la cola no avanzaba. Mejor esperar a que volvieran a tocar para comprar lo nuestro. Charlando pasó el tiempo.

El concierto volvió a empezar y yo me fui a comprar de beber. Hubo cola pero menos que antes. Volví a la mesa con una botella de vino Gamay de la región y cinco copas.

De nuevo a bailar con ganas. Antonio estaba que se caía del sueño pues había pasado dos horas por la mañana apaleando nieve para poder salir a trabajar. El día había sido largo.

Se notaba quiénes eran latinoamericanos o asimilados y quién no; los unos porque bailaban con mucho ritmo, los otros porque o estaban sentados o bailaban sin seguir la música. Al menos se divertían.

Cada uno de nosotros, por turnos, se abrió paso hasta llegar cerca del escenario para sentir el ambiente viendo a los músicos y cantantes en vivo. ¡Qué calor y qué bailoteo! Tocaban muy bien. No había forma de quedarse quieto.

Reconocí a un amigo cineasta que bailaba junto al escenario como si estuviera en trance; no me vio. Volví a la mesa y me senté a degustar el vino tinto. Todos bailaban como locos. A duras penas nos oíamos, pues el volumen del sonido estaba muy alto.

Cuando los músicos anunciaron que iban a terminar y empezaron a nombrar a los integrantes del grupo, la gente pidió un bis.

Sin mucha resistencia empezaron a tocar el bis que fue larguísimo. No sé cómo tuvieron energía para tocar tanto tiempo. Yo ya estaba cansado.

Creo que para ir a esas fiestas uno tiene que haber dormido una siesta muy larga y si se puede, tener menos años de edad. Los jóvenes parece que no se cansan. Esa noche nos acostamos muy tarde y dormimos como piedras. Nada que ver con el concierto de Navidad del domingo anterior con obras de Ravel, Debussy, Duruflé y Saint-Saëns, pero ese es otro cuento.

domingo, 10 junio 2012

Le tombeau des filles

Letombeaudesfilles.jpgInteresante este cortometraje de fin de estudio de una joven veinteañera. Es una muestra del mundo de las adolescentes o de las niñas que casi están en las puertas de esa edad. Está bien filmada. Aunque no se sabe muy bien para dónde nos lleva la directora, lo mete a uno en ese ambiente un poco peligroso del despertar al amor físico y a los cambios del cuerpo de una mujercita en potencia. La joven directora explicó al final de la proyección cómo llegó por cambios sucesivos al resultado final pues sus profesores que no estaban muy convencidos del tema la dejaron completamente libre. El título para ella representa ese mundo de la infancia que se muere lentamente al pasar a la adolescencia.

Le tombeau des filles
Réalisatrice: Carmen Jacquier
Avec Sharon Oberson et Anissa Cadelli
Suisse
Année: 2011
Durée: 17 minutes

Sissi et Victoria sont deux sœurs. Tandis que la plus jeune sort doucement du monde de l’enfance, l’autre essaie en vain d’être grande. Dans la chambre qu’elles partagent, Sissi se prépare pour son concours de gymnastique et Victoria fait défiler les garçons…

Carmen Jacquier est originaire de Versoix. Sa mise en scène nous place avec délicatesse et originalité dans cet univers singulier de deux sœurs qui cherchent chacune à sa manière de grandir hors du regard des parents. On est pris par cette sensualité à fleur de peau, innocente, brute et incertaine. L’univers féminin nous est donné à voir à un instant donné avec respect et beaucoup de pudeur.

Pardino d'argent, Locarno 2011

http://www.arte.tv/fr/6448862,CmC=6448704.html