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domingo, 13 junio 2010

Niebla oscura y confusa

NV-IMP649.JPGInspirada en una frase de Carlos Ruiz Zafón
en El príncipe de la niebla.

La decisión era terminante: partirían al amanecer del día siguiente. Hasta entonces, debían empacar todas sus posesiones y prepararse para el largo viaje hasta su nuevo hogar. Eran las seis de la tarde, les quedaban menos de doce horas para tener todo listo. Salma quería llevarse todo, Sigmar, abandonarlo todo. Ella sacó las dos maletas más grandes que tenía, él, un morral mediano. Patrick vendría a buscarlos en su camioneta azul. «Pondré mis álbumes de fotos, joyas, cartas de amor, diplomas, remedios, trajes, perfumes, maquillaje, libreta de direcciones, teléfono, cámara fotográfica, PC, libros favoritos, diccionarios. ¡No sé, no sé! Tenemos poco tiempo», decía en voz alta buscando sus cosas.

«Llevaré mis recuerdos en la cabeza, un lápiz, un papel, mi pasaporte, mi tarjeta de crédito, ropa para tres días, el dinero en efectivo que tengo en la caja fuerte, una pistola, barras vitaminadas y agua en una cantimplora. El resto sobra», comentaba él despreocupado mirando un partido de fútbol en la televisión. Salma empacaba sin parar. Cuando terminó el partido antes de medianoche, se levantó, puso lo anunciado en su mochila y se fue a dormir. Salma siguió dando vueltas sacando algo de las maletas para poner otra cosa de pronto más importante. Una niebla espesa invadió la ciudad ahogando todas las luces de ese invierno austral.

Sigmar abrió los ojos a las cinco de la mañana, se levantó como un resorte, se preparó sin prisa y salió al balcón para esperar a su amigo. La niebla apenas dejaba ver la entrada del edificio quince pisos más abajo. Salma dormía profundamente sobre sus maletas atiborradas y sin cerrar. Su compañero salió tranquilo, cerró la puerta sin llave y bajó al encuentro de Patrick. «¿Solo llevas eso? Vamos lejos. ¿Dónde está Salma?», preguntó el irlandés. «No necesito nada más. Lo dejo todo. Quiero empezar una nueva vida. Salma decidió quedarse. ¿Adónde vamos?», contestó Sigmar sin ninguna expresión en su rostro. «Allá ella si se quiere quedar. Al fin y al cabo es a nosotros a quienes quieren matar. Nuestra misión es llevar sano y salvo al hijo del rey de la mafia a su tierra natal en la isla del Príncipe de Galles en la península del cabo York al norte de Australia. Nos está esperando en un escondite a las afueras de Melbourne para recorrer más de tres mil kilómetros de sur a norte», explicó Patrick mientras se alejaban.

miércoles, 10 febrero 2010

Juego literario

NV-IMP601.JPGMe han propuesto participar en un juego literario sin premio ni ganador que consiste en escribir una novela de unas sesenta mil palabras en treinta o treinticinco días. Para que no hagamos trampa, algunas restricciones de lugar, tema, personajes, longitud y regularidad nos deberían forzar a trabajar y enviar dos mil palabras por día.

La idea me gustó, pero con tanta actividad y ocupación que tengo (scrabble, ajedrez, canto, cine, lectura, escritura, familia y trabajo entre otras cosas) decidí pensarlo con calma. Encontré ideas, personajes y una trama que repartí en capítulos. El domingo pasado sacándole tiempo al tiempo (anduve paseando por la montaña en raquetas sobre la nieve) solo pude producir un texto incompleto de 486 palabras. ¡Era entonces irreal aceptar escribir dos mil por día!

Decliné la invitación pero quise probar a ver si en lugar de treinticinco días, podría lanzarme en el juego con una meta de treinticinco semanas, para terminar la obra hacia el 10 de octubre. En la pausa del mediodía completé por fin las dos mil palabras de la primera semana. Con una sola idea principal por capítulo, toca poner a trabajar la imaginación activamente de manera que el contenido se vaya espesando como una salsa en la cocina hasta darle cuerpo. No sé si lograré llegar al final ni si el resultado valdrá la pena, pero estos retos me gustan, divierten y motivan para escribir. Lo malo es que muy probablemente me quede menos tiempo para escribir en este blog y mis notas se vuelvan esporádicas y telegráficas. Ya veremos.

viernes, 05 febrero 2010

Boggle en la Chartreuse

NV-IMP599.JPGNo sé por qué ayer me acordé de un sábado o domingo de hace como treinta años que pasé con mi esposa y una pareja de amigos jugando Boggle en la terraza de un bar en un pueblo o quizás caserío de montaña en el macizo de la Chartreuse cerca de Grenoble. No teníamos hijos, no teníamos ocupaciones importantes, teníamos todo el tiempo. Era un día caluroso pues los veranos de Grenoble son insoportables y es mejor subir a tomar aire fresco a la montaña. No recuerdo si estuvimos caminando a pie por el campo o si fue solo en auto que recorrimos esa región. Lo cierto es que nos sentamos después de almuerzo en ese lugar tranquilo y sacamos el jueguito de dados con letras con el que tratábamos de formar el mayor número de palabras en francés en un tiempo limitado. Habíamos pedido algún refresco para beber y renovamos el pedido varias veces. La tarde se pasó volando y hay que decir que las tardes de verano son largas. No sé cuantas horas estuvimos ahí. Probablemente más de cuatro. Nos divertimos mucho, nadie nos molestó. Me parece oír los ruidos del campo y la brisa fresca. Visto desde aquí y ahora parece un momento mágico, como esos días de vacaciones de niño que uno se la pasaba jugando sin contar el tiempo y que hace mucho no he vuelto a sentir.

16:02 Anotado en Recuerdos | Permalink | Comentarios (2) | Tags: juegos, paseos, tiempo