jueves, 21 enero 2010
¿Qué hora es?
De pequeño no me interesó mucho aprender a leer la hora. La noción del tiempo tomó cierto tiempo en entran en mi cabeza. No sé a qué edad uno es realmente conciente del tiempo. Me gustaban los fines de semana o las vacaciones pues no había hora, solo juego. Claro, había que terminar tareas y estudiar, pero pasar una tarde jugando con los amigos y no darse cuenta del tiempo sino hasta que llegaba el atardecer o cuando a uno le daba hambre y había que ir a comer algo me encantaba.
Creo que fue uno de mis hermanos o alguna tía quien insistió en enseñarme a leer la hora. Lo bueno fue descubrir que con la tabla de multiplicar del cinco todo se simplificaba. Si hubiera sido la tabla del nueve, la del tres o la del siete, hubiera sido más complicado para mí.
Llegó el cumpleaños (octavo o noveno) en que me regalaron un reloj de pulsera y con él la responsabilidad de dar la hora en la calle cuando un desconocido me lo pedía. Era un reloj de cuerda con todos los números escritos y sus tres manecillas. Los relojes digitales no habían aparecido en esa época; en todo caso, no en Colombia.
Allá se usa la hora a la moda estadounidense con a.m. y p.m. No creo que sea así en todos los países hispanohablantes. Lo de cinco para las dos y no las dos menos cinco era lo que se usaba. (Ahora no estoy tan seguro, pues el uso mayoritario de una u otra forma cambia según el país.) Cuando alguien me decía las tres y treinta y cinco o cuarenta, me desestabilizaba un poco. No se usaba tampoco lo de las trece o las dieciocho horas. El día en el trópico está muy bien definido con doce horas de día y doce de noche. Decir las ocho de la tarde por lo tanto suena raro.
La hora en inglés fue mi primer contacto con otras costumbres. Eso de o'clock me sonaba muy raro. De por sí, llamar al reloj clock era muy onomatopéyico. La hora en francés fue un aprendizaje del bachillerato. Yo tendría como quince años cuando la estudié. Que los minutos fueran femeninos en francés y masculinos en español es una trampa, que al reloj se le llame «muestra» es sorprendente. Me tocó aprender ya aquí la puntualidad de los trenes y las horas contadas de cero a veinticuatro. Todavía me equivoco a veces al oír diecisiete horas y pensar en las siete. Lo de horas punta, tan español y tan ajeno a mis horas pico tan gringas, me tocó aprenderlo aquí. La hora en punto convertida en hora pila es otra curiosidad. Lo más fácil en caso de que a uno le pregunten la hora en un idioma que uno no domina bien es mostrar el reloj y dejar que la otra persona la lea.
El aprendizaje del ruso me trajo una manera de contar particular, pues en ese idioma cuando una hora está empezada ya uno está en ella. Así la una y veinte es ya parte de las dos y eso se nota en ciertas expresiones. En ruso también se llama igual a la hora y al reloj.
¡Pero nada tan complejo como las horas en árabe que estoy aprendiendo! Primero que todo las horas no son la una, las dos sino la primera, la segunda. Los minutos sí son cardinales: veinticinco minutos. Es decir sería la hora octava y veinte minutos. Nosotros tenemos cuarto y media hora, pero en árabe hay además la hora y tercio. Los números tienen género y número. Para complicar las cosas, existe el dual. De tres a diez si el sustantivo es masculino el cardinal es femenino y viceversa. Es como si uno dijera cuatra relojes y cuatro palabras. Los minutos se declinan y hay que ponerlos en acusativo singular o genitivo plural según que el número sea entre tres y diez o superior a este. Automatizar todo este sistema es un verdadero lío, pero me divierto tratando de aprenderlo.
22:21 Anotado en Lengua | Permalink | Comentarios (1) | Tags: tiempo, expresiones, idioma
viernes, 01 enero 2010
Dos mil diez
¡Ya llegó el nuevo año! Esperemos que sea mejor que los anteriores y que nos traiga salud, dinero y amor, como dice la canción. Con la crisis económica, los cambios climáticos, las guerras, el terrosismo, las epidemias y la violencia de todo tipo, no es fácil ser esperanzado. Sin embargo, mi naturaleza es optimista y siempre tengo la ilusión de que el ser humano tiene recursos insospechados para salir adelante. La curiosidad también es un motor que me anima a esperar un futuro mejor y deseo vivir para conocerlo.
