domingo, 22 febrero 2015
Mes banquiers
C’est difficile de se passer d’elles, surtout quand on voyage dans un autre pays. Déjà en France, j’ai eu des mauvaises expériences. La plus récente est un problème qui dure depuis trois ans et que ma banque n’arrive pas à résoudre : je ne peux plus consulter mes comptes par l’Internet, que ce soit depuis un PC ou un téléphone portable. Il y a toujours un message d’erreur, alors que pendant longtemps ça marchait très bien. La seule possibilité qui me reste est le téléphone fixe en appelant un numéro 0820 en France. Je vais finir par quitter cette banque. Heureusement, j’ai des comptes ouverts dans deux autres banques, une en Suisse et une autre en France, et les deux marchent très bien par le web.
En novembre dernier, j’ai envoyé de l’argent sur ma banque colombienne de manière à préparer le voyage bien à l’avance. En janvier, l’argent n’était pas encore sur mon compte ! Après des multiples démarches, on m’a dit qu’il fallait que je remplisse une déclaration pour la donner personnellement dans les 60 jours du virement ou bien donner un pouvoir spécial à quelqu’un en Colombie pour le faire à ma place. C’était donc impossible vu les délais. L’argent est revenu à ma banque française juste avant notre départ pour la Colombie. En catastrophe, j’ai dû partir avec du liquide pour le changer à Bogotá (mais moins que ce que j’avais voulu virer initialement) et utiliser des cartes de crédit avec les limites hebdomadaires que l’on connaît.
J’ai quand même essayé d’envoyer une petite somme pour apprendre le processus sur place une fois pour toutes. Ici, la banque ne recevant rien, je me suis renseigné auprès de ma banque en France. Il fallait donner le nom, l’adresse et le téléphone du destinataire à Bogotá et ils attendaient ces données pour compléter l’envoi, mais bien sûr personne ne m’avait contacté. Avec ces informations, l’argent est apparu dans le système de ma banque colombienne, mais pas encore sur mon compte. Il fallait encore remplir un formulaire et le signer moi-même pour que les euros soient échangés en pesos et rentrent enfin dans mon compte.
L’employé de la banque m’a dit que dorénavant le système allait faire le versement de manière automatique si la somme ne dépassait pas les 7000 dollars. Autrement, il faudra remplir ce fameux formulaire et négocier le taux de change. J’ai demandé des explications quant à la « négociation », mais il n’en est rien : il s’agit simplement d’appliquer le taux de change officiel qui est plus haut que le taux du marché.
J’ai eu aussi une surprise avec ma carte bancaire colombienne que je venais de recevoir. Je vais retirer de l’argent au guichet automatique. Impossible de prendre d’un coup plus de 600 000 pesos et pas plus de 3 fois dans la même journée, à moins de passer par le guichet normal. Mais même en respectant ces limites, je n’arrivais pas à obtenir mes sous. Je vais donc au guichet normal et après une longue file d’attente l’employée me dit que le titulaire du compte était « décédé ». Elle a failli me tuer ! J’ai dû aller voir un conseiller qui m’a expliqué que lorsque l’on reçoit une carte bancaire colombienne, il faut tout de suite prendre de l’argent au guichet automatique pour ne pas la bloquer; c’est ce qui m’était arrivé.
Ces guichets automatiques sont très sensibles. Dès que l’on fait une fausse manip, l’opération est annulée et la carte est rendue. Un autre jour je vais donc retirer de l’argent, je fais la queue, je vois une dame qui retire son argent, puis c’est mon tour. Je mets ma carte, mais l’écran s’éteint et la carte reste bloquée. Je la vois, mais je n’arrive pas à la retirer. Quoi faire ? J’essaie d’appeler par un combiné qui se trouve à côté sans succès. J’essaie alors d’appeler avec mon portable le numéro indiqué sur la machine. Pendant ce temps l’ordinateur redémarre et l’écran du guichet semble reprendre vie. J’entends soudain un clic et j’arrive enfin à reprendre ma carte. Ouf ! J’ai laissé tomber ce guichet et j’ai utilisé un autre.
Le paiement par carte bancaire en général fonctionne bien dans les magasins. C’est rare qu’aucune des cartes ne passe pas. Pour payer des grosses sommes, c’est quand même mieux d’utiliser la carte bancaire colombienne qui est à débit immédiat et n’a pas de limite. Ce qui n’est pas très rassurant est d’aller au bureau de change pour échanger des euros en pesos. Le paquet de billet est plus gros en pesos et on a hâte d’arriver à la banque colombienne avec la liasse pour la déposer et être plus tranquille. On verra bien comment ça va se passer lorsque l’on achète bientôt une voiture d’occasion.
domingo, 21 octubre 2012
El calcetín rojo
En esa época del año Aquiles siempre estaba muy ocupado con su trabajo. Eran los meses en qué más dinero ganaba. Dormía casi toda la mañana, por la tarde salía de compras, al banco o a ver a su agente artístico para planificar sus contratos futuros. A veces se encontraba con amigos, pero prefería que fuera después de su espectáculo nocturno. Ese día llegó a su casa temprano con tiempo suficiente para prepararse física y sicológicamente a la labor cotidiana.
Cuando su mujer llegó, él estaba preparando la ropa sobre la cama. Ese ritual formaba parte de los preparativos. Era como vestir al torero antes de salir al ruedo o preparar a la novia antes de salir a la iglesia. Así se concentraba siempre.
Llevaban menos de un año de casados. Él, un viejo solterón que nadie creía capaz de estabilizarse con una sola mujer. Ella, una hermosa y joven exmaniquí de modas que había dejado de desfilar desde su matrimonio para dedicarse al hogar.
-¡Mi amor! ¡Mira lo que me compré hoy! ¿Te gusta? No tenía qué ponerme.
-Sí, está muy bonito, pero tus armarios están llenos de ropa que apenas si te has puesto, ¿eh?- contestó el hombre con picardía dándole un beso.
-No entiendes a las mujeres. Nosotras necesitamos ropa que vaya con nuestro estado de ánimo y como cambiamos tanto, no nos vasta con lo que guardamos en el ropero. Necesitamos siempre novedades, sentirnos bonitas.
-Sí, sí, claro está.
-Eres muy poco detallista. ¿Ya estuviste en la cocina?
-No
-Vas a ver lo bonita que me quedó. La hice pintar de rojo. Me tenían aburrida los colores claros. Parecía un hospital.
-¡Vaya! Iré a verla antes de irme pues debe de haber quedado muy original. ¡Je, je!
-Sí, mañana vendrá un decorador para proponernos cambios en todas las habitaciones. ¡Ya es hora de que cambiemos de muebles! ¿Me oyes? ¿Qué te pasa? Te veo preocupado- inquirió la rubia despampanante.
-Pamela, estoy buscando un calcetín rojo para mi vestido. Llevo casi una hora y nada que lo encuentro. ¿No lo has visto?
-No, anoche te lo pusiste, creo. ¿Dónde lo dejaste?
-En el puesto de siempre. En el vestuario donde cuelgo mis vestidos de trabajo, junto a los zapatos amarillos.
-Pues ponte otros calcetines. ¿Tienen que ser los rojos? Ponte los verdes o los violeta. Da igual.
-No, señora. Necesito los rojos. Aquí hay uno. ¿Dónde está el otro?
La mujer puso mala cara y se puso a buscar con su marido. Miraron debajo de la cama, en el baño, detrás de las puertas, en todos los cajones y entrepaños de los armarios. Nada de nada.
-Tiene que aparecer. No puedo irme sin él.
-Mira. Te pones la ropa en el trabajo, ¿no? Te vas con lo que tienes, yo te compro un nuevo par de calcetines rojos y te lo llevo a tu camerino antes de que empiece tu función. ¿Vale?
Aquiles miró su cama, repasó la composición de su traje. Estaba el vestido completo, saco, chaleco y pantalón de colores verde, rojo y amarillo. Estaba la peluca roja y el neceser de maquillaje. Estaba el sombrero pepeado y el bastón torcido. Hasta la nariz y un calcetín rojos estaban ahí esperándolo. Los zapatos amarillos de cincuenta centímetros de largo no faltaban. Le iba a tocar ponerse medias de otro color o aceptar la propuesta de su esposa. De pronto ella cambió de tema.
-Se me olvidaba contarte dos cosas muy importantes. Ven conmigo al jardín interior.
Bajaron las escaleras y entrando al jardín salió a su encuentro un cachorro shai pei con su piel arrugada que vino alegre y juguetón a saludarlos.
-¿No está divino? Lo compré esta mañana mientras dormías. No me pude aguantar. Como tenías esa casilla de perro en el jardín desocupada, me pareció que teníamos que darle vida. ¿Qué te parece?
Aquiles quedó sorprendido. Recordó a su viejo perro Pulgas que lo acompañó en sus primeros años de carrera de payaso.
-Espera, espera. Voy a traerte la segunda sorpresa. Ya vuelvo.
-¿El perro estuvo en nuestro cuarto?
-Sí, un ratito solamente.
Mientras su mujer entro de nuevo a casa. Aquiles tuvo un presentimiento. Metió la cabeza en la casilla del perro y ahí estaba el calcetín rojo babeado pero entero. ¡Qué alivio! Lo sacó justo a tiempo. Lo metió rápidamente en el bolsillo de su chaqueta antes de que llegara Pamela.
-Lee lo que dice este análisis de laboratorio. Lee rápido.
Aquiles descubrió con más sorpresa la noticia de que su esposa estaba embarazada. Se puso muy contento. Se abrazaron con fuerza. Sin decir nada, pensaba en el calcetín rojo que había salvado de ser despedazado por el perro pues contenía unos rollos de billetes de cien euros que había escondido para que su esposa no se los gastara. Tendría que cambiar de escondite.
08:00 Anotado en Juego de escritura | Permalink | Comentarios (1) | Tags: cuento, dinero, perro, compras, sorpresas