Hay regiones del mundo que siguen imponiéndose a la actualidad como por ejemplo Irán. Cuando llegué a Francia en 1978 estaba en plena crisis con el cha y los seguidores del ayatolá Jomeini se reunían en el campus de la universidad de Grenoble. Hoy los problemas continúan como si la historia patinara. En otras regiones los cambios parecen gigantescos, para bien o para mal.
En 1910, mi padre estaba casi por cumplir un año de edad, mi madre no había nacido, mi abuela materna era una adolescente. La Wikipedia me dice que en ese año nacieron el guitarrista Django Reinhardt, el actor inglés David Niven y el oceanógrafo Jacques Cousteau, y murieron Mark Twain, el rey Eduardo VII de Inglaterra y León Tolstoi, además el premio Nobel de literatura fue un tal Paul Heyse (ni idea de qué pudo haber escrito ni de su nacionalidad).
En 1810, Colombia declaró su independencia de España, pero cayó en la dependencia de otras potencias y continuó dirigida por los descendientes de los colonizadores. Napoleón se separó de Josefina, Beethoven compuso Para Elisa, América Latina estaba proclamando su independencia por todas partes mientras Napoleón dominaba a España.
¿Qué se dirá del 2010 que comienza dentro de uno o dos siglos si la humanidad no se ha extinguido por su propia culpa? Mientras tanto, ¡feliz año nuevo!
martes, 29 diciembre 2009
Decenio
Hace diez años estábamos muy ansiosos, excitados y nerviosos porque el año 2000 estaba por caernos encima. Era una fecha mágica para la humanidad. Desde niño siempre soñé con ese año con tres ceros que solo se dan cada diez siglos. Había calculado la edad que tendría en ese momento y me parecía que iba a estar ya viejo. Cuando estudié ingeniería de sistemas nos hablaron del error frecuente de usar dos dígitos para almacenar los años y de los problemas que habría el 1 de enero del 2000 en los computadores pues calcularían mal las fechas, pero parecía tan lejano: faltaban como un cuarto de siglo y se suponía que los programas escritos así ya no funcionarían más. Sin embargo el magnetoscopio que yo tenía en casa en 1999 no podía pasar al 2000 y me tocó comprar uno nuevo. El 2000 llegó sin dolor aparente y nos fuimos habituando poco a poco hasta que el 11 de septiembre del 2001 empezó el nuevo siglo de manera dramática. El 31 de diciembre del 99 estuvimos en casa de viejos amigos en Grenoble. Nos propusieron volver a pasar este año el 31 con ellos, pero ya estábamos comprometidos aquí. Ya es un lugar común decir que el tiempo vuela. En estos diez años han pasado tantas cosas. En el 99 vivía en otra ciudad, mis hijos no habían terminado bachillerato, andaba muy metido en una asociación cultural que me ocupaba demasiado tiempo, no mantenía ningún blog (¿ya existían?), creo que fue el año en que me consentí tener un teléfono celular, pero no tenía televisión por satélite y pasaba menos horas delante del PC, además mi jubilación era algo tan lejano que no conocía la fecha exacta. Varios familiares y amigos han muerto desde entonces, parejas que parecían muy sólidas se han divorciado, varios amigos contemporáneos ya son abuelos. En mis archivos del PC encontré con fecha de ese diciembre, entre otras cosas, unas fotos de la hija mayor de un sobrino que era un bebé de brazos, un cuento corto que escribí el 16 de diciembre de 1999 y que publicaré aquí mañana; la primera foto que tengo del 2000 es una de una pareja de bailarines de tango argentino que venían a Ferney a darnos clases. En fin, ¿qué podré decir dentro de diez años si estoy vivo todavía?
16:00 Anotado en Recuerdos | Permalink | Comentarios (1) | Tags: tiempo, siglo xxi, cambio de siglo